El odio y la fuerza
Un texto de Gerardo Sifuentes
EL GOBIERNO, LOS noticieros y la religión nos recuerdan diariamente quiénes son los «buenos» y quiénes los «malos» del cuento, no vaya a ser que confundamos los papeles: la polarización vende, y ha sido un arma efectiva a lo largo de la historia.
El libro de cuentos Niños de Viet Nam (1974), del escritor y periodista cubano Félix Pita Rodríguez (1909-1990), filial del régimen castrista, recoge historias dirigidas al público infantil que reflejan de manera idealista el temple y coraje de la niñez de aquel país durante la invasión estadounidense (1955-1975). Estas supuestas anécdotas, cuya temática podría ser descrita como auténtico ‘género negro infantil’, resultan un homenaje al valor de estos infantes y la denuncia de los crímenes y abusos cometidos contra la población civil vietnamita a manos de soldados estadounidenses, hechos documentados que tienen eco en las recientes intervenciones en Irak y Afganistán; en contraste, los soldados de infantería americanos que participaron en este conflicto ahora son calificados como héroes en su país y en el History Channel. Pero no hay propaganda inocente: es también un auténtico panfleto de adoctrinamiento para estudiantes cubanos de primaria, donde se enaltecen las bondades del comunismo e inculcan amor a la patria. Y es que aquí cada niño es considerado un combatiente en ciernes.
Estas historias de guerra son amargas, reunidas en un documento poco convencional, acompañados de bellas y coloridas ilustraciones a cargo de Armando Millares Blanco, propias para lectores incipientes. Cada una tiene su respectiva dosis de lenguaje retórico, tan lugar común de los regímenes comunistas: ‘soldados títeres’, ‘ejército mercenario imperialista’, ‘bombas yanquis’.
«Aquí no hay edad para los héroes», texto que sirve de introducción, habla sobre la tumba de un niño desconocido de cinco años que ha recibido el título póstumo de «Combatiente de honor», no tanto por sus acciones en el campo de batalla, sino por ser una víctima del bombardeo enemigo. «Ky y sus amigos» y «Dé, la que cayó de la Luna», dan consejos sobre cómo lidiar contra las adulaciones de los soldados extranjeros, y no compartir información estratégica en los interrogatorios improvisados. «Duong y los veinte soldados» advierte sobre el trato que reciben los traidores. Hay una serie de narraciones que tratan el papel de los alumnos en tiempo de clases durante los bombardeos: «Las aulas de Viet Nam son diferentes», «Historia de la escuela Huong Phuc» y «Los ojos de la señora Dac», que hablan sobre el efecto de los bombardeos en Hanoi, instrucciones para evacuar las aulas, y la preferencia del enemigo por atacar este tipo de instalaciones. El resto de las historias, «Nombres de niñas», «Hac, el agente de enlace», «Doan Van Luyen, guerrillero», «Ho pudo seguir ayudando», «La trampa» y «Sa tuvo mucho miedo», son ejemplos de heroísmo y sacrificio ante situaciones de riesgo, donde el ingenio y un entrenamiento elemental pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte de las comunidades a las que se pertenece.
Cualquier propaganda es violencia. El último texto, a manera de epílogo, «Van Hoa transformó el odio en fuerza», lleva ese viejo mensaje sobre los invasores tecnológicamente superiores, quienes se ven en dificultades por la férrea voluntad de los defensores. En este, un piloto estadounidense cuyo avión de combate ha sido derribado, cae en paracaídas en los alrededores de un arrozal; Van Hoa, de trece años, lo sigue y procede a arrestarlo, amenazándolo con una vara de bambú. El piloto, a pesar de estar armado, cede ante la determinación del pequeño. «Tal vez vio en los ojos del niño un fulgor hecho con el odio de todos los niños vietnamitas que han visto a sus madres despedazadas por las bombas norteamericanas, con el odio de todas las madres vietnamitas que han abrazado a sus hijos muertos…Tal vez vio todo ese odio justo transformado en fuerza, en una fuerza que todas las armas del mundo no pueden vencer».
Maniqueísta, manipulador, cierto. Pero no falta a su propio contexto, y no se diferencia mucho del discurso heroico que se maneja en EUA. Claro que la veracidad de estas narraciones puede ser cuestionable, pero recordemos que fueron escritas en plena Guerra Fría, y sobre todo qué bando ganó en el sudeste asiático.
Si estas lecturas resultan estremecedoras, y de alguna forma siguen vigentes, pensemos en las historias que no se han contado en un país como el nuestro [México], donde se libra una suerte de guerra poco convencional, donde niños y adolescentes diariamente se convierten en víctimas y sicarios. Habrá falta saber cuál de todos los bandos involucrados las escribirán.~
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