La muerte también es rubia

«Negra y lóbrega va la muerte… Con su guadaña y su sombra, negra también, alargada. Esa sombra lo tapa todo.»


 

Negra y lóbrega va la muerte… Con su guadaña y su sombra, negra también, alargada. Esa sombra lo tapa todo, lo tapó todo el 22 de Julio de 2011 en Noruega. Se llevó la vida, así, de un tirón, de 77 noruegos, la mayoría jóvenes de entre 14 (sí, ¡catorce!) y 19 años. La tragedia más importante que se recuerda en la modélica Noruega, sin parangón desde los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial.

Las noticias llegaban, como siempre, a oleadas, incompletas e inconexas. ¡ATENTADO TERRORISTA EN OSLO! Un coche-bomba en pleno centro cívico de la capital noruega se colaba en los telediarios de todo el mundo. Inmediatamente se atribuyó el atentado al islamismo radical, a Al-Qaeda, para más simplificación.

Los más incrédulos empezaron a sospechar que la historia del terrorismo islamista ya no cerraba cuando llegaron datos de una matanza en una reunión de jóvenes laboristas en la Isla de Utoya. A pesar de una supuesta atribución del atentado de un grupo yihadista, la teoría islamista fue cayendo por su propio peso.

Al día siguiente, apareció en las tapas de los diarios del mundo entero un tal Anders Breivik. Un noruego de extrema derecha que decía “no arrepentirse” de haber matado a sangre fría a 77 seres humanos. ¡Dijo que creía que la policía llegaría antes, pero que como no aparecían, siguió matando!

Lo que más me llamó la atención es que un sujeto semejante saliera tan bien parado en la foto de los periódicos. Me llamó la atención que un día después de la “matanza”, su discurso llegara tan lejos, y a tantos oídos. De acuerdo o en desacuerdo, la diferencia en el tratamiento de la información, comparándola con la del terrorismo islamista, fue y es notable.

Aquí en España, sufrimos el tremendo atentado islamista del 11 de Marzo de 2003. Sin embargo, y a pesar de haber sido juzgados y condenados varios de los ideólogos principales, apenas si conocemos sus caras, menos que menos los ideales que los llevaron a cometer los atentados.

Sin embargo, en la portada de los periódicos, al día siguiente de la matanza, aparecía el terrorista noruego engalanado con un uniforme, transmitiendo una seguridad convincente. Y en el desarrollo de la noticia, ya se podían encontrar párrafos enteros de las ideas que transmitía a través de su página web, y sus opiniones, y las de su abogado, acerca de los motivos de la masacre.

Si buena o mala es la estrategia de censurar la difusión de las ideas que llevan al terrorismo no es la discusión que aquí nos ocupa. La discusión es por qué se trata de manera tan desigual un terrorismo del otro. Cuando sabemos que los dos entrañan el mismo peligro, quizás mucho mayor el terrorismo Breivik (llamémoslo de ultraderecha), porque está a la vuelta de la esquina, mientras que la mayoría de los islamistas radicales están refugiados en ignotas cuevas de Afganistán.

Por suerte, la condena al terrorismo Breivik ha sido del mismo calado que la del terrorismo islamista. Esperemos ahora, y permítasenos dudar de ello, que la labor policial que se ha realizado para espiar y desarticular las células islamistas europeas, se repita para las células de extrema derecha que crecen a pasos agigantados en países como Austria o Suiza.

En España, no alcanzan los dedos de las manos para contar el número de partidos de ultraderecha que se presentan a las elecciones, aunque ninguno de ellos alcance un número de votos razonable. Todavía se está a tiempo de desarticular estas organizaciones neonazis, como se ha hecho con la kale borroka en el País Vasco. Pero cuanto más se tarde en dar este primer paso, más cerca se estará del riesgo de que pase lo mismo que en Noruega.

Allí, las lágrimas de la tragedia siguen y seguirán saliendo de esos miles de ojos celestes de familiares y amigos de las víctimas, y rodarán por sus blancas caras hasta sus vestidos de luto. Esas lágrimas prometen vengar a la muerte a base de memorias y recuerdos. Esas lágrimas saben hoy, más que nunca, que la muerte no siempre va de negro, con barba y encapuchada; esas lágrimas saben que la muerte también es rubia.~