La perspectiva del discurso

Para mí, ser es sorprenderme de estar siendo.
Fernando Pessoa.


 

El lenguaje, según Jaques Lacan, sirve(*) no para otra cosa, sino para el malentendido. La comunicación, según el psicoanalista francés, es el proceso mediante el cual el receptor recibe del emisor su propio mensaje en forma invertida.

No jugaré con Uds., mis amigos, a los acertijos. Simplemente quiero hacer notar las dificultades propias de establecer puntos de acuerdo entre los seres humanos y más aún entre grupos interdisciplinarios. Sin embargo, el riesgo del desencuentro de nuestras ideas vale la pena, pues es mucho lo que puede ganarse en el relámpago de la coincidencia.

Existe una tradición epistemológica que a mí personalmente me es curiosa, por su ingenuidad. Estudie la carrera de Psicología hace muchos años, en los tiempos del behaviorismo más recalcitrante y me formé en la traición de concebir a la Psicología como una ciencia, revisé en mi formación autores que hoy encuentro cuestionables y que mi memoria quiere olvidar, pero les daré el ejemplo de Mario Bunge (1975). Según este teórico de la ciencia, existe una sola manera de poder pensar este objeto de reflexión humana y es dividirla en ciencias fácticas y formales.

Las ciencias fácticas, encuentran su objeto de estudio en la naturaleza y se esfuerzan por buscar el dato, medir, formular hipótesis y predecir resultados. La naturaleza, para este profesor, existe independientemente de las concepciones del hombre. La teoría científica no es otra cosa sino un modelo de la Realidad, perfectible a partir de la lógica y de la adquisición de nuevos datos. Las ciencias formales, por su parte, se crean a partir de un referente concreto, pero elaboran para sí mismas un objeto abstracto, es el caso de la Matemática (creada según Bunge a partir de: ¡El conteo de los dedos de las manos!, ¡Vaya mito!), su coherencia es interna y sus modelos explicativos, así como la dirección de sus investigaciones siguen un camino heurístico propio, desconectado -en ocasiones- de la verificación inmediata.

El compromiso racionalista, obligaría, en el primer caso, a intervenir en el fenómeno y correlacionar los datos de una variable independiente y ver cambios en la variable dependiente. Los conceptos de control experimental y replicabilidad del fenómeno, propuestos por este autor, fueron nociones esenciales que importaron buena parte de la investigación social y psicológica en los siguientes veinte años y que aún hoy tienen un peso determinante en la comunidad científica en general. La búsqueda de la objetividad sobre todas las cosas, inclina a tratar de cortar todo sesgo de intención en el experimentador que conduciría a resultados subjetivos determinados por las expectativas de éste. El conocido Paradigma de Rosenthal referido por Jung (1979) en el campo de la Psicología, da cuenta del hecho, de que, aún tratando de evitar el efecto de la subjetividad, un experimentador siempre induce en su tarea una determinada lectura que avala sus deseos y expectativas.

El trabajo en las llamadas “ciencias de la conducta” de B. F. Skinner (1975) , inspirado en esta epistemología de pasillo, corta de manera tajante toda motivación interna del individuo, toda reflexión cognoscitiva, así como cualquier referencia a las causas internas del sujeto. El concepto de personalidad se hace inútil, como infructuosa la tarea de descubrir el quehacer de un supuesto trabajo mental. Se corta así, por lo sano, la subjetividad, la reflexión humana y ¿por qué no?(*) La filosofía kantiana, que bien habló de límites a la razón pura, todos estos son, para el espíritu del sentido común de esta “Nueva ciencia” (¡Vieja como la Ilustración!) un tumor execrable de cáncer. La subjetividad no es sino una quimera y los actos de los hombres pueden ser entendidos en el marco de una racionalidad basada en el estudio del intercambio con el medio ambiente, hay que olvidarse de la “caja negra” del espíritu humano que no sería más que una preocupación especulativa, que debimos dejar morir en el Siglo XVIII.

