Pienso, luego soy político

«Vivimos en una sociedad de la que no solo formamos parte, sino que la vamos construyendo y modificando con nuestras acciones, con nuestros pensamientos.»


 

Seguro que lo habéis escuchado una y mil veces en boca de amigos, conocidos y parientes, la frase se decanta por sí sola: «A mí la política no me interesa». Es posible que incluso tú mismo la hayas pronunciado alguna vez, frase cómoda para salir del paso y evitar dar una opinión, esa opinión que definiría claramente cuál es nuestra idea, nuestra visión política de la situación.

Lo siento, abstemios, todo es política. Pienso, luego soy político. Vivimos en una sociedad de la que no solo formamos parte, sino que la vamos construyendo y modificando con nuestras acciones, con nuestros pensamientos. Esa sociedad no existe por sí misma, existe porque somos parte de ella, existe solo por y para nosotros. Por lo tanto, todo lo que hacemos, y prácticamente lo único que hacemos, es construir día a día esa sociedad. Lo único que hacemos es política.

Es lógico que en ciudades de miles o millones de habitantes, nos dé la sensación de que todo funciona solo, que ya está hecho, que nada cambia. Recuerdo a un famoso anarquista catalán que en tiempos de desgobernanza absoluta durante la Guerra Civil, sentado en Montjuic, veía Barcelona y exclamaba, extasiado: “¡Funciona!”. Quería decir que sí, que sin un Gobierno que dictara las leyes y las hiciese cumplir, la sociedad seguía funcionando, tal y como funcionaba antes, sin ese Gobierno.

Pero es que el Gobierno es la sociedad misma. El Gobierno no hace más que representar a esa sociedad, es incapaz de ir en contra de lo que la masa social dictamina, cuando eso ocurre, se produce un crack institucional que provoca un cambio de Gobierno, de Organización Social, de Modelo, etc., porque no es posible que se gobierne de espaldas a la sociedad, porque la sociedad es la que gobierna.

Claro que la sociedad somos muchos, muchísimas personas con ideas diferentes, y lo más complicado es llegar al consenso general. Casi todas las cuestiones planteables en una sociedad, encontrarán partidarios y no partidarios. Es posible que encontremos algunos que «no quieren saber nada», pero más tarde o más temprano, acabarán manifestando su verdadera opinión.

Pero lo que no es cierto es que no tengan opinión, como se jactan de exclamar para salir del paso. No es posible no tener opinión en temas como el aborto, el matrimonio homosexual, los cambios en las leyes laborales, la subida o bajada de los impuestos, etc., etc., etc., es decir, en cualquiera de los temas que van moldeando una sociedad, que va cambiando continuamente, hasta convertirse en otra completamente distinta.

Es interesante revisar opiniones políticas de siglos pasados, y otras no tan antiguas, acaso de 20 años atrás, y descubrir grandes contradicciones, ideas que ahora serían inaceptables, que la sociedad no aceptaría de ningún modo y que, entonces, fueron vitoreadas por grandes mayorías. El ejemplo más impresionante es el nazismo, la época del nacionalsocialismo alemán de antes de la guerra. No nos es posible entender, en la sociedad en la que hoy día vivimos, cómo es posible que una sociedad entera aplaudiera el genocidio del pueblo judío. Hoy esto sería impensable, esperemos que mañana también. Vale la pena revisar a grandes pensadores del siglo XIX incapaces de aceptar a la mujer como un ser humano con la misma capacidad intelectual de un hombre. Y ni hablar de un par de siglos antes, en los que ni siquiera esta pregunta se hubiese planteado en la sociedad.

Pero la gente ha ido pensando, ha ido progresando, ha ido haciendo política, cambiando las leyes y, lo que es más importante, cambiando el funcionamiento de la sociedad, los valores de la misma. Y todo esto solo se consigue haciendo política, porque nadie te creerá si dices que no tienes opinión, que no sabes si al judío hay que matarlo o no, que no sabes si la mujer es igual al hombre o no; deberías saberlo, tienes la obligación de pensar.~