Mujeres indígenas, interculturalidad y género

No puedo comenzar sin antes agradecer la invitación a participar en este espacio de encuentro, reflexión e intercambio en torno a temas claves en la construcción de nuestras sociedades y que tienen una injerencia directa, también en nuestras vidas y en la de lo/as otro/as. Este número (30) de vozed gira en torno a la interculturalidad / multiculturalidad desde sus diferentes dimensiones y temas conexos.

En este breve texto consideramos pertinente [1] reflexionar desde las dimensiones ética y política de la categoría y enfoque transversal de la interculturalidad, que apela por la celebración y reconocimiento del pluralismo y la diversidad cultural, pero también busca la construcción de sociedades sobre elementos culturales comúnmente compartidos por todos los grupos y en la que los elementos diferenciales, es decir, aquellos que representan la identidad, se potencian como una riqueza.

Ahora bien, en los siguientes párrafos intentaré visibilizar, de manera muy general, la relevancia de conocer, analizar e implementar los enfoques de interculturalidad y género desde su carácter político y emancipador. Ambos enfoques constituyen categorías de análisis imprescindibles para generar propuestas políticas y de desarrollo inclusivas y transformadoras de la realidad, tanto en los países del Norte como del Sur -por su condición de reivindicaciones globales- y coherentes con una ciudadanía global crítica.

Tanto el género como la interculturalidad tienen una base común que es la que trataré de evidenciar a lo largo del texto: las frecuentes relaciones de desigualdad de las minorías respecto a las culturas mayoritarias o hegemónicas y/o las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres. Hago la salvedad de que estas relaciones desiguales de poder, ya sean originadas por el género y/o por la etnia, se enmarcan en un contexto socio-cultural específico que hará que las brechas y desigualdades sean más o menos evidentes.

Las relaciones de género no se producen de forma aislada, sino que forman parte de otros sistemas sociales y culturales y reciben la influencia de la cultura, la economía y la política, así como de la clase, etnia, idioma, nacionalidad, religión, edad de las personas que conforman el grupo humano. Por ello, se dice que el género no es un concepto universal, sino que depende y se construye en la realidad particular de cada sociedad [2].

No podemos hablar de “la mujer” ni “del hombre” como seres universales y homogéneos. Las relaciones de género varían de una sociedad a otra e incluso pueden coexistir dentro de una misma sociedad diferentes sistemas de género según la diversidad cultural que exista. Esto significa que las mujeres no son seres aislados, sino parte integral de la sociedad. No hay un mundo de las mujeres separado del mundo de los hombres y viceversa [3].  Tanto los hombres como las mujeres son grupos diversos.

Este marco conceptual hace evidente la importancia de diseñar y aplicar  políticas y programas integrales de desarrollo que incorporen las perspectivas transversales de género, interculturalidad, étnico-racial, generacional y de derechos humanos, a fin de incluir a todas las personas con sus necesidades, demandas y visiones. Solo haciendo hincapié en estas diversas dimensiones podremos avanzar en el logro de sociedades más justas y democráticas.

Primeros acercamientos a la perspectiva de género y de interculturalidad
La interculturalidad apela por el dinamismo y mestizaje cultural de las sociedades, debido a las continuas interacciones entre diferentes grupos humanos y a que las sociedades modernas son fruto de siglos de mestizaje. Esta perspectiva introduce el análisis del etnocentrismo, “como mecanismo de exclusión social y como un modelo de relación entre culturas basado en la superioridad y la dominación”[4]. Por otro lado la perspectiva de género aboga por la visión dinámica de la cultura e integra, junto con el análisis etnocentrista, el análisis androcentrista, cuestionando la función normativa y epistémica del hombre como medida y centro de todas las cosas.

La articulación de ambas perspectivas en el análisis de la situación de las mujeres nos permite “revisar el carácter inmutable y estructurante de las tradiciones culturales y analizar los impactos desagregados por sexo (roles, funciones, tareas, beneficios, etc.). (…) implica asumir el carácter heterogéneo, contradictorio y versátil de las identidades culturales (genero, raza, clase, etc.), el carácter relacional de la cultural y de los géneros y la variable de géneros en función de culturas y contextos”[5].

