América Latina y Europa, matrimonio por conveniencia
América Latina no sólo es la región de las venas abiertas como sostiene Eduardo Galeano en uno de los libros fundamentales de nuestra biblioteca, también es la región del planeta que más se vincula cultural e históricamente con la Comunidad Europea.
Emilio Menéndez del Valle, eurodiputado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde 1999, plantea la posibilidad de una asociación estratégica con América Latina sobre la base de los vínculos culturales e históricos de ambas regiones. Según Menéndez del Valle, “aun estando en relativa crisis ambas orillas del Atlántico, merece la pena un esfuerzo multilateralista racionalizador que establezca un marco de cooperación universal y regional donde la actuación unilateralista y hegemónica de una potencia dominante sea muy difícil de llevar a cabo”. Es decir, plantea la necesidad europea de un acercamiento con latinoamérica para poder enfrentar juntos al imperio norteamericano. El problema es limitar las condiciones de tal asociación, que no por ambiciosa deja de ser posible.
Esta idea se apoya en un aspecto fundamental, la voluntad de concertación en temas de interés común, en particular en el marco de las Naciones Unidas (Protocolo de Kioto, Tribunal Penal Internacional, lucha contra la pena de muerte, etc.), donde se encuentran con la indisimulada oposición de Estados Unidos y sus aliados. El documento de la Comisión Europea sobre Una asociación reforzada entre la Unión Europea y América Latina (8-12-2005) dice que: “[el socio más cercano de Europa es] América Latina, con la que compartimos un compromiso común con los derechos humanos, la democracia y el multilateralismo”. Esta asociación representaría un tercio de los miembros de la ONU, una cantidad nada despreciable a la hora de impulsar objetivos comunes.
Sin embargo, las relaciones se siguen caracterizando por una marcada asimetría: la UE es el principal socio comercial de numerosos países de América Latina, mientras que el lugar que esta ocupa en el comercio total de la UE sigue siendo todavía demasiado exiguo. Según la CEPAL, el número de personas que en 2003 vivían en condiciones de pobreza en América Latina alcanzó los 227 millones, es decir el 44% de la población. Estos números hacen temer justificadamente que la alianza con Europa se convierta no en una asociación sino en un cambio de dueño, y que las profundas riquezas de nuestra región pasen de manos norteamericanas a manos europeas cerrando el ciclo que comenzó durante la Primera Guerra Mundial con la irrupción de la potencia estadounidense.
En el documento de la Comisión Europea previamente citado también se aboga por “avanzar en el acceso al mercado de bienes y servicios resolviendo el problema de los elevados aranceles que América Latina sigue aplicando a ciertos productos industriales”. Frases como éstas recuerdan artículos del ALCA que intenta imponer Estados Unidos y que los países de renta intermedia de América Latina, liderados por Brasil y Venezuela, consiguieron paralizar, en una desigual lucha contra el poder norteamericano. Latinoamérica tiene la obligación de fortalecer su cohesión regional y buscar los mecanismos para dialogar con Europa como un bloque estratégico, países como Brasil, México, Venezuela y Argentina están condenados a entenderse entre sí antes de integrarse en la asamblea parlamentaria euro-latinoamericana propuesta por los europeos, sino se corre el riesgo de que acuerdos unilaterales que benefician momentáneamente a ciertos países sigan convirtiéndose en un lastre para toda la región.
Una de las claves del matrimonio por conveniencia entre Latinoamérica y Europa es el proceso migratorio. Los flujos migratorios hacia Europa han crecido rápidamente y para los países de origen, la migración se ha convertido en un desafío importante en términos económicos, sociales y políticos. El mismo desafío enfrentan los países de destino, que descubren la imposibilidad de cerrar las fronteras y se plantean la inversión en América Latina como factor de control de la inmigración masiva.
Alan García ha dicho el 2 de Agosto de 2006, con motivo de su asunción como Presidente que “el Perú del Siglo XXI tiene una característica que lo diferencia sustantivamente de otros momentos del devenir de nuestra patria: millones de nuestros compatriotas viven en el exterior y contribuyen con su esfuerzo, dedicación, talento y habilidades laborales al desarrollo de las sociedades que los han acogido”. Y cierra su discurso diciendo: “Espero, finalmente, que con la cooperación de aquellos peruanos que estén en exterior y que deseen invertir en nuestro país, podamos darle un nuevo enfoque y un mayor dinamismo a la Ley de Incentivos Migratorios, de modo que se constituya en un instrumento útil que facilite la inversión productiva, la atracción de tecnología, así como la creación de pequeñas y medianas empresas y el retorno de nuestros compatriotas al Perú”. Alan no sólo está llamando a los peruanos sino que está dando un mensaje a la comunidad internacional, y fundamentalmente a Europa, acerca de cuál es el camino que se debe seguir para amortiguar los flujos migratorios.
El camino se nos antoja largo y complejo pero transitable. El desafío latinoamericano es dejar de convertirse en una región explotada, sumida en la pobreza, para ir poco a poco convirtiéndose en una región con peso en la esfera mundial. Para ello, la asociación con Europa es una alternativa posible, Latinoamérica tiene mucho para aportar a esa alianza, un matrimonio que nos vendría muy bien a ambos.~
Muy buen artículo sr. Margolles