Un vaso vacío
Un cuento de Cecilia Oliveros.
REALIZO UN EJERCICIO cuando mi cabeza rebosa de ideas o emociones que me perturban, y ese burbujear mental nubla mi quehacer cotidiano.
Tomo un vaso de cristal vacío, lo coloco en la mesa, frente a mí y lo observo detenidamente. Visualizo su interior, tratando de equiparar su contenido con mi estado psicológico al momento. Cuando lo tengo listo, lleno el vaso con la sustancia visualizada, y lo bebo.
A veces es agua.
A veces es leche.
A veces es miel, o jugo.
Últimamente es sangre.
Pero no sangre animal. Lo he intentado. La sangre de una vaca no es igual a la de un cerdo, o la de un perro, o la de un ratón. El olor, la viscosidad, la consistencia es distinta. Y vuelvo a repetir el ejercicio, pongo el vaso vacío frente a mí y trato de concentrarme en qué tipo de sangre es, su temperatura, color, cantidad. Invariablemente, sigue siendo sangre.
Llegué a la conclusión de que es sangre humana.
No de cualquier persona. Creí que con probar la mía sería suficiente. Craso error.
Me percaté de lo asqueado que estoy del mundo, y que por mas sangre que bebo, no lograré conseguir que mi estomago deje de revolverse ante la estupidez y corrupción de la especie Homo sapiens.
Así que ya no me la bebo. Simplemente lleno el vaso y lo derramo en el fregadero.
El cuerpo, al basurero, y nadie pregunta nada. Su sangre se va al drenaje, con el resto de la inmundicia humana. Donde debe estar.
Yo sigo con mis cosas. Continúo realizando el ejercicio del vaso vacío.
A veces es jugo.
A veces es jarabe de maple.
A veces es agua.
Otras soda.
Y cuando el vaso se llena de sangre, salgo a la calle nocturna, y tomo al primer imbécil convencido de que lo mejor que puede dar al mundo es un recuento de sus perversiones obscenas y regodeos de prepotencia. Lo llevo a mi sótano, lo degüello como cabra en matadero y lleno de su sangre un vaso.
Le quito la piel y la sumerjo en lejía.
Lo descuartizo y acomodo en bolsas de basura.
La sangre se va por el desagüe. El resto se va al tiradero municipal.
Y el vaso vuelve a estar vacío.~
Dante Vazquez entrevista a Cecilia Oliveros en su columna #ElcostaldelSeñor.
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