Hibridaciones sinápticas: El misterio de la transfiguración cósmica

Un texto de Iliana Vargas en la columna ‘Hibridaciones sinápticas’


 

ES CURIOSO QUE uno, a partir de lo que va leyendo,  se va forjando su propia idea sobre el significado de algunas palabras (en este caso, de transfiguración) y cuando busca alguna acepción más específica en Internet, se encuentra con que este concepto está relacionado con Jesús, el Cristo de la religión católica, en el momento en que es “tocado” por Dios, quien se aparece en forma de nube para anunciar que el cuerpo mortal de su hijo está listo para ser sacrificado, para ser transfigurado en una entidad divina, santa; y como muestra de ello, el cuerpo de Jesús se convierte de pronto en una luz blanca. Me pregunté si esto tendría alguna definición más concreta, y al acudir al diccionario de la RAE, descubrí que también se refiere a este episodio bíblico, aunque el significado más usual, y el que quiero abordar, es el de “Hacer cambiar de aspecto o  figura a alguien o algo”, aunque hay además un colofón muy interesante en la descripción de Wikipedia: “La transfiguración es la transformación de algo e implica un cambio de forma para que revele su verdadera naturaleza.”

Ahora bien, aparte de la escena mencionada, creo que la primera obra de intención literaria en la que se alude a la transfiguración es precisamente Las metamorfosis de Ovidio, en la que los dioses toman forma de animales o entes naturales para intervenir e influir de manera más directa en la vida de los hombres. Es extraño notar que tanto en las historias de Ovidio como en las de la Biblia sólo los dioses tienen la capacidad para ejercer dicha transformación, quizá porque tomando en cuenta la época en la que se empezó a tratar el tema, se consideraba un evento que implicaba romper demasiadas reglas naturales. ¿En qué momento es el hombre quien puede convertirse, ya sea por necesidad, por deseo o por algo inexplicable en otra cosa? Por supuesto, lo primero que nos viene a la mente es Kafka con su Gregorio Samsa metamorfoseado en cucaracha, pero creo que las transfiguraciones a lo largo de la literatura han ocupado distintos lugares, algunos más sutiles o evidentes que otros, ya que en ocasiones lo más relevante de estos cambios no es siempre la transformación física, sino lo que se trastoca en el interior del personaje, ya sea la psique o el espíritu, y más importante aún: qué fue lo que provocó tal cambio. En la literatura de la imaginación fantástica, este suceso es uno de los más abordados,  porque en él radica un gran misterio que quiebra la realidad del personaje, llevándolo a un umbral que linda entre la demencia y la invasión de lo otro, entendiendo como otro todo aquello que no pertenece al mundo humano de manera convencional.

Lovecraft elabora este rasgo en la mayoría de su obra, en donde el narrador, casi siempre en primera persona, se pregunta si acaso lo que está viviendo/observando/atestiguando, es real, parte de un sueño, una alucinación, o fatiga mental rumbo a la locura. Pero, ¿cómo llega el trastorno a los personajes de Lovecraft? La habilidad narrativa de Howard Phillips radica justo ahí, en la manera en que la otredad invade el cuerpo humano casi como un virus, como una sustancia que se va apoderando primero del inconsciente, provocando sueños y visiones pesadillescas, y luego, poco a poco, haciéndose presente en la cotidianidad del personaje, afectando su relación con el entorno en tanto que el delirio se hace tangible, real, hasta cambiarlo por completo, deformando ciertos rasgos fisiológicos que delatan la invasión total de la entidad cósmica. 

