Inside the devil
Cuento: Macarena Muñoz/ Intervención: Rodolfo J.M.
EL ESPEJO DEVUELVE la imagen de un adolescente femme fatale. Cejas afeitadas y labios negros. Uñas del mismo color con medias lunas blancas. Guantes de redecilla que suben por los brazos. Los pezones apenas se dibujan a través de la camisa ajustada. Tirantes de satén negro. Pantalón de látex y botines de punta afilada con tacones tan delgados como una de tus costillas. Cabello negro con mechas color burdeos. Corte sacado de un dibujo animado japonés. Una sonrisa se dibuja en tu rostro pálido, frío y de piel fina. Te miras de nuevo en el espejo y envías un beso al aire.
La cacería siempre implica diversión. Cuánta lástima te causan aquellos famélicos que lo hacen por necesidad. Adictos decrépitos… Entrada digna de una pasarela de Gaultier o Galliano. Música sensual y poderosa. El club es cónclave de fantásticos personajes. Perfume, suave sudor, clavo y canela. Vaivén de aromas y feromonas sintéticas. Sexual invitación a compartir la intimidad o mejor aún, a invadirla. Varias miradas estudian a la presa. Total ingenuidad. El depredador es otro y nadie lo sospecha.
La música se expande por tu cuerpo. Movimientos lánguidos. Es como si tuvieras alas. Bueno, ¿quién puede dudarlo? La imaginación es tan poderosa. Las manos largas dibujan arabescos entre la penumbra. Sin pareja, sin contrario. Seduces bailando con el aire. Ojos entrecerrados. De pronto, un destello. Enfocas la mirada y las posibles víctimas se notan dispuestas. Tanto como un buffet de platillos exóticos. Herrajes, cuero, encaje, vinil y seda. Las envolturas sólo son un adorno momentáneo. Aunque, ni hablar, realzan toda la vida que palpita en su interior. Mmmmh… Te pasas la lengua por los dientes. Sabor salado. Es el gusto que siempre deja tanta vida.
Otra sonrisa plena de gozo. Baila bella criaturita baila. Hasta que te conviertas en devoto derviche de tu propio instinto. Quisiera tenerte justo aquí, entre mis brazos. Echas la cabeza hacia atrás. Parece que la noche te hace el amor a través del ritmo que se agolpa en tus venas. Mmmmmh… Te estiras como felino, tan seductor, tan perezoso. Nadie se atreve a tocarte. Sólo te admiran. Olfato alerta. Suaves oleadas inundan tu nariz. La cacería está en su punto. Ahora, una presa desafiante comienza a abrirse paso entre la gente. Cruzan miradas. Mensaje directo. Lujuria pura. La bondad sería un estorbo. La malicia es un imán. Ven por mí. ¿Necesitas una promesa? La tienes: yo sólo ofrezco placer. Quiero vivir y disfrutar. La culpa se la dejo a los muertos en vida que esperan su castigo.
Sigues bailando. Ella se planta delante de ti. Pupilas dilatadas. Deseo. La observas de pies a cabeza. Vaya hembra. Se ofrece como botín de guerra pero sin doblegarse. Muy bien. Detestas a los pusilánimes que se rinden como flores desmayadas. Disfrutas sin medida a los malvados. Se inicia el cortejo. Ella te rodea y se detiene justo detrás de ti. No te sorprende cuando sus manos intentan apoderarse de tu cuerpo. Música lenta. Luces opacas. Una mano te acaricia el pecho y los pezones. Otra baja por la cintura y busca tu bragueta. Parece que el tiempo se detiene ante los espectadores. Dos bellezas ofreciéndose placer. No se complementan. Tampoco se rechazan. ¿Qué eres? Dualidad. Masculino-femenino. El mal no tiene género. Únicamente se manifiesta. Ella levanta las caderas y frota su pubis en tu culo. Puedes leer sus pensamientos. Necesita otra dosis. Cocaína saturando su sistema. Alcohol en elevadas cantidades. Y rastros de semen en su boca. Vaya cóctel. No le importaría que la follaras en mitad del club. Está tan caliente. Y aún no ha notado tu frialdad. Giras sobre tus talones y la sujetas por las muñecas. Cae en la trampa. Su respuesta es una sonrisa complaciente. Mueves tus caderas con movimientos circulares. Eres bienvenida. Te apoderas de su boca. Tu lengua se abre paso. Ella responde con urgencia. Eso te gusta. El ímpetu, el arrebato. Buenas señales. Nada de lo que das es gratuito, ni fácil. Dejas de besarla porque no resistes las ganas de morderle los labios. La tomas de la mano y con grandes zancadas la conduces a la salida de emergencia que da hacia un callejón.
El aire nocturno es frío pero ella parece emanar un calor que te envuelve. La estrellas contra la pared y hundes tu rostro entre sus tetas que son enormes y suaves. Su aroma natural se potencia con la adrenalina. Ella te pasa un brazo por encima del hombro y te envuelve con sus piernas. Notas que tiene tanta fuerza como tú. No importa. Dentro de nada se rendirá. Chupeteas los pezones que crecen dos, tres, cuatro milímetros. Tu mano urga por debajo de su tanga y notas, naturalmente, que ella está húmeda. Esperando ansiosa a tu verga que abulta ostentosa por debajo del pantalón de látex. Cierras los ojos. Frenesí. Dejas atrás las tetas y te centras en su cuello, en ese aroma que te provoca vértigo. Que te impulsa a continuar sin pensar en otra cosa. Este es el momento. Este es el instante. Abres la boca y muerdes ansioso, goloso. Y la respiración de ella ya no es entrecortada. Su cuerpo pierde fuerza y tensión. Tú bebes la sangre que surge de su yugular a borbotones. Frenesí. Pero ella comienza a reír bajito, muy bajito. Su cuerpo se sacude pero no por los estertores de la muerte. Tú intentas seguir bebiendo pero la sangre aminora poco a poco. El reflejo de una pequeña lámpara que ilumina una parte del callejón te muestra una blancura perfecta y clara en medio de la oscuridad. Lo notas de reojo. Miras el rostro de ella y no sólo te encuentras con unos ojos burlones sino con una sonrisa de dientes perfectos. Desconcierto. Ella sujeta tu cabeza con ambas manos y te aleja de su cuello que ahora sólo muestra un pequeño arañazo. Acerca su rostro al tuyo y te besa como nunca nadie lo ha hecho. Con dulzura y con compasión. El beso de un condenado. Y con una rapidez que te sorprende, te muerde en el cuello con la fuerza de una fiera. Muerde y vuelve a morder.
Caes de rodillas, flácido, casi ciego y sin poder respirar. Ella ríe a carcajadas. Baila bella criaturita baila. Que esta es tu última noche de tu pequeña vida. No fueron suficientes las venas que devoraste ni el placer que creíste brindar. No fueron suficientes las noches sin luna que viviste a plenitud. Demasiado joven para morir. Demasiado corto el tiempo para vivir eternamente.
Ella se aleja de ti, de tu cuerpo de trapo. Y sus pasos marcados por stilettos se pierden en el callejón.~
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