Fuego electrónico: las palabras son una maravillosa interfaz
“¿Has oído hablar de Pac Man? Piénsalo. Es como si Kafka hubiese escrito una historia de Lovecraft.”
—Zach Weiner, Saturday Morning Breakfast Cereal
«¿Te gustaría escribir una pieza narrativa de calidad para el final de Minecraft?», escribió Markus Persson el creador del popular videojuego al escritor irlandés Julian Gough. Aunque este último nunca lo había jugado, y su experiencia profesional en esta clase de medio era nula, aceptó la invitación. Para realizar su tarea descargó el software para obtener ideas e hizo lo que mejor sabía: redactó un texto lineal. Aquí entonces hubo un peculiar cruce de narrativas. Se trata de un juego donde se utilizan bloques que, a manera de lego virtual, permiten «construir todo lo que puedas imaginar», es decir edificar un mundo de acuerdo a tus requerimientos y caprichos personales. Dado que en este medio no existen fronteras, Minecraft se puede extender al infinito, así que al imponerle un final a este tipo de dinámica suponía un extraño encargo. La solución a la que llegó Gough fue redactar un diálogo entre dos personajes omniscientes quienes observan cómo se desarrollan los eventos en nuestro propio plano de realidad, donde el universo de Minecraft es concebido como un episodio onírico en el que nos vemos inmersos al jugarlo. Persson publicó íntegro el texto en uno de los módulos, sin incorporar elementos interactivos.
«A veces el jugador soñaba que era un minero, que vivía en la superficie de un mundo plano e infinito. El Sol era un cuadrado pintado de blanco. Los días eran cortos, había mucho qué hacer, y la muerte era sólo un inconveniente temporal… A veces el jugador soñaba que leía palabras en una pantalla… las palabras son una maravillosa interfaz. Muy flexibles, y ciertamente menos terribles que presenciar la realidad detrás de la pantalla… »
La anécdota de la escena final de Minecraft me parece un pequeño ejemplo a manera de preámbulo de la Singularidad, aquel episodio futurista en el que se alcanzaría un nivel tan avanzado a nivel tecnológico que afectaría de manera dramática nuestro entorno, de tal manera que sería prácticamente incomprensible para quienes habitamos el presente. Algo similar sucede en estos momentos con la literatura, en estricta definición, el arte cuyo medio de expresión son las palabras, escritas o habladas; el proceso de transformación que la afecta actualmente causa dolores de cabeza a los puristas, decididos a venerar la ‘palabra impresa’, y sirve de aliciente para legiones de entusiastas, quienes ven en el libro electrónico una transición necesaria para la aceleración del intercambio de ideas.
El uróboros mediático contemporáneo es otro indicio de esta clase particular de Singularidad, que desde cierto ángulo bien puede empezar y terminar con el libro impreso: buena parte de los best sellers o novelas modernas dirigidas al gran público se escriben con la estructura propia de una película, donde incluyen escenas derivadas de clichés propios de Hollywood, a veces cargadas con más referencias al cine que a novelas clásicas. Antes se hacían pelis basadas en libros, ahora los ‘trailers’ de novelas como herramienta de mercadotecnia demuestran cómo ha cambiado esta perspectiva. Las películas taquilleras por su parte, se realizan como si fuesen capítulos extendidos de una serie de televisión, en el entendido que esto dará pie a redituables franquicias. La creación de Random House Television promete series basadas en las novelas que editan (existe también la división RH Film). En este sentido, para cerrar el círculo, la serie de libros Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin probó tener un rotundo éxito entre los fans del género fantástico antes de ser trasladado a la pantalla chica. Pero el colmo llega cuando encuentras el apartado de Wikipedia titulado «Novelas basadas en videojuegos de Tom Clancy»; el universo extendido del autor de Best-sellers, famoso por sus tecnothrillers, en una amplia maniobra transmediática, alcanza los medios electrónicos y regresa al origen del concepto; estás leyendo una novela basada en un juego, que a su vez se basó en el universo de las novelas de un autor, que a su vez se han transformado en películas.
La Singularidad en la literatura tiene antecedentes emblemáticos en gente tan diversa como Rammellzee o William Burroughs, quienes demostraron en la época pre-internet que se pueden transformar ideas literarias fuera del estándar imperante. Las esculturas de letras como suerte de vehículos blindados del primero, le brindan a la tipografía una suerte de vida propia, tridimensional, y la famosa técnica cut-up del segundo, que recuerda el mashup en la música bailable de los últimos años, reconfigura el sentido original de diversos textos para crear nuevos conceptos. La resistencia de varios académicos y autores se limita a calificar estos ejemplos en el mejor de los casos como ‘literatura experimental’. En su estrecho criterio, la literatura que ‘tiene el atrevimiento’ de usar internet como plataforma recibe la misma calificación, a menudo de manera condescendiente. Pero lo que en realidad provoca el escándalo en creadores, editores, críticos y consumidores, es que los nuevos medios electrónicos permiten a cualquier usuario convertirse en artista, organizar comunidades y alzar a sus propias estrellas –efímeras por la naturaleza del medio– al margen del canon. Internet se convierte en una suerte de entidad que lleva el fuego prometeico a los mortales para crear una mitología diferente, aislada, que no afecta al uróboros mediático porque tiene una relación de amor-odio con él. El ‘pánico’ a la desaparición del libro es fomentado por la ‘policía literaria’, una rancia y anacrónica nobleza intelectual; no es el miedo a la desaparición de las ideas, sino al estatus imaginario de los autores, quienes intentan desesperadamente mantener la sacralización del acto de escribir para sentirse dignos merecedores de adoración y privilegios. Dentro de la Singularidad literaria, el monopolio de las palabras ha muerto; no se trata del formato, se trata del contenido, las palabras para expresarlo y las peculiares formas en las que puede sobrevivir y contagiarse. Al final se trata de contar historias y transmitir ideas.~
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