Es necesario mencionar algunos elementos claves en el análisis y comprensión de la convergencia de las categorías de género, etnia y cultura:

  • La cultura, en este contexto hace referencia a la identidad de las personas, sus aspiraciones, la forma como establecen sus intercambios simbólicos y estructuran sus relaciones y prácticas, dentro de las cuales se encuentran los significados compartidos, las normas sociales, las creencias y las identidades. Se refiere a un conjunto de atributos en permanente cambio, que influyen y son influenciados por los comportamientos económicos y sociales de la interacción humana.
  • La identidad cultural es la totalidad cultural (creencias y bienes materiales e inmateriales) la que hace posible la identidad como pueblo y su reconocimiento por otros. La identidad es el resultado de un proceso de construcción de elementos en nuestra pertenencia a un género y a un grupo. Se manifiesta siempre en una doble dirección: por un lado, en la pertenencia, encuentro y reconocimiento de uno/a en sí mismo (mi cuerpo, mi edad…)  y por otro lado, en la pertenencia, encuentro y reconocimiento de uno/a con los demás[6].
  • La interculturalidad apela por el diálogo transcultural y de ese diálogo se deben extraer formas complejas, pero no segregacionistas de convivencia social, apostando por una relación respetuosa entre culturas y subrayando el carácter dinámico y evolutivo de las mismas. Este planteamiento incorpora, además dos enfoques o elementos importantes; por un lado las culturas deben respetar  los derechos humanos y promover la igualdad, y por otro lado, no se deben sacralizar las comunidades culturales. La cultura no es un todo uniforme u homogéneo, sino que está construida sobre estructuras sociales en las que el género, los recursos, el origen, entre otros, son variables de diferenciación y desigualdad[7].

En el ámbito de los pueblos indígenas y la perspectiva de género se plantean muchas preguntas sobre la forma en la cual interactúa la cultura con los factores de índole socio-económica y se producen desigualdades étnicas y de género. La identidad cultural no debe ser considerado un elemento negativo en el marco de la lucha por la equidad de género, sino que debe incidir de manera positiva en la consecución de avances positivos en torno a las demandas de igualdad entre hombres y mujeres.

La necesaria interseccionalidad de los enfoques de género e interculturalidad
El análisis del sistema de género está en estrecha relación con los sistemas socio-económicos y políticos y con las matrices culturales vigentes en las sociedades. De hecho, comprender los cambios en las identidades y relaciones de género implica analizar detenidamente los sistemas en los cuales estas identidades son producidas y resistidas. Esto supone prestar atención a las resistencias (activas y pasivas), así como a los espacios de agencia y autonomía (no siempre visibles) que se van generando[8].

Las reivindicaciones de género se abren paso en distintos escenarios pero el contenido de las demandas varía según la pertenencia étnica y social. Entender la diversidad y abrirnos a un diálogo respetuoso de las diferencias es el reto que tenemos por delante. En este contexto es necesario resaltar por su valor y legitimidad la existencia de los movimientos de mujeres indígenas[9], que toman la escena pública y discuten al feminismo de clase media su hegemonía y su representación, generando aportes y críticas[10].

De la revisión bibliográfica realizada se puede concluir la emergente y creciente presencia pública de los movimientos indígenas de mujeres que enarbolan demandas de igualdad de género en el marco de sus demandas sociales y étnicas (territorio, diversidad cultural, recursos naturales).  Sus reclamos incluyen sus derechos como mujeres indígenas, la demanda de una ciudadanía efectiva, la denuncia de la desvalorización del cuerpo de las mujeres indígenas y la violencia sexual justificada y aceptada como parte de las normas morales.

En este contexto el movimiento de mujeres indígenas ha conseguido organizarse, definirse, teorizar y visivilizar su propia agenda política, no sólo a nivel internacional, sino en el interior del movimiento feminista y en sus propias organizaciones indígenas. A lo largo de las dos últimas décadas, a través de foros, encuentros, cumbres y redes regionales[11] han logrado poner en la agenda política internacional y regional la problemática en torno a las desigualdades de género en la escena del estado-nación, así como al interior de sus organizaciones y pueblos indígenas, abordando esta problemática desde la triple discriminación: mujer, pobre e indígena. Además, existe un dialogo continuo y un compromiso ético- político de impulsar la convergencia de agendas y propuestas comunes entre el movimiento feminista y el movimiento de mujeres indígenas.

Como ejemplo del movimiento de mujeres indígenas rescatamos las palabras de la comandanta Ramona en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas (Oaxaca, 1997):

“… hemos llegado hasta aquí venciendo también la resistencia de algunos de nuestros compañeros que no entienden la importancia de que las mujeres estemos participando de la misma manera que los hombres. A todos ellos y a nosotras  queremos preguntar. ¿Sería posible que el zapatismo fuera lo que es sin sus mujeres?, ¿La sociedad civil, indígena y no indígena, que tanto nos ha apoyado, sería lo mismo sin sus mujeres?, ¿Se puede pensar en el México rebelde y nuevo que queremos construir, sin sus mujeres rebeldes y nuevas?

