Martín, Mariana y el otro

La vida de un payaso no es fácil. Un cuento de Gustavo Macedo Pérez.

 

FRENTE AL ESPEJO, Calcetino se quitó la nariz y con los dedos masajeó las dos marcas en forma de media luna que habían quedado junto a sus fosas nasales. Jaló los cabellos rojos y dejó la peluca sobre el inodoro. Liberó su pelo de la media y sacudió la cabeza para desaplanarlo. Calcetino tenía ahora el cabello oscuro y más corto. De la pequeña bolsa gris sacó dos discos de algodón para quitarse la plasta blanca de la cara. Alguna vez regresó tarde, como hoy, y encontró que ya no tenía bolas de algodón. Mariana le prestó uno de estos discos y desde entonces los utilizaba. Aquella había sido la primera vez que Mariana se quedaba en el departamento y así lo recordaba siempre al desmaquillarse. Talló su rostro con las manos mojadas y cuando abrió los ojos se encontró con Martín en el espejo. Junto a él, el reflejo en el espejo abrió mucho la boca primero y apretó fuertemente los labios después. Martín apagó la luz del baño y abrió la puerta.

Mariana no se movió cuando Martín se metió en la cama. Tampoco se movió cuando le acercó la pelvis a las nalgas y la abrazó. Hasta que la mano de Martín llegó por debajo de las bragas a la entrepierna de Mariana dejó de hacerse la dormida y gimió. Más que hacer el amor, fue como si Mariana se dejase hacer el amor.

De nuevo Mariana ya no se movía y Martín miraba hacia donde, de haber algo de luz, vería el techo.

Estabas pensando en él, ¿verdad?, dijo.
No empieces, Martín.
Pues realmente tú empezaste.
¿Yo empecé?
Sí: se nota que estabas pensando en él.
No digas tonterías.
No son tonterías. Es nada más que ya no es como antes.
¿Como antes de qué?
Como antes… de esa vez.

No son tonterías. Es nada más que ya no es como antes.

Mariana se quitó las cobijas de encima y se sorprendió de encontrarse desnuda. Así fue al baño y cerró la puerta. La peluca sobre el inodoro, la nariz en la jabonera, las manchas blancas en las llaves del agua. Recordó esas mismas manchas en su cuello y en sus muslos. Regresó a la cama.

No, Martín. No ha sido igual desde esa vez. Si pudieras ser siempre Calcetino… si pudieras hacérmelo como me lo hizo Calcetino… entonces quizá.~