Ahora bien, cuando hablo de transfiguración cósmica me refiero a la necesidad que percibo en Lovecraft  de restarle importancia a la entidad humana y mutar los rasgos esenciales del hombre en algo que no tenga que ver con el referente del mundo conocido; de ahí la genealogía, la construcción de dioses monstruosos, la invasión de la otredad encarnada en un elemento del todo ajeno y terrible por desconocido, pero no por su propia naturaleza. Exacto: lo que acontece a los personajes que cruzan el umbral —ya sea por medio del sueño, de un libro, de un objeto arqueológico del todo desconocido en cualquier cultura humana o incluso de la enfermedad— es que son invadidos por algo que está más allá de toda percepción convencional, transformándolos y mostrándoles otros modos de vida y conocimiento, un conocimiento que rebasa los límites del universo que la mayoría de la gente no se atreve si quiera a imaginar. Sin embargo, es necesario entender que la transfiguración no es un evento que surja como mera creación imaginaria; es el resultado de un proceso que se gesta en distintos puntos del inconsciente, dependiendo de las carencias o expectativas de quien la experimenta y de la capacidad de reconocer los aspectos del sueño, del delirio y de otras dimensiones que intervienen en la realidad palpable. En el caso de Lovecraft puede decirse que es fundamental su creencia en la vida onírica -sobre todo las pesadillas- para trasladar estas visiones a su escritura y crear alteridades, y cómo la experiencia sensorial le impulsa a seguir buscando esos fenómenos en las imágenes y los ambientes para construirlos o reconstruirlos a partir de la vida cotidiana.

Pero, ¿cómo sucede la transfiguración? ¿Es acaso una alegoría de la manera en que la escritura y la lectura cambian la identidad humana a tal punto que nos deja irreconocibles, haciendo evidente nuestra verdadera naturaleza? Yo considero que ésa es la intención de Lovecraft si tomamos en cuenta que en sus historias, estos acontecimientos no le suceden a un personaje cualquiera; ya que por lo general, es alguien con un interés particular por algún aspecto científico o académico y con una curiosidad inteligente que sobresale del resto, y la manera en que el ambiente del exterior [digamos, que no pertenece a este mundo] se va filtrando a través de su inconsciente, es la clave para comprender cómo funciona la metamorfosis. La transgresión a las formas de la lógica y la razón es una constante en sus personajes: sus estructuras, establecidas de manera previa, rígidas, incorruptibles, son intervenidas, quebrantadas por algún hecho o ente inexplicable que es capaz de generar una mutación en la esencia de quien lo confronta o lo asimila. Quizá la metamorfosis sea imperceptible al principio, pero poco a poco se vuelve más concreta, más monstruosa en un plano psicológico, o en uno físico. Cuando se cruzan ciertos límites –que a su vez comunican con el Espacio Interestelar- y se confrontan seres que dominan la otra parte del universo, se trastoca la noción sensorial, consciente e inconsciente, provocando visiones oníricas y auditivas; la identidad se pierde dejando en su lugar rasgos de las deidades que provienen de otras dimensiones, y son como larvas astrales que se materializan en el cuerpo de quien les invoca: provocan destierro, incomunicación, evidencian la locura hereditaria o adquirida y, en consecuencia, desdoblamiento de la personalidad. Siempre es necesario un lapso de letargo, como de incubación durante el sueño para que el cuerpo se transforme. Es en este momento en que la deidad cósmica se apodera de la visión consciente y los sueños se convierten en recuerdos, dando a la víctima, o mejor dicho al elegido como médium, la sensación de que todo lo que experimentó en ese lapso había sido vivido por alguien más, provocando de esta forma el trastorno de la mente y la identidad durante la vigilia.

Estos cambios, sutiles al principio y luego más evidentes, van dando paso a la transfiguración esencial de los personajes, cuyo rasgo definitivo es, además de la deformación física, la emisión de sonidos ajenos a la naturaleza humana, y por tanto no sólo irreconocibles, sino tortuosos y horribles en tanto que delatan la extrañeza de su origen. Pero ¿cómo saber de dónde provienen esas voces, esos cantos, esas visiones? El rasgo definitivo de la transfiguración es precisamente el momento en el que el humano intervenido delata características que no le pertenecen: su fisionomía, aunque no es alterada de manera drástica, sí delata cambios en la expresión del rostro, sobre todo en la mirada, y el aparato fónico de su cuerpo ha sido de tal forma metamorfoseado, que es capaz de emitir cantos y frases cuya fuerza y misterio sólo hacen pensar en el frío y el vacío de un espacio inexpugnable, ese espacio que no se ve, pero que existe, que está más allá de cualquier vestigio conocido o imaginable: el cosmos detrás del cosmos, o mejor dicho, el cosmos antes del cosmos. Así como el Dios católico tocó a su hijo de carne y hueso para darle el poder de la divinidad, los Dioses Arquetípicos y los Primordiales transgreden el espíritu de sus elegidos a través del terror, avisándoles que sólo así estarán listos para vivir en la Era del Despertar de Cthulhu.~