En los últimos quince años los movimientos feministas -visibilizo la pluralidad de los feminismos como una importante fortaleza- ha desarrollado un discurso de articulación con los movimientos de mujeres indígenas, no obstante el diálogo entre los diferentes actores y el compromiso por incorporar el análisis integrado de género, clase y etnia todavía siguen en construcción.

Estos debates tienen una importancia crucial en las concepciones que sustentan la políticas públicas y programas de desarrollo en el marco de las relaciones Norte-Sur. Las organizaciones de mujeres indígenas reclaman la incorporación –en el discurso y en la práctica- de la dimensión étnico-cultural de manera integrada a la de género en las propuestas de desarrollo. Ello implica trabajar conjuntamente en diálogos interculturales respetuosos de la diversidad, así como el reconocimiento de situaciones, necesidades e intereses no sólo diferentes sino en ocasiones contrapuestos a los defendidos por “nosotra/os u otra/os”.

Los programas y políticas de desarrollo deberán recoger las especificidades socio-económicas y culturales de las poblaciones con las que se trabaja de cara a contar con información válida sobre el sistema de género vigente y las maneras en que éste actúa y se relaciona con el sistema hegemónico. La lucha es también contra la homogenización y la imposición de un canon universal. No obstante, es preciso evitar la dicotomía entre universalismo y relativismo cultural, ya que precisamente lo que estos movimientos (mujeres indígenas organizadas) han permitido cuestionar es la imagen idílica de las culturas indígenas y la dicotomía tradición/modernidad como eje del análisis central.

Es necesario insistir en la necesidad de establecer mecanismos de diálogo entre académicos, investigadores, trabajadores de ONGs, funcionarios públicos, movimientos feministas y organizaciones de mujeres indígenas. Estos diálogos deberían tener como punto de partida el reconocimiento de la necesidad de incluir el género, la etnia y la clase social en el análisis y en la elaboración de propuestas de desarrollo. Se trata de una tarea pendiente a la que no se le ha dado efectiva atención a pesar de los discursos. Y es que, en la práctica, es difícil e implica un cambio de actitud y de posicionamiento. Las jerarquías de género, clase y etnia están en muchos casos interiorizadas e invisibilizadas en nosotras/os mismas/os.

Reconociendo los saberes de las mujeres indígenas como conocimiento y como base de políticas
Considero importante que cuando reflexionamos sobre interculturalidad e igualdad de género no dejemos de reconocer a las mujeres indígenas como actoras y agentes, integrando sus conocimientos y saberes teóricos y prácticos, en los debates y propuestas.

Diversos estudios al respecto han llamado la atención sobre la importancia de (re)conocer la validez y pertinencia de los saberes indígenas, y de manera específica de las mujeres indígenas (campesinas, con sus propios idiomas [*]), hasta hoy considerados como incompletos o falsos, cuando no irracionales, y reconocerlas como interlocutoras válidas, impulsando su participación activa y deliberante.

En este marco, los aportes y críticas de una corriente de autores[12] al saber occidental hegemónico como el único universalmente válido resultan fundamentales. Así, se relativiza el conocimiento racional como centro y modelo frente al cual se evalúan los demás conocimientos y la necesidad de romper con las formas colonizadas de saber con las cuales nos vemos a nosotros mismos y que impiden reconocer positivamente las diferencias.

En diversas partes de América Latina los movimientos de mujeres indígenas ponen en la agenda sus demandas no solo como parte de pueblos y culturas originarias sino también como mujeres. Es necesario conocer más y mejor las reivindicaciones de las mujeres indígenas y sus propuestas de cambio. En este mismo sentido requerimos más información y análisis de las relaciones que se dan entre estos movimientos y los feminismos en cada país y región.

Es importante que los actores de la cooperación (Ongds, Estado, organizaciones y redes sociales) trabajemos en programas de empoderamiento y apoyo a las mujeres campesinas e indígenas desde un enfoque intercultural que sea consciente de las diferencias y valore otras formas de conocer, ser y hacer. Ello no niega los aportes que podamos generar en términos de capacitación y gestión de proyectos, ya que no se trata de “idealizar” a las otras culturas negando las relaciones de poder y conflicto que en su interior existen. Por el contrario, se trata de impulsar nuevas formas de encuentro y diálogo que permitan identificar agendas comunes, así como formas de resistencia y construcción de nuevas formas de sociabilidad.