No pensamos de la misma manera. La ciencia no puede ser un espejo perfecto de la realidad, la necesidad de una epistemología crítica se hace evidente, frente al simplismo descrito. Incluso Monod (1986) nos hace patente, que dados los adelantos de la neurofisiología y de la psicología experimental, es evidente que el sistema nervioso central no puede y sin duda no debe, expedir a la conciencia más que una información codificada, traspuesta, encuadrada en unas normas preestablecidas que nos protegen del Umwelt, caos insoportable al fin y al cabo. En otras palabras, la realidad no es jamás restituida al hombre a través de sus sentidos. Esto lo sabía Freud desde finales del siglo pasado y es la base de sus ideas, sin duda fantásticas desde el punto de vista anatómico, pero en el Proyecto de una Psicología para Neurólogos (1897), quizá lo más rescatable del trabajo sea la concepción de que el mundo que vemos es siempre uno que sólo puede caracterizarse de: ¡humano!. Dicho en términos crudos, nuestra relación con la realidad se establece, a través de, una de ficción, por otro lado necesaria. Nuevamente el psicoanálisis -que no es una teoría sobre los instintos, pues el Ananké es un Diktat ciego-, nos pone sobre aviso de la diferencia entre Realität y Wirklichkeit. La primera es la realidad Psíquica y específicamente humana, eso que engendra la imaginación y la creatividad, la fantasía y la verdad; la segunda es la realidad concreta, operativa y a la vez impenetrable. Prueba de eso es que toda Weltanshauung (cosmovisión) caduca al poco tiempo y demuestra la ineptitud para el conocimiento de la raza humana, condenada a una opacidad sin remedio.

Frente al racionalismo de tipo cándido, también se levanta la obra de Bachelard (1948) que nos habla de que el espíritu científico pasaría por:

1. Un estado concreto, dónde el espíritu se recrea con la imagen del fenómeno y se apoya en una literatura que glorifica la naturaleza y canta (*) paradójicamente -a un mismo tiempo la unidad y la diversidad de las cosas-.

2. El estado concreto-abstracto apoyado en la filosofía de la simplicidad. Con la nueva paradoja de que tanto se está más seguro de la abstracción cuanto más claramente esta abstracción está ligada a una representación sensible.

3. El estado abstracto, dónde voluntariamente el espíritu se desprende de la experiencia inmediata y polemiza abiertamente con la realidad básica, siempre impura, siempre informe.

La visión de Thomas S. Khun (1962) se asemeja a estas ideas, desde el contexto de la reflexión epistemológica contemporánea, en ella, vemos sucederse un paradigma científico por otro, en la medida de que el segundo dé cuenta de una manera más formal y en un alcance explicativo mayor de un determinado fenómeno u objeto de estudio, relativizando finalmente esa concepción de que la ciencia está dedicada a crear una imago de la realidad acuciosa.

De hecho, con inteligencia y reflexión, Popper (1962) reconoce que más allá de la inducción y la deducción, de la probabilidad incluso, existe un gramo de locura y originalidad siempre presente en una nueva teoría científica, difícilmente subsumible a la lógica. Aunque pueda ser posible hacer una reconstrucción racional de los pasos que han llevado a un científico a un descubrimiento, no puede eliminarse el factor de inspiración (¿Cómo podría ser, después del descubrimiento hecho por Kekulé de la cadena de benzeno, a partir de una serpiente en un sueño?). Además, la ciencia no es un conocimiento (épistéme) que alcanza la verdad, sino puntos de acuerdo. No sabemos, dice Popper, sólo podemos adivinar: “Sólo en nuestras experiencias subjetivas de convicción, de nuestra fe subjetiva, podemos estar completamente seguros”.

No sé a Uds. al lugar hacia dónde les conduzcan estas reflexiones, a mí personalmente, me llaman a pasar a primer plano al Sujeto y a preguntarse sobre su estatuto, su estructura y cómo a partir de él puede pensarse el mundo (*) posible, que vivimos.

Desde el campo de la reflexión histórica y política, encontramos frente al positivismo y juicio común de Bunge, la obra generosa e inteligente de Hannah Arendt (1993). Entre algunas de las ideas que más llaman la atención, es la de concebir al homo faber “derrotado” y envuelto en un proyecto hedonista (sin móvil consciente), dirigido a trascender las necesidades de la vida, pero enfocado al consumo, la admiración pública y la “fútil” recompensa monetaria. La nueva divisa superyoica parecería ser: cada quien para sí y todos contra todos. La irracionalidad que se deduce de esta aventura social, que vivimos al borde del nuevo y postmoderno siglo XXI, le da un nuevo nombre a la época por venir: ¡Incertidumbre! La ciencia y la tecnología son los pajes y caballeros que la acompañan, una actividad despreocupada de estos discursos, sin reflexión y sin ética (¿Será una esperanza la frase?: Dios es inconsciente. Lacan dixit), podrá conducir únicamente a la barbarie.

