El castillo de If: El deseo es esa serpiente que vive entre mariposas y cuervos
Un texto de Édgar Adrián Mora
Le gustó tocarse. Desde entonces, algo le decía que allí,
en la mariposa entre las piernas, hacia el sur de su
cuerpo, estaban todas las respuestas del mundo.
LA PEDERASTIA ES uno de los temas que más debate y ámpula levanta en cualquier ámbito. Considerado, quizá, el crimen más grave que se pueda cometer, las historias alrededor de los castigos con los cuales los propios presos «dan la bienvenida» a los recusorios a estos criminales son legendarios y justificados a vista de todos. Ni el asesinato, ni la corrupción, ni la violación despiertan la animadversión al nivel que sí lo hace este delito.
Nos hemos acostumbrado a ver a los niños como seres absolutamente indefensos y desprovistos de conciencia y deseo. A pesar de la idea del perverso polimorfo enunciado por Freud. Los niños deben ser protegidos merced su incapacidad de oponerse de manera efectiva al mundo de los adultos. Y no puede ser de otra manera. Las secuelas que trae consigo el abuso infantil son terribles e impactan en la vida adulta de quienes la han experimentado. No se puede salir indemne de una vida que contenga tales elementos de violencia.
La apuesta que hace Gabriela Torres Cuerva (Guadalajara, 1965) es, si partimos de estos términos, sumamente arriesgada. En Nunca antes de las cuatro (Paraíso Perdido, 2017) muestra de una forma descarnada y cargada de emociones la historia de tres personajes envueltos en una relación carnal que cuestiona los elementos comunes de estos planteamientos.
Estrada, un hombre adulto, padre y esposo; Gloria, una adolescente que apenas linda los once años; y La Niña, quien no requiere mayores datos para ser descrita. Entre ellos se establece una relación en la cual la admiración, los celos, la inocencia, el deseo, la sexualidad, el secreto y lo inadmisible se mezclan en una trama que se enreda tanto en la mirada desde la cual atestiguamos el relato, como en los juicios y prejuicios que sobre el tema van apareciendo en la mente del lector conforme avanza la trama.
El narrador omnisicente se ubica tras los ojos y los recuerdos de Gloria adulta. En su niñez vive una tragedia familiar, lo cual la empuja a ser «adoptada» de manera por completo informal por la familia de Estrada y Flora que la convierte en la «criada» (con las acepciones múltiples del término) de la casa y el pequeño negocio familiar. Inteligente y práctica, establece una relación muy cercana con Estrada. Y donde «muy cercana» es una expresión que se despoja de eufemismos: el hombre le descubre los misterios de la masturbación y la sexualidad, a la cual la adolescente se entrega con abandono y veneración hacia aquel que concibe como su mentor. Como el muelle donde descansa toda la soledad que carga sobre sí.
Este «equilibrio» se ve amenazado y fatalmente roto con la aparición de La Niña. Una infanta, hija de alguna vecina de la colonia, que comienza a acompañar a la inusual pareja a las excursiones que ambos hacen a Las Albercas, una especie de balneario público que se constituye, en el clímax de la historia, en escenario de la tragedia.
Hay una gran cantidad de emociones y juicios que el lector formula a lo largo de la inmersión en este artefacto enreverado e inquietante. La pasividad de la esposa ante la evidencia de lo que su marido ha hecho y hace de manera cotidiana. La veneración y el sentimiento de obligación que no caduca en el alma tanto de Gloria como de La Niña tras el paso de los años. Ante los despojos de un Estrada castigado por los años y el deterioro inclemente de la Naturaleza, la disputa de la infancia renace y recrudece. Ninguno puede escapar de ese remolino líquido que es el pasado.
Es una novela difícil, compleja. De las que requieren una lectura atenta y despojada de prejuicios. Donde la empatía es puesta a prueba a cada momento. Es un relato violento, pero cuya violencia remite a las construcciones que hace el lector desde su experiencia y referentes; el lenguaje utilizado por la autora elude el tremendismo y los juicios sumarios.
Nunca antes de las cuatro es, en conclusión, una muy arriesgada apuesta literaria que carga sus fichas hacia la posibilidad de contar una historia desde una mirada que no se asume como víctima, en un contexto del mundo real que vuelve conflictiva la comprensión de tal postura.~
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