Conocer e incorporar la perspectiva subjetiva de las mujeres indígenas y afrodescendientes en los programas y proyectos de desarrollo, resulta especialmente relevante para asegurar su compromiso y lograr su participación consciente desde el inicio y durante todo el ciclo de los proyectos y acciones. Sólo así se lograrán asegurar acciones de desarrollo que impulsen transformaciones emancipadoras y sean sostenibles en el tiempo.

Algunas primeras conclusiones

  • Debemos articular de manera adecuada la perspectiva de genero y la de interculturalidad si queremos comprender desde su integralidad la complejidad de las desigualdades y violaciones de derechos humanos que afectan de manera diferenciada a las mujeres más pobres del mundo. En este marco será necesario aplicar la herramienta analítica de intersectorialidad para conocer y reflexionar sobre las maneras en las que el género se cruza con otras identidades y categorías -etnia, clase, entre otras-, para poder analizar sus consecuencias e impactos en la vida de las mujeres. El género y la etnia son “categorías socioculturales y políticas en interacción continua y debe ser superada la tendencia a priorizar una lucha sobre otra…”[13].
  • Resulta vital el dialogo transcultural y el tratamiento adecuado de la diversidad, en la que se articule la perspectiva de interculturalidad y de género, al considerar el género como un factor de estructuración social, en el que ser “mujer” u “hombre”, deriva en posiciones y roles diferenciados en el espacio que comparten personas de diferente origen cultural.
  • En la región de América Latina existen experiencias positivas de reivindicación de la diversidad cultural y la igualdad de género desde los movimientos sociales de mujeres indígenas. Ante la indiferencia al reconocimiento de las diferencias, las mujeres indígenas y afrodescendientes han reivindicado su derecho a la diferencia cultural y a la vez demandan el derecho a cambiar aquellas tradiciones que las oprimen o excluyan. Las mujeres indígenas han cuestionado los discursos hegemónicos que siguen planteando la existencia de una identidad nacional monocultural, pero a la vez frente a sus propias comunidades y organizaciones han ampliado el concepto de cultura, al cuestionar visiones estáticas de la tradición, apostando por la reinvención de la misma.

Finalmente, introducir y dar prioridad en la agenda política y en las intervenciones de desarrollo la temática de las mujeres indígenas apuesta / representa:

