Los malos del cuento
No es raro encontrar calificativos [de] como a las personas que les toca ser ‘el malo del cuento’.
I don’t know about what happened… because once you start writing, it ALL becomes fiction.
Storytelling (Solondz, 2001)
SABEMOS QUE AL término de una relación de pareja algunas veces hay dos versiones distintas de lo sucedido, en especial si el desenlace tuvo cierta carga dramática, y una de estas partes es la que se lleva lo peor, aquella en quien recae toda la culpa de llevar el compromiso a la deriva. Si bien la vida no es como en las películas o novelas, existen quienes se perciben como héroes de su propia aventura al momento de contarla a los demás –especialmente en redes sociales–, donde el «guionista» de su vida, figura que lo exime de toda responsabilidad por las decisiones tomadas –a menudo las equivocadas–, es quien marca los vericuetos de su historia personal, en la que debe enfrentar «villanos» que obstaculizan sus metas. Con el ejemplo de las relaciones de pareja, están el «esposo posesivo», la «amiga metiche», el «suegro conservador», y otros tantos arquetipos comunes entre la clase media occidental.
En el marco de la cultura popular, una visión simplista de la realidad –favorecida por noticieros, gobiernos y religiones– nos indica que en este mundo sólo existen tres categorías de personas: villanos, héroes y víctimas, en el entendido de que estas últimas son las que caen en las redes de los primeros para ser rescatadas por los segundos. Estos estereotipos –reforzados hoy en el inconsciente colectivo mediante series de televisión, caricaturas, películas y novelas– han estado con nosotros desde hace siglos, y si bien suelen reconocerse de inmediato en el ámbito de la ficción, lo cierto es que en el curso de la vida diaria, al interior de instituciones, movimientos sociales, regímenes políticos, periodos históricos, han tenido representaciones encarnadas desde la perspectiva social y psicológica. A nivel histórico, la idea de ‘maldad’ como ahora la entendemos comenzó en los conceptos religiosos occidentales. En la moral cristiana, la noción de ‘gente mala’ se refería a aquella que desafiaba a su dios, ya fuera desobedeciendo sus preceptos o ignorándolos, y creyendo en otras deidades. Fue este maniqueísmo lo que dio cauce al concepto moderno que tenemos acerca de los villanos.
El origen de la palabra está en la Europa medieval. En aquella época los llamados ‘burgueses’ y ‘villanos’ eran una clase social que trabajaba sólo para la aristocracia; los burgueses eran los empleados dentro de las murallas de las ciudades o burgos, mientras los villanos lo eran en el exterior, es decir, en las ‘villas’ o casas de campo de los aristócratas. Los diccionarios franceses e ingleses datan el uso de la palabra hacia el siglo XII, como un epíteto de persona ‘depravada’, de poca cultura y malas intenciones. Se le utilizó con frecuencia como sinónimo de canalla, para referirse a alguien predispuesto a cometer actos criminales. Pero en realidad era la visión despectiva de la aristocracia hacia sus sirvientes; en la tradición cristiana, los ‘nobles’ eran individuos cuyo abolengo había sido concedido por Dios, y por tanto se esperaba que fueran rectos y confiables, mientras que los burgueses y villanos, aunque gozaban de cierta autoridad social, no contaban con antecedentes divinos y por tanto eran propensos a cometer fechorías, abusando de ‘la gente buena’ que los protegía y daba empleo. A la fecha, la palabra ‘nobleza’ es un adjetivo con el que se designa a personas generosas, leales y sinceras. Con el advenimiento de la Revolución francesa el término ‘burgués’ fue sustituido y adquirió otra definición, para hacer alusión a las clases privilegiadas, no obstante prevaleció cierta connotación peyorativa. Villano, por otro lado, mantuvo su funesto significado.
Aun cuando el concepto de villano es una construcción social, el término literal ha sido exclusivo de las obras de ficción. Este personaje es la contraparte del héroe; aquel que se opone al protagonista; sin este equilibrio, una obra popular podía ser aburrida. Muchos personajes identificados como villanos fueron inspirados en hombres y mujeres de la vida real cuyas acciones al ser representadas en obras de ficción les valieron esta etiqueta, convirtiéndose a su vez en arquetipos; por ejemplo, el barón francés Gilles de Rais (1404-1440), prolífico asesino serial, inspiraría a Charles Perrault (1628-1703) para ser el villano del cuento Barba Azul (1697); el conde vampiro Drácula, personaje de Bram Stoker (1847-1912), es producto de las leyendas alrededor del príncipe rumano Vlad Tepes (1431-1476).
Estas y otras historias han sobrevivido en el tiempo al punto de que, al descubrirse a una persona cuyas acciones parecen similares a las de un arquetipo, se le adscribe con la misma etiqueta. De este modo, no es raro encontrar calificativos similares en las noticias del día, o incluso en las historias personales, como a las personas que les toca ser ‘el malo del cuento’.~
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