Limpieza

Un cuento e #intervención de Lety Luna

 

EN LA TIENDA Costco había una oferta especial de robots de limpieza MiRobot. A ella le parecía algo muy extravagante, pero su esposo estaba muy interesado en comprarlo. Tenían un problema. La muchacha que les ayudaba no regresó y alguien debería barrer y, por supuesto, ella no lo iba a hacer, y él, menos.

Fueron el sábado a ver el aparato. Era pequeño, redondo, y con lengüetas retráctiles que podrían llegar a cualquier esquina.

—Mira, —le dijo— limpia a fondo toda la casa—. Ella solo pensó que donde vivían no se parecía en nada a la casa que se mostraba en el folleto. Aunque, claro, en ambas se acumulaba la suciedad. Él insistía en la compra – Saldrá más barato que emplear a alguien. Así ahorraremos .

Para eso trabajaban, ¿no? Para ahorrar hasta que al fin él se decidiera a tener hijos, aunque sea uno. Pero no, él quería primero forjarse un capital. Eso justamente la contrariaba, pues era mucho el esfuerzo para asegurarle el futuro a unos hijos que aún no existían. ¡Si al menos disfrutara su trabajo! O que el tiempo no corriera, su cuerpo no se hacía más joven.

Su esposo le pasó el folleto con la descripción del robot y cuando leyó que “MiRobot limpia una planta entera de su casa” casi soltó una carcajada, pues ellos vivían en un pequeño departamento. ¡Era absurdo que pensaran en comprarse un robot limpiador!

Estaba a punto de decirle un no rotundo a su marido, cuando éste le describió las características del aparato:

  • Tiene un juego de sensores que le hace evitar los obstáculos de la casa y se adapta para conseguir la máxima cobertura posible.
  • Crea un mapa de la casa para recorrerla por completo sin perderse.
  • Se auto recarga y puede limpiar de forma ininterrumpida.
  • Es tan potente que aspira todos los pelos que dejan los animales y el polvo acumulado debajo de los muebles.

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Esto último la hizo dudar pues tenían un perro, un schnauzer blanco con manchas cafés, adorable y cariñoso ¡que dejaba pelos por todos lados!

A su esposo no le molestaban tanto como a ella, así que era ella la que tenía que barrerlos. Además, había sido su idea comprar a Puppy, en un intento de salir de su rutina. No pensó que no hay perro sin pelos. No lo dudó más y salieron de Costco con un MiRobot en las manos.

Ya en casa, pasaron el resto del día viendo trabajar al robot. Esta vez, no se arrepentía de haberle hecho caso a su esposo. ¡Parecían niños con juguete nuevo!


A Puppy no le agradó mucho tener a un extraño en su hogar, ladraba y daba vueltas alrededor del robot, indagando qué sería eso hasta que se cansó y le perdió el interés. Fue a tumbarse a su lugar favorito, el sofá de la sala.

La compra había valido la pena tan solo de imaginar que se podían librar del polvo y la mugre sin tener que barrer. Detestaba la idea de comer en un lugar donde un pelo de perro podía depositarse en su plato.

El lunes por la mañana se alistaron para ir a trabajar, desayunaron rápido y dejaron todo preparado para que el robot pudiera hacer su trabajo. Le pusieron croquetas y agua a Puppy. Estaba contenta, por primera vez en mucho tiempo se sonreían.

Por la tarde, muy cansada regresó a su departamento y al abrir la puerta, la sorprendió el olor apestoso que despedía el lugar. Todo el piso de la sala estaba cubierto de una cosa café, no había un rincón que se salvara. Se hincó, tocó con sus manos  eso que estaba en el piso y ¡Lo que tenía entre sus dedos no era otra cosa que excremento de perro!

Si, ese día su Poppy decidió defecar en medio de la sala.  La miraba temeroso desde su sofá. Ella olvidó completamente que él seguía teniendo “accidentes”. Pero ¿no se suponía que el poderoso robot, con sus sensores detectaría la caca y la limpiaría? ¿Y qué hizo? Primero se embarró y después ensució todo el piso, debajo de los muebles y hasta en los rincones a donde solo sus lengüetas podían llegar.~