Pero voy al punto de la reflexión que nos ha traído aquí. Ocuparse del Sujeto es desentrañar su naturaleza de animal simbólico. Entrar al estudio de los objetos e instrumentos imaginarios y metafóricos con los que se relaciona con su Umwelt. Sostengo ante Uds., por paradójico que suene y tomando incluso como background, las opiniones mismas de Focault (1966); que personalmente vería en el cuestionamiento de las épistémes, un giro hacia un nuevo Renacimiento, en el sentido de que ahora más que nunca, nos importa saber: ¿Qué es el hombre? Y si después de todo puede hablarse de cierta escencialidad de su naturaleza, sin descuidar el relativismo cultural que nos ha mostrado el estudio de los mitos, la literatura y la ciencia antropológica (Mircea Eliade, Todorov, Lévi-Strauss).

Saussure, Lévi-Strauss, Beneviste, Jackobson, Lacan, Focault, Deleuze, Derrida y Barthes han recorrido su propio camino, trascendiendo el mundo sensible y la apariencia. De manera diferente han cuestionado el “status quo” de sus disciplinas. No puede llamárseles estructuralistas ya, como en un primer momento se le señaló, ni siquiera hay en ellos una intención conjunta que pudiera caracterizar a esta actividad dispersa y contradictoria, de: Movimiento. El mismo término de Postmodernidad que podría servir de rótulo a sus trabajos, es ahora uno sin sentido, pues implica una salida del espíritu de la Razón al que estamos aún encadenados, para beneficio más del capital que del hombre.

Es curiosa la historia de estos hombres, si bien es una regla prudente y aconsejable en ciencia, no atender a la historia personal de los descubridores, en este caso, sus pequeñas vidas han sido paradigmáticas, ejemplares y en ocasiones trágicas como la de los santos, íntimamente relacionadas siempre a sus ideas.

Saussure es el maestro de la lingüística estructural contemporánea e iniciador de esta perspectiva del discurso. Su gran mérito ha sido el de estudiar el lenguaje fuera de los prejuicios positivistas que los investigadores anteriores se habían impuesto y pensar que un objeto de estudio como éste (pero: ¿por qué no también otros?), requiere de un método propio, fuera del campo de la neurofisiología, la anatomía y todo aquello que le descentre de su propio sitio y de sus propios problemas a enfrentar. La lengua no está en el cerebro, en el sonido, ni en la física de los sentidos, no es producto de la Naturaleza y es un sistema con sus propias reglas, antinomias y problemas. Hoy, puede cuestionarse desde muchos puntos de vista sus opiniones y Jackobson ha llevado a cabo un ataque a fondo de esta obra con argumentos legítimos, pero sus ideas representan la chispa de una nueva luz de comprensión sobre los problemas de la ciencia.

Podría parecer el más sereno y modesto de estos nombres, pero después de leer su “Curso de lingüística General” (1915) y la brillantez de las ideas allí expuestas, uno queda realmente inquieto (la sensación de “unheimlich” descrita por Freud nos asalta) al descubrir en el prólogo, que él no escribió el libro, sino que éste es consecuencia de sus clases y de los apuntes de sus alumnos. Puede uno preguntarse, si ha sido desidia, falta de tiempo u organización… prefiero jugarme por la explicación subjetiva, psicológica, si Uds. me lo permiten: no deseó plasmar sus ideas en papel y restarles movimiento. Y he aquí otra teoría más siniestra aún: como Kafka, quiso abolir su obra y su memoria de la conciencia social por motivos hoy indescifrables. ¿Fantasiosa?, el prólogo a la primera edición escrito por sus alumnos Bally y Sechehaye nos dice: (*) ”no encontramos nada o casi nada que correspondiera a los cuadernos de sus discípulos. ¡Ferdinand de Saussure iba destruyendo los borradores provisionales donde trazaba cada día el esquema de su exposición!”.

Corresponde a Lévi-Strauss el retomar la intención de las investigaciones de Saussure en intensión y exponernos en su célebre texto “Antropología estructural” (1958), que un objeto que presenta un carácter de sistema, del cual ninguno de los elementos puede ser modificado sin alterar al otro, puede ser estudiado en su estructura problemática misma sin hacer que descienda a niveles físicos, químicos o biológicos. Esta, es sin duda una ruptura en el campo epistemológico y fundará la corriente que se etiqueta hoy como estructuralismo. ¿Qué caracterizaría a las ciencias y a la filosofía tocada por esa voluntad de conocer?: Se trata siempre de obras que se interesan en los signos, en los sistemas de signos y en el discurso. Los hechos más diversos pueden entrar aquí, pero serán siempre acontecimientos y fenómenos conectados con la lengua y el decir, más o menos siguiendo el sistema: Significante/ Significado y adaptados a una red de comunicación humana.

