IRREVERENCIAS MARAVILLOSAS: La trascendencia de los símbolos
«El poder de lo místico, de lo esotérico y de cualquier tipo de magia, reside siempre en la convicción y credulidad que tengan los involucrados». Irreverencias maravillosas: La trascendencia de los símbolos, por Lola Ancira.
El hombre, desde que tuvo uso de razón, atribuyó los fenómenos naturales y los actos deliberados de los humanos a energías positivas y negativas, al «bien» y el «mal», así como a deidades supremas, como los dioses, o a seres mitológicos o sobrenaturales, como los demonios.
Los primeros seres humanos atribuían los fenómenos meteorológicos y climáticos a los dioses creados a su semejanza, y también eran conscientes de la necesidad de idear una serie de objetos para protegerse del mal y las fuerzas negativas a las que eran vulnerables por completo. La espiritualidad generalmente va unida a la superstición e, incluso, podría afirmarse que los símbolos de cualquier religión funcionan como amuletos. Sí la ansiada protección llegó en forma de talismanes y amuletos, ambos son representaciones ideológicas y de protección pero con sutiles diferencias.
La palabra «talismán» proviene del persa telesmat y éste a su vez del griego telesma, y representa a un objeto activo al que se le atribuyen cualidades sobrenaturales positivas. A través de un ritual con una finalidad definida y, a veces, mediante una inscripción, se le confiere al objeto en cuestión el poder necesario para resguardar a su creador o propietario u otorgarle algún privilegio. El término «amuleto» tiene su origen en el latín amuletum, es un elemento simbólico que se lleva puesto y al que se le otorga la capacidad de atraer beneficios o de repeler la maldad, y su energía es inmanente. Son objetos denominados pasivos, sencillos y que se pueden encontrar directamente en la naturaleza, como piedras preciosas, gemas o metales, o ser de origen vegetal o animal, y se portan en anillos, dijes o monedas; o son por completo fugaces e inmateriales, como las plegarias.
Una de las principales culturas en hacer uso de los amuletos fue la del Antiguo Egipto: están presentes en todas las excavaciones de tumbas y descubrimientos arqueológicos que se han realizado hasta ahora. Hechos de piedra o metal (generalmente lapislázuli, turquesa, oro o hierro) y portados por las momias; o representados en inscripciones lapidarias, el Udyat u Ojo de Horus (protección), el Ankh o la crux ansata (vida eterna) y el Escarabeo (resurrección) eran sus amuletos principales. El Libro Egipcio de los muertos contiene información sobre los nombres y cualidades de la mayoría de ellos, pues algunos eran usados específicamente para la protección del difunto. En ocasiones, también era necesario que transcribieran sortilegios que eran depositados en las tumbas.
Uno de los amuletos más conocidos es la Mano de Fátima o Jamsa, que es la representación simétrica de una mano con la palma abierta. Sus primeras apariciones datan del siglo III, en Siria, y posteriormente en Israel. Representa fuerza y protección (principalmente contra el «mal de ojo»). Las religiones de ambos países prohíben estas prácticas, pero el amuleto es muy popular en Occidente. Otro es el Nazar u Ojo turco, que es la figura de un ojo de iris azul en una gota blanca y protege contra las energías negativas. Surgió en el 3000 a. e. c. en Anatolia y actualmente su uso es muy común en Grecia y Turquía. Representa un ojo porque sus creadores creían que la energía del cuerpo fluía a través de los ojos, y éste [amuleto] estaría siempre atento a proteger a su dueño.
Entre los talismanes más populares se encuentra el pentáculo o pentagrama, una estrella de cinco picos y ángulos agudos que representa un elemento de la tierra (una figura humana), omnipotencia y protección. También la esvástica, suástica o cruz gamada –que tiene los extremos doblados en ángulos rectos–, y a pesar de estar asociada negativamente con el régimen fascista de Hitler en el siglo XX ha sido utilizada por el hinduismo, el budismo e incluso por el cristianismo y las culturas paganas. Debido a que es uno de los monogramas más antiguos, ha representado diversos conceptos, pero los principales son la reencarnación, la divinidad absoluta y la fortuna.
Un conocido talismán de la literatura fantástica es el Anillo Único, con una poderosa inscripción en lengua negra, que aparece en varias obras de J. R. R. Tolkien.
Lo cierto es que la necesidad humana de crear vínculos y atribuir poderes a ciertos objetos significativos y con un valor sentimental los hace cobrar un carácter único. Indistintamente de la posición que se tenga al respecto, existen una realidad inalienable: el poder de lo místico, de lo esotérico y de cualquier tipo de magia, reside siempre en la convicción y credulidad que tengan los involucrados. Esta necesidad se puede explicar con la Regla F o fictivización del filósofo Siegfried J. Schmidt que, resumiendo, explica la existencia implícita de un pacto donde los participantes aceptarán como «real» o «verdadero» todo lo creado por el autor, haciendo un acuerdo para no juzgar una obra, que en este caso se extrapolaría a cualquier tipo de talismán o amuleto como algo verdadero o falso, pues los criterios de veracidad quedan suspendidos. Un amuleto o talismán es un pacto aceptado tácitamente y se da según el contexto o la diferente realidad interpretativa mediante la cual sea percibido.~
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