Con fondo azul

Un texto de Camille Cornu / traducción de Varenka Bello

 

 

ME ESCRIBO PORQUE ESTOY AUSENTE.

Ya pasará. Ya volverá.

 

Tengo precisamente un lugar en el cual estar presente. Acabo de adquirirlo. Está situado en París. Estoy ausente pero me espero con ansias, con impaciencia. Admiro el lugar donde visualizo mi próxima encarnación. Lo devoro con los ojos. Lo muerdo con los párpados. Hay lugar suficiente para que yo pueda existir en varios ejemplares, si los primeros salen mal. Desde mi ventana puedo contemplar el bulevar periférico. Puedo verlo pero no podría estrellarme ahí si salto, está muy lejos. Sigo buscando una solución para los borradores de mi presencia.

Volveré, pasaré. Quizás también otras personas. Me escribo en mi ausencia para tener noticias mías y así alentarme a reencontrarme. Tengo un lugar donde recibirme, es un buen argumento. Quizás no todo esté perdido. Aún se pueden pegar mis fragmentos. A mi regreso, quizás vengan otros a unírseme. Esto será imparable. Reformaremos la totalidad.

Pinté la pared, elegí tu color favorito. Es azul. Eres un ser melancólico, dices. Yo no te veo así. Sabes que nadie te ve así, por eso afirmas tu melancolía declarando el azul como color oficial de tu personalidad. Dices el azul soy yo, es mi vida. Qué importa.

Como de costumbre, acabo de mudarme. Manifiestamente este color no es adecuado para una pared. Opté por el sofá para que mis amigos tengan donde dormir de ser necesario. Añadí un sillón y varias sillas plegables en caso de invitados inesperados. Quizás algún día vengan. Hay papitas por si acaso. Instalé un grueso perchero en la entrada. Acomodé todos mis abrigos en el armario, para que esté desocupado. Lavé mi masiva colección de copas de cristal antes de acomodarlas en mi nueva repisa. Lustré la superficie de mi mesita de centro. Compré de urgencia una planta de interior para darle un toque de vida. La puse en un lugar visible. La instalación salió bien, coloqué la maceta, estaba pesada, me liberé de mi carga, fue un alivio. Ya no la cambié de lugar.

Limpié todo para estar lista.

Solo quedan algunas manchas de pintura en mi ropa. Manchas azules. Pensé que no importaba porque la pintura no es algo sucio. La prueba: la lavo y sigue ahí. Ahora combino con mi pared, es coherente. Me gustan las cosas coherentes.

Pongo la mano extendida en la pared recién pintada. Pareciera estar seca. Dispongo varios objetos sobre la mesita de centro para crear un efecto natural. Casi se podría decir que alguien vive aquí. Hundo los puños en el sofá, lo pruebo con los codos y las rodillas. Es perfectamente firme. El perchero vacío parece un árbol otoñal, es el momento adecuado, aquí todo es coherente. Me apoyo en el respaldo del sillón destinado a mis invitados inesperados. Es sólido y está bien arraigado al apartamento. No soy nada al lado de tanta seguridad y firmeza. Mi presencia desaparece aún más, no puedo competir con eso.

Todos esos muebles han sido concebidos por profesionales, hasta los entregan con un prospecto. Leí el del sillón por ejemplo. Venía ilustrado. El sillón podía armarse con o sin ruedas. Yo necesitaba estabilidad pero igual opté por las ruedas, pensé que eso divertiría a mis futuros invitados. Terminé de convencerme decidiendo que la risa y la diversión permitirían conservar la presencia con mucha más estabilidad que la ausencia de ruedas. Al parecer logro conservar un poco de lucidez. A ti de todas formas te encantaban esas ruedas y yo te miraba deslizarte con fondo azul.

Me escribo porque estoy ausente y eres tú quien vuelve, nuestras ausencias se aman más que nosotros, nos toman el pelo. Pero yo no vuelvo, tu ausencia llama a la mía y me busco, quizás esté contigo en otra parte, quizás tú hayas logrado estar presente en algún lugar, podrías ponerme al tanto. Si me ves avísame me estoy buscando, me preocupa, le falta algo a mi decoración y sé de sobra que soy yo, todo ha quedado dispuesto para los posibles invitados pero mientras no esté de vuelta nadie los invitará. Hay vacíos así, que implican muchos otros.

Estoy indiscutiblemente ausente y anhelo que alguien pueda lograr estar presente en mi hábitat natural. Sueño con una persona. En la ausencia se sueña mucho. Habría alguien a quien invitar. Luego esta persona me invitaría a su vez. Me llamaría. Me haría gestos de lejos. Pero yo no reaccionaría. Entonces la persona caminaría hacia mí y me levantaría. Extendería sus brazos así, los colocaría a cada lado mío, me levantaría y me trasladaría sin doblarme. Al colocarme nuevamente en el piso yo estaría completamente recta, lo cual permite estar de pie sin pensar, así que para los ausentes funciona. Progresivamente yo aparecería de nuevo y por ello sería otra vez plegable pero ya no sería necesario puesto que ya estaría presente, ya no tendría caso llevarme de vuelta. Sería capaz de caminar sola. La presencia permite avanzar.