No puedo seguir, ni me siento autorizado a hacerlo, exponiendo paso a paso las consecuencias de esta tendencia, es probable que algunos de Uds. en este grupo los conozcan mejor, que el simple trazo a lápiz que pudiese yo ofrecerles. Sin embargo, hablaré brevemente de cuatro autores que particularmente me interesan y que quizás aclaren a Uds. el panorama de los alcances y trascendencia de este estilo de pensamiento.

Lacan nos interesa aquí no sólo por su oficio de psicoanalista, sino por su concepción de la Realidad. Desde muy temprano en su obra, su escrito parafraseando a Freud (autor de el Principio de Placer y de Realidad), llamado: “Más allá del Principio de Realidad” (1936), pone en entredicho la relación del hombre con su entorno. Pero, su conceptualización de la existencia de tres registros en el Hombre (indisolubles y atados en un nudo borromeo): Real, Simbólico e Imaginario, lanzada en 1953 es la que nos pone sobre la pista de que: “Lo real es lo imposible”. Dicho en otros términos, la realidad es unívoca y llega flotando a nosotros, a partir de los otros registros. Su lectura sesgada de Heidegger le ha llevado, en principio, a concebir al hombre hecho por la palabra y a la realidad haciéndose en ella. Sin embargo, en un segundo momento, se le ha revelado la incompletud del mundo simbólico para dar cuenta de lo Real. Si bien el hombre es un ser hablante es más que eso, experiencias límite, tales como el llanto, el orgasmo y el dolor tocan a lo Real sin pasar por el mundo simbólico y si Uds. piensan que estas reflexiones deben quedar fuera del ámbito de la ciencia, les remitiré entonces a Leriche y a Canguilhem (1966) , quienes se ocupan de esa subjetividad (¡Que Bataille no sólo trató como objeto, sino que también experimentó!), desde el campo de la reflexión médica, para desembocar en sus originalísimas ideas sobre el problema de la salud, lo normal y lo patológico, la enfermedad y el dolor. Lo imaginario y su riqueza de manantial irrefrenable nos empapa, asimismo, más allá de la razón; su ingraduación y dibujo sin perfiles se expresa en el ensueño y el sueño, pero también en la esperanza y el deseo. Por supuesto, el lazo simbólico es el barquero consolador que lleva a puerto nuestras experiencias por estos mundos, reuniéndolas de nuevo para hacerlas historia, cuento y… teoría.

Derrida (1967) nos enfrenta a la experiencia del mundo simbólico a través de la prevalencia de los signos humanos. Pero esta vez, no se trata solamente de lo simbólico del lenguaje hablado, no es el intercambio de la palabra el que está ahora en juego. Ahora estamos en un retorno al símbolo y al mundo humano, desde la escencialidad del signo mínimo: la letra. Contrariamente a la máxima de Goethe: “En el principio era la acción…”; se retoma la experiencia bíblica – despejada de sus referentes religiosos – dónde en el principio era el Verbo y si queremos llevar al extremo la metáfora enraizándola en nuestros antecedentes judaicos, siempre presentes en nuestra civilización occidental, diríamos que la letra es el “Aleph” que da vida al Golem que es cada uno de nosotros. Seremos humanos, no sólo por el lenguaje, sino por la escritura, ella es la paleta y el pincel de la “Realidad”. Una única objeción tenemos a la obra genial de este contemporáneo, demasiado gusto por los crucigramas y un gran descuido por el cuero de la Piel, por el Cuerpo, en realidad, me atrevería a decir, que es una teoría que tiene más posibilidades de perdurar entre los cibernautas y amantes del E-mail que entre los filósofos y psicoanalistas.

