El cuerpo del avatar

«Y es que mientras que la vida es dura la tecnología es blanda. El cuerpo del avatar siempre será perfecto, pero construir el cuerpo que soñamos lleva años, a veces décadas, y en ocasiones toda una vida».

Las redes sociales en particular, y la tecnología en general, han creado un mundo paralelo, un espacio adicional en el que podemos estar y ser, compartir y vivir. Sin embargo, cuando viajamos a esos otros lugares hemos decidido que, siendo nosotros mismos, queremos ser diferentes.

Por eso, entre otras cosas, hemos creado un nuevo género artístico que son las fotos que hacemos para subir a nuestro perfil de Facebook. Nunca hemos posado tanto ni repetido tantas veces una fotografía como ahora. Y luego las recortamos, las retocamos y les sacamos brillo para que hablen bien de nosotros. Del mismo modo, la biografía que hemos escrito en Linkedin, cartas de recomendación incluidas, con frecuencia nos coloca como los mejores profesionales de nuestra especialidad. Los autónomos de toda la vida utilizan ahora cargos como “CEO & Founder” en las empresas unipersonales que habitan, y casi todo el mundo quiere vender que tiene más o mejores contactos que nadie, aunque eso a veces signifique enviar invitaciones a puerta fría a quien no conoce absolutamente de nada.

Inmersos en la tecnología hemos decidido que vamos a ejercitar nuestra mente a través del Brain Training, que Twitter sustituirá en adelante a nuestro periódico de siempre y que vamos a hacer ejercicio usando la Wii. Pero lo cierto es que un estudio ha revelado que el Brain Training no incrementa en modo alguno la inteligencia de nadie, y otro que el gasto calórico suplementario de una persona que se ejercita con la Wii, frente a otra que está tumbada en el sofá, es solamente de unas pocas calorías por hora. Esto sin contar, claro, la importante cantidad de noticias falsas que se publican en redes sociales a diario. Leí en alguna parte que un sitio web se dedica a dar la oportunidad al famoseo para que desmienta las noticias falsas que sobre ellos se publican en otros sitios. Y no deja de ser curioso también eso de los grados de separación. Un día asistí a un evento en el que un tipo nos contó que estaba a solo dos saltos de Obama. Lógicamente, agregarle a mi red me convierte en una persona que está a tres pasos de Obama. Sin embargo, como es fácil comprender, este hecho no cambia mi vida absolutamente en nada.

Y de ahí la constatación: mientras que nuestros avatares de cualquier índole y nuestros perfiles en las redes sociales nos muestran como guapos y vitales, mientras que nuestras biografías revelan que somos el profesional del momento, tanto que casi casi conocemos al mismísimo Obama, y mientras creemos aumentar nuestra inteligencia y forma física haciendo Sudokus y jugando al tenis con un oponente virtual, mientras todo eso pasa, digo, lo cierto es que la obesidad se abre paso como una de las pandemias del momento, que enfermedades que jamás existirían si todos siguiéramos un puñadito de consejos archiconocidos siguen campando a su aire, y que estamos metidos en una crisis que lo que en el fondo plantea, de manera ciertamente contundente, es si realmente somos o no capaces de generar valor de forma sostenida.

Y es que mientras que la vida es dura la tecnología es blanda. El cuerpo del avatar siempre será perfecto, pero construir el cuerpo que soñamos lleva años, a veces décadas, y en ocasiones toda una vida. Nadie ha escrito en su perfil del Linkedin que le han echado del trabajo, ni en Facebook que su pareja le es infiel. En el mundo virtual preferimos conservar solo los bits puros, mientras que nuestros átomos a veces enferman y sufren.

Esto no es un manifiesto ciberescéptico, pero pienso que quizá deberíamos seriamente reflexionar, cada uno de nosotros, en qué difiere nuestro avatar de nosotros mismos, y por qué es así. Si no podemos desnudarnos frente al espejo y gustarnos quizá tampoco debiéramos subir fotos de estudio a nuestro perfil de Facebook. Quizá debiéramos comenzar a plantearnos, esta vez de verdad, dejar de fumar, tomar más verduras y hacer ejercicio. Y quizá, sólo quizá, deberíamos pensar qué podemos hacer cada uno de nosotros para salir de esta crisis en la que estamos metidos.

Porque, al final, la vida es la vida y está hecha de átomos, no de bits. El avatar puede volar por Second Life, pero si nos cansamos al subir escaleras es porque nos hemos echado a perder. Y, créanme, cuando se apague la pantalla siempre nos quedaremos sentados en nuestro sofá de verdad, viviendo una crisis de verdad con nuestro cuerpo de verdad.

Ah, y por supuesto, jamás he conocido a nadie que se haya enamorado de un avatar.~

© Christian González-Pessoa.