TRIBUNA VISITANTE: Sin un hombre a mi lado

Fawziya «no quiere saber nada de hombres.»


 

LA LLAMAREMOS FAWZIYA, en árabe: determinación y victoria. Este no es su nombre pero el relato de esta mujer representa a muchos otros relatos de experiencias muy comunes para las mujeres, en menor o mayor grado, durante toda nuestra vida.

Fawziya nació hace 37 años en Casablanca (Marruecos) en medio de una familia muy numerosa: tres hermanas y tres hermanos. Su decisión de viajar a España estuvo directamente relacionada con el trato hacia las mujeres. Marruecos tiene cosas muy buenas –me dice Fawziya– pero también tiene cosas muy malas. Como el trato hacia las mujeres, esta cosa es muy mala. En España hay médicos para todo el mundo y las mujeres tienen derechos, pueden hablar.

En el año 2009 Fawziya llegó Madrid y de ahí viajó a Extremadura, donde estuvo trabajando en el campo durante una temporada. Más tarde viajó a Barcelona, una ciudad más grande, con más oportunidades para encontrar algún trabajo. En aquellos primeros años, sus padres murieron y entonces Fawziya decidió no volver más a Marruecos.

Cuando comencé a charlar con Fawziya las palabras salían de ella contestando a mis preguntas, pero poco a poco los sucesos en el hilo de nuestra conversación comenzaron a agruparse en torno a un solo tema que parece perseguirla como un fantasma terrible. Un fantasma real, supurado por una sociedad hipócrita que lo combate y pone tiritas a un mal que esta misma sociedad alimenta constantemente con sus hábitos de consumo, de relación…

En Barcelona Fawziya quedó embarazada de un hombre que no la trataba bien, un hombre del que tuvo que huir. Huyendo de aquél hombre llegó hasta Bilbao, con un embarazo a punto de concluir; un hijo que ella deseaba. Pero aquello se malogró: el niño murió un mes antes del parto.

Era el año 2011 cuando Fawziya conoció en una discoteca al que después sería su marido. A los pocos meses formalizaron su unión como pareja de hecho y se fueron a vivir juntos. Fawziya trabajaba en un bar, su marido aún no tenía trabajo y parecía muy enamorado. Y las cosas empezaron a cambiar. Este hombre no quería trabajar –dice Fawziya– solo quería mi dinero. Discutían a menudo. Él se quedaba con el dinero que ella ganaba dejándole sin nada, para gastárselo en marihuana y hachís. Comenzó a llegar muy borracho a casa y Fawziya empezó a sentir miedo. La amenazaba: yo soy vasco y tú eres extranjera, nadie te va a creer, nadie te va a querer, no tienes dónde ir… Cuando iban en el coche le decía que si abría la puerta y la arrojaba a la carretera nadie se enteraría. Un día, Fawziya sintió tanto miedo que llamó a la policía. Su marido le decía ¿quieres llamar?, ¡llama, llama: no te harán caso! y se burlaba de ella. Esa noche la policía vino y se lo llevó. El hombre estuvo tres días en un calabozo y volvió a casa. Fawziya tuvo que huir de nuevo.

Se refugió en un centro de acogida, especial para mujeres en su situación. Después pasó un año en un piso de esta misma entidad, junto a otras mujeres que también habían pasado por situaciones similares. Y después salió de nuevo a la vida común, sin protección especial. Una vida que se le había hecho más difícil: no tenía trabajo. Alquiló una habitación en un piso compartido en el que había un hombre. Y otra vez hubo problemas…

ilust_Fawziya_TAZ_3Fawziya se marchó de allí. Conoció Cáritas, donde estuvo nueve meses. La trabajadora social que le atendía le habló de Zubietxe. Al principio venía con recelos, pero ahora está contenta y le gusta pasar ratos con nosotras en el TAZ (Taller de Arte de Zubietxe). Comparte piso con mujeres. No quiere saber nada de hombres. Le gusta salir sola, le encanta ir a tomarse una café ella sola. Le gustaría ser madre, pero sin pareja, sin un hombre. Y al mismo tiempo piensa en voz alta: No sé, vivir sin un hombre es difícil.

Pienso en su relato, en sus palabras, y mi imaginación vuela buscando a las Fawziyas que viven a mi alrededor sin que yo las conozca y a las Fawziyas conocidas, a las ocultas también en mi familia. Veo algunos de los collages circulares que hace Fawziya y me parece estar ante una contradicción irresoluble. Una contradicción irresoluble si seguimos viviendo el problema de la dominación como algo únicamente relacionado con una lucha de un género contra otro, para someterlo, domesticarlo y hacerlo dependiente. Este problema no se solucionará mientras el maltrato, la vejación y el dominio, sigan siendo opciones culturales legítimas para muchas personas, como ocurre ahora mismo, en este momento. Desmontar los argumentos de estas opciones es responsabilidad de todas esas otras personas que pensamos y habitamos una sociedad diferente.

Desmontar estos argumentos es ayudar a cerrar el relato de todas las Fawziyas protagoistas.~