Chacarita, de Natalia Fortuny | reseña
Una reseña de Fernando Corzo #Literaturadigital
¿QUÉ CANTARÍA JORGEManrique en nuestros tiempos de laptops, celulares con cámara, internet, mensajes enviados por correo electrónico, WhatsApp, etc? Seguramente sentiría el mismo desasosiego que sintió tras la muerte de su padre, pero lo expresaría con otros términos. No hablaría de la fama de los reyes que se acaba con la muerte como «verduras de las eras», sino que utilizaría otras imágenes para transmitir el desconsuelo que sintió al perder a su padre. Es más, con toda seguridad habría tomado su celular para mirar las últimas fotos que quedaron registradas en el aparato para ver la huella efímera del paso de su ser querido por este mundo.
Natalia Fortuny, una bonaerense nacida en 1977, da cuenta de esa realidad que nos toca vivir como simples mortales que somos de este siglo XXI. La preocupación por preservar el recuerdo aparece durante el duelo. Los celulares, con los cuales nos comunicamos con los otros, han reemplazado los álbumes. Ahora acudimos a las fotos que están en las pantallas para conservar la memoria. Esas imágenes pasan –nos confiesa la autora del poemario titulado Chacarita– «coloridas, fugaces, / no alcanzan para pedir un deseo».
Viene el duelo. Cada quien lo vive a su manera, según el sentimiento que le produzca pensar en la ausencia de la persona fallecida. Cuando alguien muy querido muere y se nos ve muy pesarosos en el funeral, suele ocurrir que vienen personas a darnos ánimo con una fórmula ya preconcebida. Muchas veces nos piden resignación. Apenas con un susurro nos dan el sentido pésame. La intención de ese sujeto puede que sea buena, pero no basta para expresar tanto desconsuelo. Es entonces cuando la voz de la poeta aparece para expresar con un balbuceo lírico la impotencia de tener seres queridos pero finitos y, de paso, para denunciar el adormecimiento del lenguaje. Copio y pego las palabras de la poeta:
«En el funeral un desconocido
nos ofrendó resignación
-consentimiento a la muerte
lo leí también
en un aviso recordatorio
desde entonces tarareo el poema
canto lalala en versión de Jhon Cale
no entres manso a la noche quieta
luchá contra la luz agonizante
el tarareo es mi mensaje
al más allá
perdida en la rabia
cuando los niños y el trabajo
lo permiten».
El tema del poemario de Natalia Fortuny es la muerte. La norma en casi todas las sociedades es ver a la muerte como la enemiga. Cuando llega, viene vestida de negro. Pero Natalia Fortuny nos la presenta colorida, incluso feliz, despreocupada. Interrumpe, sí, la cotidianidad del hogar, pero no tanto como para lograr desencajar la sonrisa por largo tiempo. La muerte, no obstante, es un enigma abierto. Siempre está presente para interrogarnos: «Acá», dice la autora en uno de sus paseos por el Cementerio de la Chacarita, el más grande de Suramérica, «toda decoración hace pensar en la corrupción de la carne». Quien descubre la respuesta a ese enigma descubre el enigma de la vida. Dice Octavio Paz en El cántaro roto que «Vida y muerte no son mundos contrarios, somos un solo tallo con dos flores gemelas».
Quizá lo más complicado de buscar obras por internet es encontrar cosas que valgan la pena ser leídas. Es apenas natural sentir desconfianza. He tenido la fortuna de encontrar un libro electrónico de poesía que bien vale la pena bajar y leer. Se puede acceder a él en Determinado Rumor, un sello online que difunde el trabajo de algunos poetas contemporáneos. Los materiales que se encuentran allí están bien seleccionados y son de acceso libre. Editar, por supuesto, es costoso, así que el lector que ama la poesía tiene la opción de hacer donaciones para esa buena causa. Yo, por mi parte, le daré al poemario escrito por Natalia Fortuny un calificación de cuatro sobre cinco. Le resto un punto porque la elección de las fotos y de la portada francamente no son las mejores.~
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