Huele a café y leyenda | blog Mundial Brasil 2014


Mondragón, portero de Colombia

Mondragón, portero de Colombia

Es este quizá el prólogo de la intervención más radiante del balompié cafetalero y el epílogo de aquella etapa en pospretérito, que no pudo ser, de aquellos octavofinalistas del 90, de expectativas utópicas, que ahora se edifican con argumentación futbolística y el objetivo original de este deporte: lo lúdico.

Colombia avanzó a la siguiente etapa mundialista como la mejor de América en fase de grupos, invicta, con triunfos contundentes, nueve puntos, nueve goles, con rivales de Europa, África y Asia, mejor aún que las estrellas celestes de luz opaca y la indómita Costa Rica, a la cual por cierto dirige el otrora técnico de Millonarios, el también colombiano, Jorge Luis Pinto, que en una secuencia paralela, coprotagoniza el documental del éxito del balompié cafetalero.

Así en Cuiabá, Japón fue irrenunciable a su posibilidad de cruzar la primera fase, aún con un equipo moderado, inevitablemente entusiasta, víctima de la gambeta y la ‘desconstructora’ sudamericana de cinturas en mediacancha. Nipones lucharon con el argumento de años de enseñanza carioca, ahora con un entrenador del calcio azzurri, pero los samuráis tampoco se crean en un solo proceso.

Fue Keisuke Honda, el más notable: de capilaridad castaña clara, sin la mirada tan horizontal en el campo, el jugador del Milán cobró protagonismo, es atípico que un número “4”, cruce la media cancha, tuvo pases cortos errados y un tiro libre con alma, pero sin colocación.

A Honda lo acompañaron en la insurrección Kagawa, que logró estremecer a David Ospina bajo los tres postes con disparos fuera del área, y Yoshito Okubo, quien ensayó una chilena de réflex, pero sin el close up y el dramatismo del anime del Capitán Tsubasa.

Pronto, Colombia metió las manos a la tierra y se adelantó en el marcador con Cuadrado vía penal tras una inocente falta, los asiáticos entonces se percataron que el técnico José Pekerman alineaba solo a tres titulares (Armero, Cuadrado, Ospina), tenían la posesión del balón y el timing, y un segundo antes del medio tiempo, Okasaki de palomita, a la usanza de Oliver Atom, desataba el furor de los émulos de Los Supercampeones.

Las proezas del manga, no pudieron ocurrir en el Estadio Arena Pantanal, y en el segundo lapso, Pekerman mandó al campo a su número 10: James Rodríguez, quien a nueve minutos de su estancia, le puso medio gol a Jackson Martínez, delantero del Porto y Jaguares de Chiapas, que alguna vez dijo en entrevista a quien escribe, que su nombre se debía al culto que su madre tenía al “Rey del Pop”.

Ya ataviado de confianza, Jackson marca el segundo en su cuenta con un disparo cruzado de zurda a media altura, dos minutos después James cucharea el Brasuka, para hacer su tercer gol en Brasil 2014, y convertirse a los 22 años en el líder colombiano de goleo en mundiales.

La historia del juego tenía entonces una página universal por asistir: al minuto 83, el entrenador José Pekerman ordena su tercer cambio, de inmediato es ceñido por las manos del guardameta Faryd Mondragón, quien le besa la mejilla derecha, en señal de agradecimiento.

Así David Ospina, goleiro titular se funde también en un abrazo para dejar su lugar a la leyenda Faryd Mondragón, quien nacido el 21 de junio de 1971 y a los 43 años 3 días de edad, con 16 años de espera para una convocatoria más, se convertía no solo en el guardameta, sino en el jugador más longevo en la historia de los mundiales.

Y aunque pudiera resultar simbólico, el enroque hecho por el entrenador argentino en el arco colombiano, sirvió para acotar el imbatible ímpetu nipón quien hasta el último momento intento vulnerar la meta de Mondragón, que al minuto 93, hizo el paradón del encuentro y de su trayectoria en la selección. Sigues Uruguay.