De los traumas del mundillo editorial | Prólogo
«Desde hace algunos años, el mundo de la literatura vive agitado.» Prólogo de la antología de relatos “De los traumas del mundillo editorial”, por Humberto Bedolla.
Desde hace algunos años el mundo de la literatura vive agitado. Se han dado una serie de hechos ―algunos les llaman revoluciones, otros crisis― que han ido modificando el mercado, poniendo a todos los que intervienen: lectores, escritores, agentes y editoriales en un estado de incomodidad que ha ido in crescendo hasta ser una mini histeria permanente, y existe como el zumbido que de repente aparece en un oído y que no nos deja en paz hasta que 3 meses después nos zambullimos en una ola en el mar.
Estos hechos, entre otras cosas, fruto del avance de la tecnología ―en concreto de la que tiene que ver con la comunicación (las TIC y no solo los social media)― y que afecta a la sociedad de tal forma que se modifican sus costumbres para, unos años más tarde, sorprendernos de cómo podíamos vivir sin ellos hace escasos 5 o 10 años. En el 2000 hablábamos de la explosión de Internet y la masiva influencia de internautas, en el 2004 los medios se volcaban a las ediciones digitales y se creaba la hípertexto actividad, las redacciones permanentes, inmediatas e híper actuales, y se daban las condiciones para la iteración con el lector. Después el lector: un usuario híper activo en el click y el salto constante, decide que quiere ver y editar sus propios contenidos ―la personalización―, para luego decidir que va a crear (lo que sea: noticias, películas, literatura… sus propios medios). Por último llegan las redes sociales, los smartphones, las tabletas y los eReaders, y con todos se consolida el poder del click.
Sin duda, como comenta McLuhan citando a Popper, “comenzó a sentirse la tensión de la civilización. Esta tensión, esta inquietud es consecuencia del colapso de la sociedad cerrada”: el mundo literario. En términos de empresa, han caído varias barreras de entrada en el mercado editorial, y en el sector de las empresas culturales en general. Peligra el status quo y la comodidad alcanzada. El sistema editorial y su cadena de valor están cambiando. Ahora se discute sobre el libro electrónico y la muerte del libro papel, sobre la viabilidad de las empresas editoriales y sobre la capacidad de entendimiento y análisis de los híper informados; auto-editores; creadores y, poco analíticos y críticos usuarios; que también son lectores.
A tanto cambio se unen dos puntos: (1) la crisis más grande jamás vivida, y que realmente está siendo una desgracia para el lector ―ciudadano medio, el de la calle― modificando los hábitos de consumo, potenciando la etiqueta de “gratis” y recurriendo más que nunca a la piratería, y (2) la crisis permanente de cualquier escritor, la de si realmente es escritor, con sus infinitas variedades: el que solo escribe para él, el que escribe y no sabe si debería de mandar las siete novelas terminadas a alguna editorial o concurso, el que vive de cualquier otro oficio ―ingeniero, maestro, funcionario, plomero,…― y se desvela escribiendo cuentos hasta que logra que su mujer e hijos lo abandonen pero que vive feliz para la causa, el que se ha auto editado, el que ganó un concurso y logró casarse con su fan número uno (que dicho sea paso es su prima), el que tiene pánico a la primera novela ya publicada y nunca más publica, el que tiene pánico a la segunda y tarda 10 años en escribirla, el que lleva varios textos publicados pero sigue sin sentirse escritor, el que escribe best-sellers y no tiene el reconocimiento del sector porque se ha vendido al mercado, el que lleva 15 novelas y se encuentra con que solo lo conocen en los círculos más selectos, el que gana el Nobel y no sabe si se lo merece, el ensayista por ensayar permanentemente y el poeta porque sí.
Volviendo a la tecnología y su impacto en el mundo editorial, Internet, 2.0, Facebook, Twitter, iPad… da igual cómo los gurús del marketing, las empresas y los sociólogos dados a crear eras llamen a estos años, todos en este mundo (editorial) estamos agitados, muchos confusos y varios con dolores en el dedo índice manejando nuestra nave en el híperespacio a través de nuestras pantallas de tres millones de colores. ¡Es normal que las editoriales estén nerviosas; los medios y escritores debatiendo que rumbos seguir y los usuarios y lectores mareados con exceso de información y de velocidad! Y en tanto nos gusta hablar de esto y mirarnos al ombligo. No puedo evitar pensar en quien le importe un carajo un Kindle, en quien no gasta 400 euros en una tableta, no paga 25 dólares en un libro papel y no pagará en los próximos 40 años 10 pesos en un libro electrónico. La brecha digital existe. Y la crisis que tanto teme el mundo editorial es un trance del sector industrial de la cultura, no de la cultura. Más razón para que dejemos de preocuparnos por la era en la que vivimos y aportemos lo que sabemos, contar historias.
