Lean lo que quieran, véanlo si pueden

Un texto de Gerardo Sifuentes.


 

“Hay que tener en cuenta que los beneficios de la lectura son muy tenues. En lo moral, muy dudosos, y en cuanto a conocimientos que dan de la vida, inaplicables. Nunca he oído decir a nadie: “Me salvé porque apliqué las enseñanzas contenidas en Fortunata y Jacinta”
Jorge Ibargüengoitia, citado por Juan Domingo Argüelles

1
En la novela High Fidelity de Nick Hornby, el protagonista, Rob Fleming, dueño de una tienda de discos y apasionado melómano, echa un ojo a la colección de música de su anfitrión durante una cena. Los títulos que encuentra no son precisamente de su agrado, de hecho dentro de sus exigentes parámetros estos le resultan predecibles u ordinarios, sin embargo no hace mención al respecto. “Quizá podamos darnos una vuelta por tu tienda para actualizarnos”, le dicen. Rob sonríe, “cada quién a lo suyo…”, replica con tono afable, ante la incredulidad de su novia al notar que su pareja se ha bajado de su habitual pose pedante de conocedor. Pueden leer el libro y constatar a qué se debió su cambio de actitud, aunque también pueden ver la película con John Cusack, pero no recuerdo si existe dicha escena en ella.

2
Me gusta leer, mucho. Claro que esto no me hace mejor individuo que otros. Existe sin embargo mucha gente que le atribuye una virtud moral e intelectual exagerada al hábito de la lectura, como si el simple acto hiciera a las personas más buenas e inteligentes. Al respecto puedo decir que varias veces se me ha discriminado por mi afición particular a la novela negra y de ciencia ficción, géneros que al menos en este país aun son vistos con desdén por legiones de snobs, personas inseguras que se refugian al amparo de autores que creen exclusivos de cierta élite. Hace muchos años una persona, entonces estudiante de la carrera de letras, llegó a decirme “te recomendaría a Chéjov, pero no creo que te guste”. Cuando le mencioné que ya lo había leído, y de hecho me gusta mucho, también le pregunté por las razones que le habían hecho asumir mis predilecciones. Sus balbuceos fueron contundentes; quizá alguna vez me había visto con un libro de William Gibson o Stephen King en las manos, la clase de autores que rara vez son revisados en los círculos académicos. Lo curioso es que esa misma persona, que durante más de una década desdeñó los llamados subgéneros y las novelas gráficas, ahora se dice ‘fan’ incondicional de estos temas y alardea de ello, e incluso eventualmente emite comentarios ‘serios’ al respecto y viste playeras de Star Wars. Cada quién a lo suyo.

3
Creo que 80% de los que se burlaron de @EPN [Enrique Peña Nieto, candidato a la presidencia de México por el PRI. 1] no han leído un libro en los últimos seis meses. De la misma forma, también estimo que 100% de quienes defendieron a este político no han abierto las páginas de un libro en los últimos cinco años. Mi cálculo es superficial, aunque podemos comparar la cifra de usuarios de twitter que se ofendieron ante las declaraciones del priísta con el número de mexicanos que sólo leen un libro al año. Cuando ocurrió aquel famoso incidente de la Feria del Libro, el asesor de campaña que todos llevamos dentro me hizo plantear otros escenarios. Imaginen la reacción del público si hubiera contestado que la trilogía Crepúsculo le había cambiado su vida. De cualquier forma todos se hubieran burlado de él, e incluso hubieran inventado mejores chistes, pero se habría ganado el respeto, mínimo, de los numerosos Twilighters. Por supuesto que el presidenciable no estaba en condiciones de decir “no me gusta leer”, y prefirió simular [mal] que lo hacía. Si bien las personas tienen derecho a leer lo que les venga en gana, es deseable que un político tuviera en mente lecturas coherentes, que correspondan ya no digamos a su ideario político tanto como a sus responsabilidades. Para fines prácticos se hubiese rodeado de gente que si lee, como le hace Obama [2]. Sobre la saga antes mencionada, a pesar de que corresponde al género de terror, nunca la he leído, y no tengo la menor intención de hacerlo, prefiero en todo caso ver las películas.[*]

4
Elegir entre leer el texto o ver la adaptación fílmica es un auténtico dilema que da pie a discusiones bizantinas. También me hace pensar en los famosos 10 derechos del lector [3] de Daniel Pennac, que cobran especial importancia en esta época, donde el más famoso de ellos es “el derecho a no leer” –Best Sellers por ejemplo–. Quiero referirme especialmente al quinto, “el derecho a leer lo que sea” [y lo que quiera]. En este contexto, tengo el atrevimiento de sugerir dos títulos dedicados a la reflexión sobre la libertad de leer, “¿Qué leen los que no leen?” [4] y “Leer es un camino”, ambos de Juan Domingo Argüelles [5], ensayos donde desmitifica la capacidad transformadora de la lectura, y reflexiona sobre cómo es que el sistema educativo vigente ha hecho todo lo posible por que los jóvenes detesten este hábito, acaso sin proponérselo. Tal como este autor menciona, el leer es un acto de gozo, que se hace por convicción, y se pregunta “¿por qué tendríamos que angustiarnos porque no hemos leído aquello que todo el mundo dice que debemos leer? ¿Qué es lo que queremos: brillar en la sociedad o tratar de ser felices?”

5
Cada quién lee de acuerdo a sus necesidades. Por supuesto me encantaría que ‘la gente lectora’ le diera seguimiento a cada uno de mis autores favoritos, hasta podría darles razones para hacerlo, pero creo que nadie me lo ha pedido. Aunque no me resisto a husmear en los libreros ajenos, para criticar o alabar las elecciones que encuentre, se que debo respetar sus decisiones, y no hacer juicios sobre su persona en base a lo que tengan, después de todo leer es un medio, no un fin en si mismo. Conferirse un aire de superioridad por el hecho no solo de leer, sino de hacerlo más que otros y sólo a determinados autores es un error de tintes fascistas. El cuánto no es lo importante como diría Argüelles, sino la alegría que nos proporciona el acto, y las ideas que podamos aprovechar de ese momento. Si quieren leer a Yordi Rosado o Paulo Coehlo adelante, aunque también pueden esperar a que salga cualquier cinta basada en sus textos. Por otro lado, piensen que no es tan sencillo conseguir adaptaciones fílmicas entretenidas de la obra de Chéjov, o también pueden ir al teatro…

Los tres libros que cambiaron mi vida:
Un mundo feliz, de Aldous Huxley
Neuromancer, de William Gibson
Desayuno de campeones, de Kurt Vonnegut~

 

Notas:
[*] Por alguna razón, como diría mi amiga @irairaira, cuando la gente piensa en ‘leer’ se remite únicamente a novelas, cuando hay otras tantas posibilidades, como libros de historia, poesía, cuento, biografías, ensayo, manuales…
[1] En el editorial contamos la situación en la que Enrique Peña Nieto no supo contestar a una pregunta de los reporteros dentro de la FIL 2011 en Guadalajara.
[2] http://www.thedailybeast.com/articles/2010/08/13/obama-reading-the-complete-list-of-his-favorite-books.html
[3] http://www.elcanonliterario.com/index.php?option=com_content&view=article&id=65:el-decalogo-de-pennac&catid=79:textos&Itemid=71
[4] http://books.google.com.mx/books/about/Qué_leen_los_que_no_leen.html?id=1zLzAAAAMAAJ&redir_esc=y
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Domingo_Argüelles