Focault (1966, 1969) es un rebelde, retomando desde sus fuentes el espíritu de radical cuestionamiento de los valores “humanos” ya existente en Nietzsche , su escritura compleja y enigmática no la podemos sintetizar fácilmente. Nos interesa aquí por dos cosas, por su obra historiográfica envenenada, que se pregunta sobre los orígenes del diseño del saber humano, dónde nos expone cómo, los cambios de pensamiento científicos y filosóficos no son nunca en sentido estricto racionales y por su pregunta sobre si la Imago del Hombre que nos proporcionó la Ilustración, no es quizá más que una fantasía y un Ideal que sutilmente, amarra al hombre en un juego que trasciende la voluntad y la libertad; esta imagen nos remite a una deriva humana preñada de un espíritu ciego de Poder, desligado de toda valoración moral, y que resulta positiva y eficiente siempre en sus efectos, fuera de todo anhelo y antojo personal. Demuestra en su obra, aquello que Freud ya vislumbraba: la levedad del Ser y su efímera comprensión de lo incomprensible. Su historia misma es sin embargo, la de la lucha por la conciencia y aceptación de estas determinantes, pero… y esto es importante: no el abandono a la corriente de las consecuencias históricas. Michael Focault escribe para denunciar, vive para experimentar, muere para probar el límite que a todos nos espera… más allá de todo recato y de todo saber, está el encuentro con el placer, la enfermedad y la muerte.

Barthes (1972), nos sorprende por su fe en los sueños, en el fuego de la emoción y su creencia en la ciencia de la literatura y en la lógica del significante, un poco a la manera de Lacan. No sería del todo justo establecer una analogía con el arrebatado de Feyerabend, pero es cierto que el camino de ambos, es el de la imaginación desbordada y el conocimiento del mundo, precisamente a través de eso, que la ciencia quisiera erradicar, pero de lo que pende: La Pasión. Para Barthes como para Rimbaud, el Yo es otro siempre, ponerse en el lugar del Otro es también ser él mismo, este método es también uno en el que el sendero lleva a gritar, decir, fuera de la barrera de la razón y al mismo tiempo sus ideas, como el papalote de Franklin retoman ese relámpago para aterrizarlo a la inteligencia del entendimiento. Retoma la poesía en toda su obra, confundiéndonos a través de sus escritos: ¿Es un artista o un crítico? ¿Un fenomenólogo o un loco? ¿Un simple buscador de correspondencias o un imaginativo mentiroso? La respuesta está en el lector.

Todos ellos se juegan en la escritura, en el discurso, en el mundo de lo Simbólico como dirá Lacan. El tenue hilo de Ariadna que pasa por todos ellos es el de la palabra, escrita o hablada, pero palabra al fin: ¿Instrumento de transformación del mundo circundante?: NO (*) arcilla de nuestras certidumbres, origen de la única cosa del mundo, de la que finalmente disponemos… la realidad humana.~

Referencias

1. Arendt Hannah. (1993). La condición Humana. Ed. Paidós. Barcelona
2. Bachelard Gastón (1948). La formación del espíritu científico. Ed. Argos. Bs. Aires.
3. Barthes Roland. (1972). El grado cero de la escritura. Edición en Español. Siglo XXI. México [1973].
4. Bunge Mario (1975). Teoría y realidad. Ed. Ariel Quincenal. Barcelona.
5. Canguilhem Georges. (1966). Lo normal y lo patológico. Edición en Español. Siglo XXI. México [1971].
6. Derrida Jacques (1967) De la Gramatología. Edición en Español. Siglo XXI. México [1971].
7. Focault Michael. (1966). Las Palabras y las cosas. Edición en Español. Siglo XXI. México.
8. Focault Michael. (1969). La Arqueología del saber. Edición en Español. Siglo XXI. México [1970].
9. Freud Sigmund (1976). Proyecto de una Psicología para neurólogos [1897]. Obras completas. Ed. Amorrortu. Bs. Aires.
10. Jung John (1979). El dilema del experimentador. Ed Trillas. México.
11. Khun Thomas S. (1962). La estructura de las revoluciones científicas. Ed. FCE. México [1971].
12. Lacan Jacques. (1936). Más allá del Principio de Realidad. Escritos 1. Ed. Siglo XXI [1976].
13. Lévi-Strauss Claude. (1958). Antropología Estructural. Edición en Español. EUDEBA. Argentina [1977].
14. Monod Jacques (1986). El azar y la necesidad. Ed. Orbis. Barcelona.
15. Popper Karl R. (1962). La lógica de la Investigación Científica. Ed. Tecnos. Madrid.
16. Saussure Ferdinand de. (1915). Curso de Lingüística General. Edición en Español. Losada. Argentina [1945].
17. Skinner B. F. (1975). Sobre el conductismo. Ed. Fontanella. Barcelona.

Este texto fue  una intervención en el foro de discusión sobre ciencia, sociedad y tecnología 2005.