Antagonista, la historia de un ser equivocado #vozed_cuento

Antagonista, la historia de un ser equivocado, por Inma Sánchez, es el cuento ganador de #vozed_cuento

 

NO CAMBIARÁ. NO puede. Ya sea por su condición de ser o por lo que, con el paso del tiempo, aprendió a valorar, mejor dicho, a desvalorar. Sea por la cuestión que sea Koen seguirá siendo ese hombre al que ellas amaron y para las que nunca tuvo tiempo más allá de esas cuatro paredes. No puedo culparlo. A pesar de la rabia que me produjo haber mordido su anzuelo, haber sido atacada por sus alaridos y persuadida una vez tras otra cuando me invitaba a perderme entre sus sábanas, vivir el día con las persianas bajadas y hacer de su madriguera el lugar que más deseara. Aunque una parte muy pequeña de mi interior me dijera que llegaría el momento en el que yo me armara de valor y mudara mi piel, me dedicaba a vivir en el sinvivir del Carpe Diem que Koen me provocaba y al que tanta alusión hacía para que acabara desnuda, entregada e indefensa, sin más armas que un ferviente amor juvenil en mi pecho y una frase que se repetía en mi mente y la que un día se volvería contra él. Carpe Diem era lo único que necesita. Al menos era lo único que me alentaba a volver a meterme en su boca y a seguir con esa historia de desamor hacia uno mismo.

Han pasado años, no sé cuanto tiempo hace desde que decidí que era el momento de empezar a ponerle fin a esta relación. Supongo que ya terminó por aquel entonces, ni siquiera lo sé. Pues cuanto más lo sueño, más se aleja y cuanto más consciente estoy, vuelve a aparecer de la nada para no sé qué. Un mensaje, una señal, una llamada de atención o quizás un gesto rencoroso de amor teñido de amistad y seguido de indiferencia repugnante y bravuconería vergonzosa. Es Koen. Un ladrar por ladrar pidiendo a la luna que lo admire. Un hombre que, creyéndose astuto, no se daba cuenta de que se convertía en el mayor maestro de la frialdad, la desconfianza y el rechazo.

Hoy mi teléfono sonó, era él. El mismo lobo que disfrazado de cordero quiso preguntar cómo me encontraba. Un mensaje amable. Sólo uno, el primero. Pues por mucho que quiera negarlo no puede estar en paz consigo mismo, conmigo, ni con todas ellas cuando me buscaba en otra piel y en la mía ya no podía estar. Porque quiso demasiado tarde. Porque quizás yo fui parte del mismo juego en el que ellas ahora son partícipes. Piezas que se enredaron en una trampa marañosa que él cree resolver a su antojo. Porque, quizás, nunca quiso aceptar que un lobo solitario y orgulloso podía enamorarse de la inocencia más pura y vivaz hasta que fue tarde y sólo pudo alimentarse de agrias mordidas y bellos recuerdos.

Yo misma, día tras día y año tras año, encontré el veneno adictivo del placer y del sentirme mal amada, controlando mis instintos más animales de gritar un te quiero con mis labios. A la vez, trasnochaba junto a él, mordiendo fuertemente las sábanas antes de dormir para no exigir un por qué sin respuesta y a media noche no soltar un te odio desde lo más profundo de mi ser.

Tanto odio, tanto amor, tantos disfraces, tanta pasión… Castigo y culpa acabaron mezclados, barridos por un terremoto de sentimientos con los que yo me convertí en él. Y él en mí. Mi inocencia desapareció y él se convirtió en el ser más vulnerable. Jugué con él, lo amé, lo lastimé, lo desprecié, lo humillé… Todo tal cual él me había enseñado a amar. Y él me buscó, se rindió, me perdonó y quiso tal y como yo lo había amado. Fuimos dos, fuimos uno. Con la pena de haber sido dos polos opuestos que se quisieron a destiempo y dejaron que lo peor del otro ser destrozara nuestra esencia convirtiéndonos en lo que nunca quisimos y que, a la vez, tanto uno del otro admiramos.

Tuvo que pasar el tiempo, poner distancias y volver a encontrar nuestros caminos por separado para volver a ser lo que un día fuimos, lo que un día pensamos que éramos y así llegar hasta hoy. Dos seres dañados, dos seres más fuertes y dos seres ni tan buenos, ni tan malos. Dos seres dispuestos a caer en otra trampa, pero a defendernos con fuerza y con uñas y dientes si es necesario.

Esta noche, sola en mi cama, a mil caminos de la suya, apago el teléfono y me atrevo a escribir estas líneas por primera vez, mientras que sólo puedo imaginar a Koen sentado en una silla, intentando aparentar que guarda la compostura a la vez que se derrumba por dentro. De nuevo, solo en la mesa, donde aún tiene frescos los recuerdos de su último proyecto ya marchito. Donde siente miedo al verse a sí mismo junto a su sombra. Donde piensa en mí mientras por segundos se le entrelazan dos caras de la misma moneda, a ratos buena y a ratos mala. A ratos yo, a ratos ella.

Aquí, yo escribo y empapo con el agua que me cae estas letras. Renegando de aquellos Carpe Diem y haciendo alarde de lo que a base de negación y testarudez, por mi parte, conseguí aprender de su boca: “eres libre para irte cuando quieras”. Ahora, despellejo esa hipocresía encerrada y confieso: esta fue la historia de desamor de dos antagonistas, la lucha sin fin de dos seres equivocados… Por volver a amar, por volver a ser amados.~