Ortuño y sus armas

Reseña del poemario Turbo Girl: historias de la mamá del diablo de Ángel Ortuño (Ediciones Aguadulce & Trabalis Editores, Puerto Rico, 2015)


 

DEBO COMENZAR DANDO las gracias al trabajo en equipo entre las editoriales Ediciones Aguadulce y Trabalis Editores. Gracias a ellas las propuestas latinoamericanas (llegaban muy pocas) siguen entrando a nuestra Isla.

Me encanta cuando el poema se canibaliza para recrearse.  Según Bares, antropólogo de profesión, el porno es todo aquello relativo a la sexualidad que un grupo decide que debe ocultarse –o prohibirse o castigarse– al resto de la sociedad. Lo que hace a esta etiqueta sumamente variable. Lo que antes fuera proscrito por pornográfico  ahora es normal y mañana puede volver a penalizarse. Esta etiqueta vino a cambiar la mentalidad con que nos sexuamos. Ortuño reflexiona sobre esto en el texto ¿Cómo ha cambiado tu vida después del porno? Así el ser mejor felador o felatriz viene acompañado de unas risas pérfidas porque no todo es color de rosa y tampoco negro o blanco o rojo. Esos extremos de cocinar, matar y practicar el canibalismo a lo Hannibal Lecter se encuentran en el reverso del discurso porque el poeta no teme ser relacionado con la cultura pop  o con el gore, que literalmente significa lleno de sangre. No es de extrañar que el próximo poema nos ofenda con su tela rosa. Realmente no nos ofende nada, es que la voz lírica juega con el concepto de enfermedad/inclinación. La policía californiana busca a un payaso que se hace fotos siniestras, imagen que me trae a la mente a It con su sonrisa perversa o a Jason con su hacha. No me parece aleatorio que el peligro se disfraza de aquello más inocente o de aquello más conocido. Esconder las cosas a simple vista es el ardid más inteligente que conozco. Y así de claro está el mensaje. El que quiera ver que vea y el que no… pues créale a los medios ellos saben cómo hacerse creer. Nos guiña un ojo la voz poética, que pérfida es, en Figuritas de acción, donde dos conservadores se hacen eternos; uno en su muerte y otro en su vida. Ay, los políticos, siempre tienen que robar cámara. Descripción de actividades pone de manifiesto la mecánica del civismo. En Su nombre recuerda algo viscoso el poeta roza de paso la ciencia ficción en un género para el que es novel. El encubrimiento de algo siniestro o como dice el título, viscoso, se insinúa. La disculpa es para calmar, quizá, a los futuros colonizados, ¿o la raza que será próximamente exterminada? Este es un poemario rico en su entre/línea. Un libro que se rompe, descuartiza y renace. Si nos fijamos queda una advertencia en el cristal del verso.  Hay que romper el vidrio en caso de incendio. Rompamos el vidrio y por qué no, seamos atrevidos. El poemario prosigue o termina su autofagia en  María tenía un corderito donde un corazón negro devora su negra alma. Fin del discurso. Final de la discusión o tal vez principio. Quien sabe…~

¿Cómo ha cambiado tu vida después del porno?

Definitivamente ahora doy mejores mamadas [risas].
Digamos que no todo es color de rosa y que aquí
todos somos ladrones por igual.
Y, bueno, al respecto de las cosas que,
al menos por el momento,
no hago:

descubrir que mi novia era hombre, matarla, cocinarlo
(tampoco diría que soy celosa o temperamental)
o reunir firmas para que la casa del caníbal
se vuelva un restaurante vegano.

Algunos conocidos
llegaron a verme
en una película,
y cuando me preguntaron si era yo
alguien gritó
CORTE
y los sacaron a patadas
sobre todo en la cara: los dientes
volaron
—como se dice cuando un automóvil
explota y todos estamos seguros de que nadie se salvará.

Eso fue una experiencia que me enriqueció mucho.~

Ángel Ortuño Turbo Girl: historias de la mamá del diablo. (Ediciones Aguadulce & Trabalis Editores, Puerto Rico, 2015).