PERSPECTIVAS: Los cavernícolas han cambiado
Como siempre, hablando con mis amigos, expuse mis frustraciones sobre el tema. Todo vino a raíz de cómo se relacionan los hombres con las mujeres que no conocen, como ligan. Y una amiga me preguntó:
—¿Tú como ligas?
—Hablando —contesté.
—¿Te funciona?
—A veces.
—Eso es porque no irradias seguridad —concluyó bastante segura.
No dije nada, solo pensé.
—¿Y tú? —le preguntó a otro del grupo.
Después de terminar con su ronda de preguntas le pedí que me explicara eso de la seguridad. Resulta que, según ella, tu nivel de autoestima se nota; y eso es lo que les gusta a las mujeres. Que entres por la puerta del lugar diciendo «soy el tipo más buenorro de todo el lugar». Y si ves a una chica, ni corto ni perezoso, vas por ella a cuchillo, sin pensártelo dos veces. Sin preocupaciones ni nada que te detenga.
Le dije que entrar en el lugar sintiéndote la última Coca-Cola del desierto solo puede funcionar para aquel (o aquella) que realmente está de buen ver, pero si eres normalito, de la media, es decir, feito como yo, pues se necesitan habilidades sociales. Hablar. Pretender entrar sólo con paso firme no te da ventajas en la competencia. «Mira, básicamente, hay que remar». Y le conté que era eso de remar. «Solo el Pitt (Brat) y el Cloone (George) no tienen que remar. El resto debemos remar y remar para que no se hunda el barco. Es más, es más fácil ligar remando que siendo guapo. Nada de entrar pisando fuerte.»
—¿Y por qué será esto? —preguntó ella.
—Pues —y aquí viene mi teoría—, porque hemos evolucionado. Hace millones de años los cavernícolas ligaban por instinto. Las mujeres se fijaban en el tipo más fuerte que pudiera mejorar la raza, que aumentara las probabilidades de supervivencia de los descendientes. Ahora no hace falta ser fuerte, o guapo, sino inteligente, ágil de mente y todas las modalidades y sinónimos sobre usar los sesos. Por supuesto, si eres guapito tienes más puntos, pero antes necesitabas fuerza para sobrevivir, ahora, inteligencia y astucia. La selva de asfalto que puede ser una ciudad, y su ajetreada vida, no se resuelve a golpes. Aunque aun existan cavernícolas de verdad que sigan resolviendo los problemas así, el resto los soluciona pensando, analizando, negociando, convenciendo y por supuesto, hablando.
Ella torció el gesto, mientras yo seguía con mí monologo:
—Remar, y remar mucho. Es lo único que funciona. Está en muchos dichos populares…
—…«Dinero mata a carita, y verbo mata a dinero» —interrumpió un amigo que escuchaba—. Sí, sí…. tengo un amigo que ni carita ni dinero, y no vean como liga.
—¿Viste? —dije señalando al que había terciado, a lo que mi amiga completó:
—«La princesa del pueblo para el más feo», o algo así se dice en Perú. Pero yo dije que necesitas seguridad, no que te sientas guapo. Que te aceptes como eres y estés contento con eso, que no te cortes para ir a hablarle. Que si te mira listo, ya la tienes, que no, igual te acercas… seguridad. Mira —dijo tomando un momento para pensar—, sigue con tu teoría y ponla en practica, y porque seas feo, no te detengas.
En ese instante entendí lo que quería decir con seguridad. ¿Qué le vamos hacer?, los feos sabemos que lo somos. Solo nos toca a remar más y más, pero remar.~
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