James 2-0 Uruguay | blog Mundial Brasil 2014
En la media luna de la cancha, desde la órbita sideral de sus extremidades convertidas en goles: uno, de zurda al ángulo inalcanzable, dos, de volea con la diestra, James teje con punto fino, el más onírico de los retos de un grupo y un país que sonríe de pies a cabeza con el baile.
Ecuánime, sin el blof de las estrellas mediáticas, James que a los 17 años jugaba ya con Banfield de Argentina, es terrestre, aún cuando ya se ha apoderado transitoriamente de la cima goleadora de Brasil 2014 con cinco de los 11 tantos que lleva su selección, por encima de Neymar, Messi y Muller.
A sus 22 años, el también jugador del Mónaco, es ya el máximo romperredes colombiano en mundiales, y el torneo está en su meridiano. A los minutos 28 y 50 del juego contra la selección de Uruguay, Rodríguez mostró al orbe casi didáctico, cómo hacer sonreír el brasuka como ambidiestro, así impuso la figura de un futbolista veraniego, que cede, pica, comparte y acierta, pero siempre con la sencillez como elemento de elegancia. James sí, ha aliviado la orfandad y la incertidumbre que surgió por la rodilla importuna de Radamel Falcao su compañero de club, mentor y cómplice.
Uruguay desdentada
Los primeros minutos en el mítico Maracaná fueron equilibrados para el representativo charrúa, sabía desde apenas 60 minutos atrás que en caso de salir avante, sería de nuevo Brasil el equipo a vencer como en aquel amanecer del siglo XX, pero primero debía gambetear la historia contra un reloj llamado Colombia.
Apareció el símbolo Diego Forlán en la vanguardia, nombrado el mejor jugador del Mundial de Sudáfrica 2010, para sustituir al ineludible Luis Suárez, quien en las 76 horas de la víspera se había convertido en el ente más mediatizado del orbe, padeció entonces los efectos del primer mundial de futbol bajo el esplendor de las redes sociales, viralizado, cuestionado, con defensores y detractores, Suárez sin un solo minuto más en la cancha se llevaba por segundo mundial consecutivo la atención de la opinión pública, en 2010 por aquella mano bajo los tres postes contra Ghana y ahora por una “embate” que ni siquiera incidió en el marcador, que le sugirió atención opcional psicológica, pero una ineludible multa de 100 mil marcos suizos.
Así tras la ausencia de Suárez, Uruguay se uniformó de gris, en una nube imprecipitable, con el rostro rendido del maestro Oscar Washington Tavares, que veía el invierno irrevocable de Forlán, con la opacidad de Edinson Cavani y los embates intermitentes de Cebolla Rodríguez. Los soldados incondicionales celestes siguieron ahí: Arévalo y Godín con la vergüenza de caer con la cara al sol de su bandera. Aguardaremos que dirá de este capítulo el capi Eduardo Galeano, aunque seguramente como lo escribió, en su soliloquio se escuchará: “Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.
El efecto Suárez, diluyó a Uruguay, no solo en esta justa sino en un trozo de la historia del balompié que buscaba réplica de aquella primera cita brasileira donde contra todo, como ahora, buscaron la gloria. Los charrúas no han cerrado el capítulo han entregado la estafeta a la Colombia histórica que se apresta ya para un gran carnaval cafetalero.
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