¿A falta de educación, la pluma no sirve? | blog vozed

Elisa es estudiante de literatura, quiere ser periodista. Le preguntamos cómo es la vida de una joven que quiere escribir. Esto es lo que nos contestó.

 

HACERSE ESCUCHAR EN un mundo dominado por los hombres es, en casi todas partes [al menos en una sociedad latina], un esfuerzo adicional y el pan de cada día de la vida profesional de una mujer. La gran mayoría de mujeres tendrá que vivir con esta experiencia.  Seguido se van a tener que enfrentar con una oficina en la que no son bienvenidas ni bien vistas, donde son consideradas el sexo débil y donde el trabajo importante se les deja a los hombres. Aún siendo una mujer educada, tendrá que competir no únicamente contra personas que saben lo mismo que ella, sino que tienen el apoyo de la sociedad, el sistema y la compañía, en varios de los casos. La realidad reside en que, ante los ojos de quienes importan en el mundo del trabajo, las mujeres servimos para pocas cosas, y es raro que tengan puestos de importancia [basta ver las estadísticas]. En muchos casos, las mujeres son el entretenimiento. Son lindas a la vista, se ven bien de falda, pero no son consideradas particularmente inteligentes.

Desde el mundo de escritura, les cuento mi experiencia.

Las mujeres que escriben están en extinción. En un mundo y una sociedad dominada por el machismo y  la falta de igualdad de los derechos entre los sexos, no es sorprendente que, como ha sido desde el principio de los tiempos, las mujeres y las letras al parecer no se lleven. Siendo así, es de esperar el dominio por los hombres y que exista una falta preocupante de mujeres que escriben. En muchos casos no es por no querer. Es por la educación que recibimos. Se los digo yo, que estudio en una de las mejores instituciones de México. O, al menos, una de las más caras, definitivamente.  Aquí, al alcance de mis ojos, están las pruebas que no hay falta de mujeres inteligentes, sino falta de instituciones comprensivas e interesadas.  Eso, y un afán de tratar diferente a las potenciales escritoras. No se les educa para que sepan qué lo que quieren decir es de importancia, y es válido. No se les recuerda que expresarse no es un pecado, ni es algo sobre lo que una debe sentir vergüenza, y que los pensamientos que se van a plasmar son valiosos e inteligentes. No se les dice que son suficientemente importantes para considerarse una obra de arte.

[pullquote]En muchos casos, las mujeres son el entretenimiento. Son lindas a la vista, se ven bien de falda, pero no son consideradas particularmente inteligentes.[/pullquote]

Escribir es aprender a expresarse de una forma diferente día con día, y seguir empujando los límites de lo que ya se conoce para descubrir nuevas formas y expresiones que se le pueden dar a la belleza escrita. Las reacciones que he visto, al decirle a la gente que me interesa ser escritora se pueden dividir en dos partes: la primera es la incredulidad: «¿En serio? ¿Qué, no te vas a morir de hambre?». Ésta reacción es común: indistinto del sexo. La preocupación por los bolsillos del escritor siempre es el caso. La otra, se relaciona directamente con mi sexo, es: «¿Y tú (mujer), para qué quieres escribir? ¿Tienes mucho que decir?»

Sí. Mucho. Tengo preocupaciones políticas y sociales. Me gustaría escribir ficción, pues los libros que marcaron mi joven vida son historias fantásticas. Quiero educar. Quiero lograr un cambio. Es de mi interés directo que la gente comience a leer y a escribir como se debe. Porque puedo, también.

