80P1VM/21: La DMZ, el Disneylandia coreano
#post_80P1VM/21 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla
—¿ESTÁS SEGURO QUE quieres ir a la DMZ? —preguntó Arancha.
Y es que, en Corea, sus preguntas son muy afiladas.
—No podemos no ir. Es la frontera más caliente del mundo ahora mismo. Debemos ver qué es… cómo es.
Buscamos un tour, que es la única forma de acercarse hasta allá. Y sí, es un Disneylandia en toda la regla. El circo coreano. Pero es un circo solo para los extranjeros, no para los coreanos, al menos los del sur. Cuando le comenté a Unee, mi amiga surcoreana, que quería ir, me miró escéptica. Luego chascó la lengua. Tienen la certeza de que el norte algún día abrirá sus fronteras y se unificarán en una solo país. Mientras tanto esperan.
El circo es cómo cualquier otro tour que tanto se odian: te recogen en el hotel; te llevan a un bus más grande donde hay americanos, rusos, australianos, japoneses e italianos; te acercan hasta uno de los lugares oficiales para acceder a la zona desmilitarizada y compras un boleto. En ese mismo lugar hay juegos mecánicos zonas para acampar y áreas diseñadas para hacer picnic… No se ve por ningún sitio el terror de que caiga una bomba. Subes corriendo al bus para ir a una estación de tren que funciona pero que no trabaja, hasta que a los del norte no les de por abrir de nuevo la frontera. Luego al tercer, de cuatro, túneles descubiertos que pasan pode debajo de la frontera, hechos con la idea de invadir Seúl.
Las últimas noticias, de hace solo unos días, son del líder de Corea del norte ensayando lanzamientos militares, mientras hay aplausos para los coreanos del sur que han elegido como presidente alguien que quiere tender puentes.
Ir a la estación del tren es absurdo. Es una estación de tren sin más… “Simboliza los esfuerzos para intentar integrarse”, razoné con Arancha mientras ella ponía los ojos en blanco. Solo alcancé a escuchar algo así como “…andia”.
Para ver el túnel hay que ver primero un video de 8 minutos, donde, en unas instalaciones gestionadas por militares nos hacen saber que, a pesar de las alambradas la vida florece: y nos ponen unas imágenes de pajaritos, ardillas y venados. “¿Viste?”, le dije a Arancha, “hay esperanza”. Ella vuelvo a poner los ojos en blanco y ahora escuché un “…neylandia”.
Lo más interesante, por absurdo, fue ir a un mirador donde se ve más de cerca la frontera y el pueblo de Kaesŏng, en Corea del norte, desde donde se escucha música clásica y algo que parecen unas arengas, destinadas a los turistas, los militares, los de los tours y los 200 surcoreanos que viven en la DMZ. Suponemos que nos invitan a todos a dejar el capitalismo y acercarnos a la vida real, la del comunismo norcoreano. Mientras desde el lado de Corea del sur se escucha a todo volumen música pop.
—Mira, guerra de decibelios.
—El Disneylandia coreano —me dice Arancha.
No sé como no vino acompañado de una buena colleja, por haber insistido en ir. Lo cierto es que es un circo.
Regresamos a Seúl con ganas de olvidar la turistada, con mucho menos dinero, y habiéndonos privado de alguna barbacoa coreana.~
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