Una monografía
«¿Son tan predecibles los seres humanos? ¡Por supuesto que lo son! El hecho de que estén en el tope de la cadena alimenticia no los exime de su calidad de animales; racionales, tal vez, pero aun así animales y, como éstos, sujetos a una serie de comportamientos que los vuelven muy predecibles.»
¿SON TAN PREDECIBLES los seres humanos? ¡Por supuesto que lo son! El hecho de que estén en el tope de la cadena alimenticia no los exime de su calidad de animales; racionales, tal vez, pero aun así animales y, como éstos, sujetos a una serie de comportamientos que los vuelven muy predecibles.
Por ejemplo, un estudio reciente sobre el tema afirma que el comportamiento humano es predecible en un 93% [1]. Según comenta Yaiza Martínez —quien fue la que escribió el artículo— los investigadores basaron dicha conclusión después de estudiar los patrones de movilidad y desplazamientos de una muestra de 50,000 personas durante tres meses (la «previsibilidad», tal y como se ha considerado en esta investigación, sería la probabilidad con la que se puede prever la localización de cada individuo en un periodo de tiempo futuro de una hora, en base a su trayectoria previa).
Que me perdonen Yaiza y el equipo de investigadores de la Universidad de Notheastern, pero la conclusión del estudio es estúpida. ¿Qué esperaban? Después de todo, cuando uno sale de su trabajo es para regresar a su casa, o ir al cine, o al supermercado, o a cualquier otro lugar al que acostumbre ir después del trabajo en el lugar donde vive. Nadie que viva en la Ciudad de México toma el autobús con destino a Estocolmo, por la sencilla razón de que no hay autobuses que vayan tan lejos.
Perdonen que reduzca mis argumentos ad absurdum, pero es que se han hecho tantos estudios científicos acerca de la predictibilidad humana, que su solo número los debería de alertar. Pareciera que a los seres humanos les aterra la idea de ser tan predecibles.
Por eso pregunto, ¿a qué tanto alboroto?
El filósofo Immanuel Kant, que murió a los ochenta años, pasó toda su vida dentro o en los alrededores de Königsberg, su ciudad natal. Se dice de él que consultaba cada mañana un barómetro y un termómetro que tenía junto a su cama para saber cómo vestirse ese día. También, que daba su paseo vespertino tan puntualmente, que sus vecinos ponían sus relojes en hora cuando aparecía en la calle [2]. Es difícil imaginarse a un ser humano más predecible. Sin embargo, esto no impidió que llegara a ser un gran intelectual, ¿verdad?
Porque ser predecible no supone una debilidad. De hecho, es una de las características principales de los seres humanos. La realidad es tan compleja, que si se le quiere dar un sentido a ésta es necesario desarrollar ciertos hábitos de comportamiento que permitan al menos la ilusión de libertad.
Sí, ilusión: los seres humanos son tan parecidos entre sí, que esa libertad de la que se creen poseedores es un espejismo. O al menos eso parece cuando vemos cómo los que desean el poder se aprovechan de la predictibilidad de los demás.
Para nadie debería ser un secreto que el poder político influyó bastante en los esfuerzos de los astrónomos sumerios y mayas para predecir los movimientos periódicos de los astros en el cielo, ya que es de todos sabido que los hombres pueden controlar aquello que pueden predecir. Quien conoce el calendario puede hablar en nombre de un dios.
Es por eso que no debe de asombrarnos que en nuestros días sean los políticos, publicistas y mercadólogos los sustitutos de los antiguos sacerdotes. Y tienen el control, por supuesto, porque los seres humanos son muy predecibles.
Aunque quizá yo sea el menos autorizado para hablar del lado oscuro de la predictibilidad humana. Soy escritor y, como tal, gran beneficiario de esta característica tan humana, a la que todos los que nos dedicamos a este oficio debemos de estar agradecidos.
Porque si los seres humanos no fueran tan predecibles, ¿cómo describiríamos el encuentro entre dos amantes, el dolor ante la pérdida de un ser querido, la indignación ante el encarcelamiento de un inocente? Un beso apasionado, una muerte súbita, una injusticia, son los mismos para todo el mundo. Todos lo sienten como propios porque se reconocen a sí mismos. Salvo casos patológicos, los seres humanos reaccionan de la misma manera ante los mismos estímulos. Y todo porque son predecibles.
Por otro lado, una de las mayores prerrogativas del escritor es la de intentar sorprender a los lectores, no ser él mismo tan predecible.
Esto lo tuve en mente cuando decidí ser escritor. En mi caso particular, convertirme en escritor fue un proceso arduo, extenuante, que en muchas ocasiones se me presentó como imposible. Porque sabía que, si quería ser escritor, antes tenía que aprender a leer y escribir.
Me llevó varios años de titánicos esfuerzos para conseguir las dos cosas. Si bien es cierto que conseguí escribir mejor que lo que leo, el tener pulgares opuestos como los demás escritores no me representó ninguna ventaja. A duras penas pude conseguir guiar por el papel la pluma o el lápiz. Por fortuna, existen los teclados de computadora. Aunque no soy rápido, me resulta más fácil aporrear las teclas que arrastrar la pluma.
Por supuesto, el resultado de mis esfuerzos no siempre es muy claro. Tiendo a divagar y mi razonamiento parece avanzar a saltos. Quien haya leído hasta aquí se podrá dar cuenta de que mi manera de expresarme no tiene la claridad que la de un ser humano.
Pero eso no me amilana. Siempre que estoy a punto de renunciar a la escritura me acuerdo de mi tatarabuelo, que fue capaz de rendir su informe a una Academia a pesar de que solo aprendió a hablar y a leer, nunca a escribir.
Ese valeroso informe [3] puede ser leído por todos gracias a Franz Kafka, un amigo escritor de mi tatarabuelo que lo frecuentaba en su mundillo del music-hall, donde el viejo tenía una posición «inexpugnable», según sus propias palabras.
Yo nunca he tenido el valor de mi tatarabuelo, pero debo admitir, con modestia, que lo he superado. No solo he sido el único mono en toda la historia que aprendió a escribir con fluidez, sino el primero de mi especie que obtuvo un título universitario y próximamente seré también el primero en recibir una tarjeta de crédito.
¿Cuál será mi primera compra? Si fuera humano quizá mi decisión estaría entre un iPad Air o una televisión de cuarenta pulgadas de Alta Definición. Pero, como soy un mono, quizá me decida viajar a Estocolmo.
A veces desearía ser más predecible, como los seres humanos.~
Referencias:
[1] http://www.tendencias21.net/El-comportamiento-humano-es-predecible-en-un93_a4145.html
[2] La aventura del Universo. Timothy Ferris. 1990, Grijalbo Mondadori.
[3] América. Relatos Breves. Franz Kafka. 1987, Ediciones Orbis, S.A.
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