El camino unilateral hacia la paz
EN LAS PRÓXIMAS tres semanas el ejército israelí hará algo sin precedentes: en lugar de defender al país de enemigos externos o del terrorismo, desalojará –por la fuerza si es necesario– a 9,000 israelíes de sus hogares.
El retiro unilateral de Israel es el resultado de un profundo desplazamiento político causado por dos convicciones más bien contradictorias que han caracterizado a las políticas del Primer Ministro Ariel Sharon desde 2003: primero, que la hoja de ruta iniciada por los EU no va a ninguna parte y, segundo, que el estatu quo es insostenible. Ciertamente, según el pensamiento de Sharon, no hay futuro para 9,000 colonos israelíes que viven entre 1.2 millones de palestinos en la Franja de Gaza. Por lo tanto, a falta de negociaciones, un retiro unilateral es el único paso significativo hacia la distensión y la estabilización.
Esta política ha dividido profundamente a Israel: los colonos –religiosos en su mayoría, pero no exclusivamente– se sienten traicionados por Sharon, “el padre de los asentamientos”. Ahora es la izquierda israelí la que se da cuenta, aunque a regañadientes, que el nuevo pragmatismo de Sharon podría ser el primer paso en la dirección acertada. Al igual que De Gaulle en Argelia, Sharon ha rebarajado las cartas de la política de Israel.
En las últimas semanas ha habido manifestaciones masivas, algunas de ellas rayando en la violencia; muchos de los colonos han declarado que no obedecerán las órdenes del gobierno de salir. El ejército y la policía han movilizado casi 50,000 efectivos para llevar a cabo los desalojos. Este enfoque violento es traumatizante no sólo para los colonos sino para muchos otros israelíes. Los próximos días y semanas dirán si el desalojo se llevó a cabo de forma pacífica o no.
Mientras tanto, Sharon ha pagado un alto precio por sus políticas. Dos partidos de derecha han abandonado su coalición de gobierno, ha perdido la mayoría dentro de su propio partido, el Likud, y su ministro de finanzas, Binyamin Netanyahu, ha renunciado. Sharon sólo logró conservar su mayoría parlamentaria incluyendo al Partido del Trabajo de Shimon Peres en su gabinete.
La pregunta, por supuesto, es qué sucederá después del retiro de Gaza. Muchos gobiernos se mostraron escépticos en un principio, pero se dieron cuenta de que –como dice el dicho en Washington– “este es el único juego que hay en la ciudad”. Entre ellos, así como entre los palestinos, se percibe la esperanza de que después del retiro de Gaza se pueda regresar a la hoja de ruta y reanudar las negociaciones que lleven a un acuerdo definitivo entre Israel y los palestinos.
Este es un gran error. Aunque está motivada por las mejores intenciones, la esperanza de revivir la hoja de ruta no está en contacto con la realidad. Las negociaciones futuras tendrán que tratar sobre las fronteras definitivas entre Israel y Palestina, la suerte de los 200,000 colonos judíos de Cisjordania, el estatus de Jerusalén y el problema de los refugiados palestinos de 1947-48. En todos esos temas, las diferencias entre las posiciones israelíes y palestinas no han disminuido desde las negociaciones fallidas de Campo David en 2000, en tanto que el temor y la desconfianza han aumentado.
Intentar negociaciones en estas circunstancias no sólo sería un ejercicio fútil, sino que tal vez profundizaría la enajenación y la desconfianza en ambos bandos. El fracaso del Plan Annan para Chipre indica que las buenas intenciones no son suficientes –y los desacuerdos en Chipre eran minúsculos comparados con lo que divide a israelíes y palestinos.
¿Entonces qué se puede hacer? Probablemente la única manera de proceder sería reconocer que los pasos unilaterales en ambos bandos todavía pueden hacer que avance la causa de la distensión y de la reconciliación en última instancia. Del lado israelí, un retiro adicional de docenas de asentamientos pequeños y aislados en Cisjordania, que implicaría el desalojo de entre 20,000 y 30,000 colonos podría ser políticamente factible y les daría a los palestinos un territorio contiguo en esa región.
Del lado palestino, la consolidación del control de la Autoridad Palestina sobre más de una docena de servicios de seguridad y milicias sería un paso importante. El líder palestino, Abu Mazen, lo reconoce, pero la pregunta es si lo puede hacer. El liderazgo palestino también podría comenzar a andar el difícil camino de decirle a los refugiados que –en contradicción con 50 años de propaganda palestina– no van a regresar a Israel, sino que tendrán que establecerse en Cisjordania y Gaza, las áreas que serán parte del futuro Estado palestino.
En un mundo ideal los conflictos terminan con acuerdos y tratados. Pero en el mundo real –y Chipre, Bosnia y Kosovo pueden ser ejemplos– la estabilización y la disminución lenta de la violencia pueden a veces lograr el mismo fin, incluso sin un acuerdo formal. A falta de alternativas plausibles, hay que esperar que este también sea el caso para israelíes y palestinos.~
Shlomo Avineri es profesor de ciencias políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén y ex Director General del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel.
Traducción de Kena Nequiz.
Copyright: Project Syndicate, 2005.
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