La gente que lee y que participa en el debate del libro electrónico, al final de cuentas, no tomará su decisión de cambiar en función de los argumentos dados y las ventajas y desventajas analizadas; al final, si es innovador en consumir tecnología, lo hará pronto, si no es que ya lo ha hecho, si es práctico lo hará cuando vea que el coste-beneficio (portabilidad, comodidad, precio,… lo que sea que valora) sea positivo para él, y si es conservador, lo hará cuando comience a ver que el entorno lo observa como un bicho raro. Recordemos el origen de los móviles y los locos que nos encontrábamos en la calle “hablando solos”, y pensemos ahora en el amigo que ha pasado de la contra-cultura a la anacronía, y que se empeña en usar un teléfono fijo. Volviendo a McLuhan, quien ahora cita J.Z. Young: “la adopción de nuevos instrumentos tecnológicos lleva aparejada la evolución de grandes cambios sociales”. Esto aplica para la irrupción de la televisión, el móvil o el eReader.
Tanta innovación, tanto cambio, tanto pánico a que desaparezca el status quo, tanto debate y tantos traumas de identidad (¿cuántos temas para escribir un libro, no les parece?) nos hacen olvidar lo importante: las historias, es decir, la literatura, y con ello la cultura.
Prólogo de la antología de cuentos “De los traumas del mundillo editorial“, varios autores (VozEd editorial, 2012).
En esta antología de cuentos, con las reservas antes comentadas, resolvemos mirarnos al ombligo. Definidos el escenario y los personajes, nos empeñamos en tener un molesto y propio zumbido: el debate sobre el libro electrónico. Pero lo hacemos (en lo profundo de esta antología hacemos un reportaje) sobre el mundo ―mundillo para más inri― literario y de la sociedad, que al final no es otra cosa que hablar de nosotros mismos y de nuestra cultura, o de la cultura a secas. Estamos convencidos de aplicar la máxima del estudio experimental y, en vez de ser observadores, hacemos lo contrario, experimentar. Esto produce perturbaciones y variaciones en las historias contadas, en los textos, lo que las hace auténticas y por extensión nuestra literatura, la de nuestros escritores y de VozEd como editorial es también autentica. Esto es lo que buscamos: contar historias siendo auténticos, sin importar si es ficción o no, tampoco importa el formato o el soporte.
En este libro de cuentos participan varios colaboradores de la revista VozEd y, aunque cada cuento es único y posee estructuras y personajes distintos, existe coherencia, confrontaciones y yuxtaposiciones que dan valor al conjunto. A todos los autores: José Alberto Arias Pereira, Mael Aglaia, Adrián L. Alexander, Eduardo J. Carletti, Ruy Feben, Patricia García-Rojo, Alejandro Herrera, Bernardo Monroy, Édgar Adrián Mora, Rubén Ochoa, Nadia L. Orozco, Gerardo Piña, Gerardo Sifuentes y Juan Tallón, mi agradecimiento.
Las historias están pobladas de personajes del mundillo editorial: escritores que se están conociendo y auto descubriendo, escritores noveles de quienes se espera mucho, escritores consagrados, bloqueos, negros literarios… aquellos que han dejado de escribir o los que descubren que las cosas no son como creen. Hay editores que dicen lo que piensan, sin pelos en la lengua. Los hay que tienen que soportar los egos de los escritores, los textos mediocres, los vacíos, la falta de éxito… Hay lectores que disfrutan de los textos, que admiran a los autores a lo lejos, o que deciden intervenir en la vida de ellos. Pero, sin duda, en todos ellos salen a relucir sus traumas, los personales y los relacionados con el mundillo de la literatura. En lo individual cada cuento es literatura y, en su conjunto, son cultura; y marcan un hito en nuestra editorial. Así pues, los dejo con esta antología, nuestra primera publicación de la colección “Relato breve”.
A título personal espero que esta antología, este libro (electrónico) de cuentos, los emocione y haga dudar por un momento si seguir leyendo o hacer cualquier otra cosa. Si fuera así, lo habremos conseguido: habremos hecho literatura. En mi caso, así fue.~
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