Mis más sinceras disculpas | Blog vozed
¿Quién no ha sido alguna vez blanco de una crítica? Aceptar las críticas aún siendo constructivas es algo bien complicado. No todo el mundo está dispuesto a recibirlas mansamente, sobre todo cuando se trata de poner tu talento en tela de juicio, tu saber hacer. Hace falta, ante todo, una sólida madurez, sea lo que sea eso. Tu primer impulso es ponerte a la defensiva, revolverte y devolver la crítica: ¿pero qué se habrá creído este tío? ¿Que esto está mal hecho, qué sabrá él? ¡Anda ya…! ¡No me jodas…! Te defiendes, instintivamente, con uñas y dientes, para luego ir dándote cuenta de que quién te critica lleva su parte de razón y pasas entonces a darle vueltas a lo que tanto te ha dolido, y ya, no sólo lo aceptas sino que además lo asimilas y, también inconscientemente, aprendes de ello.
Pero claro, no es lo mismo recibir esas críticas de tu jefe que recibirlas de alguien a quien quieres o de alguien a quien de verdad aprecias, de un buen amigo. Normalmente, cuando la crítica viene de tu jefe o de un superior, la aceptas con resignación, no te queda otra, aunque por dentro te veas estrangulándolo sin miramientos, con su propia corbata roja… Imaginaos que después de tres horas preparando un informe, llega el tío y te lo tira a la cara porque no has acertado con la idea que él tenía o porque, simplemente, no le gusta tu tono y entonces, te lo hace repetir. Y a veces, hasta dos y tres veces, por una simple cuestión caprichosa… Esto en mi empresa sucedía muy a menudo aunque imagino que en vuestros trabajos también os habrá ocurrido: parece que, con el cargo de jefe, viene incorporada la función de andar jodiendo al personal. Lo tomas o lo dejas, y por supuesto, ellos agarran todo el kit de «jefe» completo… Pero claro, otra cosa, más profunda y dolorosa, es cuando la crítica viene de alguien a quien admiras, a quien respetas. A mí me ha pasado con muchos de mis escritos, no os creáis, ya me han dado cera para una buena temporada. Y sin embargo, tal vez eche de menos esa crítica que llaman «constructiva», que invita a estudiarla, a repasarla, a jugar con ella y con sus matices…Ya decía William Hill: «Ningún escritor desea tanto la crítica constructiva como la alabanza». En cambio, aquellas que nada te aportan, que vienen como una carta vacía, sólo con un título despreciativo, críticas que deambulan por lo personal…. ¡qué difícil es encajarlas sin desmadrarte verbalmente y sacarte de tus casillas!
La verdad es que la labor del editor es ingrata. Hace mucho, un conocido con ínfulas de escritor, me envió el primer capítulo de una novela que estaba escribiendo. No sé aún por qué me eligió justo a mí, pero la responsabilidad, sin poderlo evitar, recayó sobre mis espaldas. Tal vez pensó que siendo ajena a la literatura mi opinión sería lo más parecida a la del público común. Quería mi sincera opinión de «lectora media», rehuía sesudos análisis sintácticos de expertos filólogos. Así que bien, ahí estaba yo, con un tocho de páginas en la mano y con esa cara que se te queda cuando todo el mundo, todo, en silencio te mira y espera tu veredicto…Si el tío era ya de por sí un tanto pelmazo, imaginaos pues cómo serían aquella sarta de lugares comunes literarios hábilmente enlazados uno tras otro. A la segunda banalidad disfrazada de «manida literatura» dejé de concentrarme en lo que leía y comencé a agobiarme pensando en qué verdad habría de decir a su autor. El estilo, si acaso lo tenía, era engorroso, emperifollado, rebuscado y en absoluto espontáneo. Todos y cada uno de los recursos literarios a los que acudía los hemos leído, antes o después, cientos de veces. La historia, impúdicamente autobiográfica, era un tostón hermético y aburrido ¿Qué puede transmitir la historia de un publicista cuya único sentido vital no es otro que contar detalladamente, con pelos, muchos pelos, y algunas señales, las bondades del Scotch-Brite en, se suponía, altísimas reuniones interminables?
[pullquote]Una lectora tan «vulgar» como yo le había hundido su acorazado orgullo y, simplemente, desapareció…[/pullquote]
Hay libros embarullados, farragosos, barrocos y rococós, pero libros que están vivos, encantadores, libros que leímos arduamente en su día y que volvemos a leer ahora con placer. Aquello –llamarlo «libro» sería un ataque a la bibliofilia–, no tenía solución alguna y ni el mejor Herralde ni la más inspirada Tusquets hubieran podido hacer nada por semejante cadáver. Pero claro, quedaba lo peor, mi amigo quería sinceridad, ya sabéis, una opinión de «lectora comunis»… Así que allí fui, en un acto de extraña seguridad en mi misma cuando ansioso me preguntó por mi impresión, sinceramente se la dije; con educación, eso sí, pero se la dije. No me quedaba otra, haberle mentido y haber alabado aquel capítulo hubiera sido como insultar a la cara a la mismísima Anna Karenina… ¿Y sabéis?: no volví a saber de él. Jamás. Una lectora tan «vulgar» como yo le había hundido su acorazado orgullo y, simplemente, desapareció…
Creo que hay que tener una confianza bien afianzada y mucha seguridad en ti mismo para que las opiniones, especialmente las críticas, sobre tu trabajo, no te aplasten, no te hundan, no te hagan desaparecer para siempre como le sucedió a aquel guiñol de escritor. A mí no se me da bien sacar lustre en cuentos e historias ajenas pero sí agradezco, enormemente, que alguien dé a mi trabajo un toque final brillante y que barra por ahí, entre las esquinas que siempre acostumbras a olvidar pensando que tu tarea ya ha quedado «redonda». Y es que, muchas veces importa más cómo nos cuentan una historia que el fondo de esa historia en sí. Esas palabras que, aún sin sentido, te hacen vibrar, te emocionan, te erizan la piel…Me gusta la literatura que me obliga a pensar, a reflexionar y, sobre todo, que me empuje a imaginar: a crear imágenes en mi mente…y recrearme una y mil veces en esos renglones que tanto te impactan, secos, tan secos que te calan hasta el fondo…inolvidables ya para siempre.
Y ya os digo, tras ir enumerando, uno tras otro, los argumentos que desmontaban la falsa careta de sus escritos y mientras él se iba poniendo pálido, cada vez más pálido, aquel tipo desapareció. Tal vez, quién sabe, por esas cosas del google, esté ahora mismo leyendo esto y comprenderá y se dará por aludido… Así que, bueno, si es así, mis más sinceras disculpas pero, de no haber sido sincera contigo, habría engañando a la literatura… y no, yo, por ahí, no paso.~
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