It’s the end of the world as we know it  | Corresponsal de guerra

Por Elisa Aceves de Ramery

El domingo votamos en México, y en una elección marcada por la violencia y la falta de libertad, queda explicar las esperanzas. Los cierres de campaña, que se han dado en las capitales de diferentes estados y en el Estadio Azteca, han dejado a millones de mexicanes rascándose la cabeza. Con franqueza, todo parece no tener mucho sentido. A título personal, debo admitir que tengo envidia de quienes ya saben por quién van a votar. Esta es la noche del jueves 28 de junio, a tres días de ir a las urnas, y yo sigo aquí sentada preguntándome qué debo hacer ahora. ¿Lo feo? No soy la única. ¿Lo más jodido de todo? Votamos en tres días. Se disputan más de 18 mil cargos de elección popular – entre ellas, la Presidencia de la República.

MORENA parece ser (¿o venderse como?) la esperanza, pero los candidatos arrastran consigo una cola larga para pisarles. ¿Meade será el mismo PRI? ¿El Bronco tendrá votantes? ¿Y Anaya? ¿Y LUEGO? No pretendo que este texto sea un golpe sobre la cabeza de nadie; simplemente quizás me ayude a poner en perspectiva qué nombre cruzaré el domingo. Les invito a compartirme sus reflexiones. Sin insultos, por favor; ya tuve suficientes de esos a lo largo de la campaña. Ya tuve gente diciéndome que no sé de qué hablo, que debería votar para proteger lo que ya tengo. Ya hubo quién hizo una defensa apasionada de que México se convertirá en Venezuela si gana AMLO.

El hecho que exista el concepto de un “voto útil”, que mil cadenas de WhatsApp han intentado explicar y propagar, habla de lo diferida y difícil que está la situación.

Como feminista, ninguno de los candidatos me representa. NIN-GU-NO. No se habla del aborto, ni de la adopción ni del matrimonio entre parejas del mismo sexo, ni de los precarios derechos de la comunidad LGBTQIA+. Nadie ha hablado de la cantidad alarmante -qué digo alarmante, espantosa y terrible- de feminicidios que han marcado estos años. Nadie se atreve a hablarme a mí directamente, cuando mis derechos se ven afectados día con día. Y yo tengo con qué defenderme -mis privilegios me escudan de no sufrir de un montón de cosas que mis seres queridos han tenido que aguantarse TODOS LOS DÍAS. ¿Esto es una queja? Por supuesto que sí. Yo tengo que salir a votar el domingo y elegir entre tres hombres, los cuales han bailado alrededor de estos temas, de carácter fundamental, durante toda la campaña. No veo claro. No tengo respuestas claras.

Me tuve que sentar al ver que hay un anuncio de una tal Magui Fisher, que va por la alcaldía o regencia de la delegación Miguel Hidalgo, que habla de regular las faldas para sentirnos más seguras. A ese nivel de idiotez -porque no existe una mejor manera para describirlo- hemos llegado. A que una persona sugiera recortar el uso de las faldas porque claro, las que tenemos la culpa de que nos volteen a ver somos nosotras.

¿Por qué diablos hay un partido evangelista aliado con la izquierda -bueno, “izquierda” mexicana? Quizás yo ya no sé confiar, pero eso no me hace sentido. No creo que vaya por el lado de “unir fuerzas”; francamente creo que estamos demasiado para allá como para confiar en los opositores. Analizarlo, de un lado y de otro, no me ha servido para nada. Únicamente acabo más confundida. Desde aquí, desde México, les reporto.