La persona entablaría una conversación conmigo, como lo hacen las personas presentes. Me preguntaría por qué esta pared es azul. Pues sería una nueva persona y no estaría al tanto. Todo es nuevo, salvo la pared porque es tu color. En cambio, mis manchas azules son nuevas porque son un error. Un desbordamiento. Un desbordamiento del pasado sobre la ausencia.

La persona haría todas las cosas esperadas, colgaría su abrigo en el perchero, el resto de su ropa también si el calor triunfa por encima de los modales. Enseguida nos haría falta un sacacorchos. Y justo tengo todo listo, está guardado en el cajón. Pues ella habría traído una botella y yo la serviría en una de mis copas y le daría papitas. No se las ofrecería, las pondría en la mesita de centro perfectamente lustrada en un recipiente adecuado, como si fuera una obviedad. La persona se adaptaría rápidamente a la situación y se serviría desenfadadamente. Después, ligeramente ebria, la persona se deslizaría jovialmente en mi sillón con ruedas. Yo la contemplaría estar presente dentro de mi propia decoración y entonces me persuadiría de que es posible.

Pero la persona no está aquí. Yo tampoco pero volveré. Pasaré. Desde lo alto de mi ausencia admiro el vacío que me rodea sin tocarme. El bulevar periférico también me rodea. Me estrecha entre sus brazos pero no siento nada. El vacío de la decoración me oprime contra él y tampoco siento nada. Si lanzo objetos por la ventana no sé dónde aterrizarán. Si lanzo mi ausencia por la ventana no sé dónde aterrizará. Así que lanzo a la persona por la ventana, quisiera que aterrizara en el bulevar periférico, eso me daría la impresión de una coherencia inexplicable. Siento mucho haber lanzado a la persona pero los muebles son demasiado pesados. Las personas imaginarias son ligeras. De hecho no era más que una ensoñación sin consecuencias. Era el borrador de mi enojo. Todavía dudo entre la perfección y la destrucción. Elegir podría ayudarme a volver.

Un día saliste de aquí a pesar del azul y de las ruedas. No sabíamos que era la última vez. No hubo signo alguno que lo predijera. Las cosas se mudan de mí. Yo no quiero aprisionarlas. Intento pintar paredes. Tengo experiencia, volví a pintar mi pared de tu color favorito. Y enseguida este color está por todas partes, me rodea como un extranjero de tu ausencia. Tú ya no vienes más y el fondo azul queda vacío. La pintura ya se está desmoronando. Venimos del caos y éste nos acorrala por doquier.

Cuando estabas aquí deambulabas por mi suelo en calcetines y era como si fuéramos una familia unida y que fuera una mañana de Navidad. Cuando traías tu pijama yo exultaba. Cuando olvidabas tu ropa interior la lavaba, la doblaba religiosamente y la acomodaba en el mismo lugar que la mía. Nuestra ropa tenía el mismo lugar y nosotros compartíamos la misma cama. Tú lavabas los platos. Lo comprobé, ya no queda nada de ropa interior tuya. Afortunadamente queda una pijama. No tuve el valor de lavarla. La doblé descuidadamente y la puse bajo la pila.

Después cerré el armario. Acabaré por olvidarla, en algunos años la encontraré y será lo que se llama un recuerdo. Para entonces quizás yo ya esté de vuelta. Mi presencia será ligera y ya no recordaré la ausencia. O bien pensaré en ella como un momento de extravío, me diré: qué ridículo. Encontraré tu pijama y ya no recordaré la violencia con la cual habitabas mi decoración mientras revestías tu uniforme de intimidad.

Me escribo porque estoy ausente. Volveré. Sin ti para habitarlos estos objetos se vuelven extraños y ya no sé cómo convivir con ellos, mi cuerpo ya no está familiarizado. Me atraviesan sin tocarme. Cuando estabas aquí en calcetines o en pijama con fondo azul esta presencia me impactaba con o sin ruedas. Ya estabas violentamente lejos de mí. Ya estabas violentamente lejos de mí y ahora nuestras ausencias al fin concuerdan.

No rompí ninguno de mis muebles. Lancé a la persona imaginaria por la ventana. Tú te fuiste solo. Estoy ausente, no sé a cuántos borradores de mi presencia tenga derecho antes del plazo de expiración. También podría pintar de nuevo la pared o quitarle las ruedas al sillón.

 

 

Varenka Bello es originaria de Xalapa, Veracruz (México). Reside en París desde hace diez años. En esa ciudad estudió su primera maestría en Estética y Estudios Culturales (Université Paris 1) así como la segunda en Traducción (Université Paris 8). Es traductora independiente de literatura y humanidades. Ha participado en diversos proyectos culturales y asociativos. También realiza montaje de escenografía.