  • Reconocer que ellas se encuentran entre los sectores más excluidos de la sociedad y en mayor desventaja para superar la pobreza y lograr disfrutar plenamente de sus derechos de mujeres, de indígenas y de ciudadanas.
  • Partir del reconocimiento de las contribuciones de las mujeres indígenas al proceso de desarrollo de sus países, y de la necesidad de ofrecerles apoyo especial para compensar sus desventajas y promover la reducción de las brechas de género y el alcance de la igualdad de oportunidades. Resulta fundamental incorporar las voces, intereses y necesidades de las mujeres indígenas en los procesos de desarrollo comunal de manera participativa y culturalmente adecuadas.
  • Es necesario promover la visibilización de las mujeres indígenas y de sus aportes y promover la superación de su silencio en el avance hacia la equidad de género y el reconocimiento de su derecho a ser diferentes. Tal como señala la CEPAL, sin reconocimiento de la diversidad cultural, del pluralismo de valores, de la equidad y una mayor autonomía de los pueblos y de las mujeres indígenas como sujetos, los procesos democráticos de América Latina no podrán avanzar y el continente no podrá salir de la pobreza y del subdesarrollo (CEPAL 2000: 313). Cuando se niega el valor de la identidad étnica y de género a las mujeres indígenas, se dificulta su constitución como actoras sociales plenas, reconocidas por el conjunto.~
Referencias
[1] La interculturalidad como categoría teórica y política aboga por la interacción entre culturas, el intercambio y la comunicación. El individuo reconoce y acepta la reciprocidad de la cultura del otro. El prefijo ‘inter’ denota la idea de interactuar, compartir, la existencia de complementariedades, el reconocimiento de la cultura del otro sin que esté dividida entre otras culturas o la cultura del país receptor. El interculturalismo es el compartir y aprender a través de las culturas con el fin de promover el entendimiento, la igualdad, la armonía y la justicia en una sociedad diversificada. De esta manera se avanza en relación al enfoque de la multiculturalidad que promulga la coexistencia de distintos grupos culturales en un mismo territorio, mientras que una sociedad intercultural se construye sobre elementos culturales comunes y en la que los elementos diferenciales se potencian como una riqueza, situando a las distintas culturas en un plano de igualdad y de intercomunicación.
[2] Rodríguez, Marcela. Violencia contra las mujeres y políticas públicas. Tendiendo un puente entre la teoría y la práctica, UNIFEM, 2001, pp. 35-36.
[3] Ver trabajo de RUIZ BRAVO, PATRICIA. Una aproximación al concepto de género. p 133-134. SCOTT, Joan W. El género: una categoría útil para el análisis histórico. Cit en VILLANUEVA FLORES, Rocío. Derecho a la salud, perspectiva de género y multiculturalismo. Ed. Palestra.Lima,2009.
[4] REBOLLO, Ma Ángeles. “Perspectiva de Genero e Interculturalidad en la Educación para el Desarrollo” En: Abriendo la Mirada a la Interculturalidad, Pueblos Indígenas, Soberanía alimentaria y Educación para el Desarrollo.  Madrid, 2010, p.21.
[5] Ibid, p.21.
[6] GONZÁLEZ, Jesús y VIADERO, María. “Equidad de género y pueblos indígenas desde la perspectiva de la Educación para el Desarrollo” En: Abriendo la Mirada a la Interculturalidad, Pueblos Indígenas, Soberanía alimentaria y Educación para el Desarrollo.  Madrid, 2010, pp. 40-41.
[7] Op.Cit.REBOLLO, Ma Ángeles.  pp. 11-12.
[8] Ver RUIZ BRAVO, Patricia. Etnicidad, migración y trabajo.  Nuevos temas en la investigación sobre género y desarrollo en América Latina. Con la colaboración de Cynthia del Castillo. http://departamento.pucp.edu.pe/ciencias-sociales/images/documentos/etnicidadPRB.pdf
[9] Ver PALOMO, Nelly (2006) Las mujeres indígenas: surgimiento de una identidad colectiva insurgente. En: De lo privado a lo público. 30 años de lucha ciudadana de las mujeres en América Latina. México: Siglo XXI: UNIFEM: LASA. Estudio sobre mujeres indígenas de México, Guatemala, Nicaragua y El Salvador que concluye señalando la existencia de una identidad colectiva insurgente.
[10] En la región de América Latina: los Encuentros Continentales de Mujeres Indígenas, las Conferencias Mundiales de la Mujer, la Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, el Foro Internacional de Mujeres Indígenas, así como el Foro Social Mundial son algunos de los espacios donde las mujeres indígenas tejen visibilidad y hacen esfuerzos por construir puentes de diálogo con occidente.  A pesar de las especificidades de sus agendas, los Encuentros Continentales de Mujeres Indígenas, realizados en Ecuador (Quito, 1994), México (DF, 1997), Panamá (2000) y Perú (2003) son una muestra de la vitalidad de estos movimientos y de las reivindicaciones étnicas y de género frente a las que se han levantado plataformas de acción en las que demandan nuevos enfoques en los que ellas definan los marcos interpretativos y de acción de sus luchas.  Además, ver las declaraciones de la dirigenta boliviana Domitila de Chungara, que fue una de las primeras mujeres indígenas de América Latina que planteó el problema de la relación que existe entre la discriminación de género y las otras formas de exclusión como son la clase y la etnia. Declaraciones realizadas en la Conferencia del Año Internacional de la Mujer en México en 1975, invitada por las Naciones Unidas.
[11] I Conferencia de Mujeres Indígenas Africanas (FAIWC) (Agadir – Marruecos, 1998); la I Cumbre de las Mujeres Indígenas de Américas (Oaxaca, 2002); la I cumbre Continental de Mujeres Indígenas de Abya Yala (Puno, 2009), entre otros espacios.
[12] Ver al respecto: Chakravarty, Dipesh (2001) Provincializing Europe. Oxford University Press;  Quijano Anibal (2001) Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina. En Perú contemporáneo 2. Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales; Cairo, Heriberto (2010). Descolonizar la modernidad, descolonizar Europa: un dialogo Europa-America Latina, Editorial IEPALA.
[13] GONZÁLEZ, Jesús y VIADERO, María. Op. Cit., p. 47
[*] N. del E. En el texto original dice quechua-hablantes.
Consultar el Anexo: Mujeres indígenas, interculturalidad y género, con la bibliografía básica consultada.