Pero desde muy pequeñas, es bien visto –y así lo he vivido– demostrar gran intelecto pero nunca olvidarnos de nuestro lugar. Yo era el orgullo de mis padres; a la edad de 3 años, yo hablaba, leía y escribía a la perfección en inglés y español. Sin embargo, no me podría pasar de la raya: se me levantaba la ceja y era sinónimo de «suficiente». Si la niña habla demasiado, se le pide de una manera amable pero firme que se calle. «No hables cuando no se te habla. ¿Qué sus papás no la educaron?» «¡Tiene una bocota!» «Ay, pero qué mandona es una chiquilla que desea que se sigan sus ideas.» Que tenga capacidades de líder (si eso era lo que demostraba) no quiere decir nada. Al contrario, quiere decir que la niña emberrinchada no soporta que le digan que está mal. La niña debe ser una echada a perder, de lo peor. A los varones que demuestran cualidades de líder, se les dice que deben explotar su potencial, que no deben «dejarse ir», y que serán capaces de mover montañas.  Queriendo ser la responsable de un comité de ciencias en la primaria, me dijeron que no podía porque era niña. ¿Cómo? Yo no entendía nada. ¿Eso que tiene que ver? Saqué las mejores notas posibles en todos los exámenes. Creo que era más que evidente que sabía lo que hacía. Pues, al parecer no. Mi sexo no me permitía trabajar con números, con fórmulas, o ser inteligente. Ahora detesto las matemáticas. Está es una anécdota de muchas otras, todas las tenemos.

Si imposibilitan a una niña que desea hacerse escuchar, van a acabar con un grupo de mujeres que, habiendo sido entrenadas para no hablar, tampoco van a escribir.  No van a querer hablar porque van a sentir que nadie las escucha, y sobre todo que no importa lo que escriben ni lo que dicen. Se les hacer creer una historia donde las mujeres que se expresan se quedan solas. No está de menos recordar que, para que las mujeres se pudieran educar en un pasado se tenían que vestir de hombre o entregarse a la disciplina de la Iglesia Católica. ¿Casada y educada? Nunca.  A final de cuentas, a quién no le dijeron: «mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin.»

[pullquote]Cuando tuve edad para comenzar a salir, mi madre me dio como «consejo» […] No hables mucho, no lo vayas a cansar.[/pullquote]

Sobre el matrimonio: «Ay, hijita. Me emociona tanto poder planear tu boda.» «¿Boda? Mamá, tengo 15 años. No me entiendo con los chicos. Y, francamente, creo que no les gusto.» «Ay, lo único que te falta es sonreír más y hablar menos. Han de decir que piensas mucho y eso los ahuyenta.»

Cuando tuve edad para comenzar a salir, mi madre me dio como «consejo» una lista de cosas para hacer y no hacer estando con el potencial novio. No hables mucho, no lo vayas a cansar. No le hables por teléfono ni le escribas mensajes, porque seguramente va a pensar que estás loca. No le digas que lo amas hasta pasados los tres meses de novios. A grandes rasgos, Elisa, no te expreses. Ah, y no pidas mucho de comer. No vaya a pensar que le vas a salir cara.

Y sí. Expresarme con un cariño acerca de un sentimiento desconocido y completamente nuevo para mí, me salió caro. Me quedé sola. Al parecer escribir coplas y poesías de amor y entregarlas no se hacía. Eso era para el conquistador: para un hombre. Sí, me dejó ¡por escribirlas y no porque fueran malas! (Igual y no sabía que eran malas).

Las mujeres de mi generación, en pleno siglo xxi, ya adultas y estando en «edad para casarse», no van a hablar y a hacer escuchar sus opiniones, porque se les ha indoctrinado que una mujer que habla no va a encontrar pareja. Es más fácil quedarse callada y permitir que las decisiones se hagan por una a arriesgarte a perder a tu esposo/novio.  «Ella me gusta porque es bien calladita y modosita.» Y, a nadie le cae bien una persona que opina mucho. Y menos si es mujer.

El que se nos eduque para no opinar y medir nuestras palabras resulta en un error, pues se condena a la mitad de la raza humana a esconder sus sentimientos y sus observaciones, que al ser diferentes de los de un hombre, pueden abrir un horizonte amplísimo que permitiría no nada más el descubrimiento de mentes brillantes, sino que una mejoría completa por donde se vea.~