Jueves argentinos (y un poco chilenos)

Un cuento de Raphaëlle Bouvier / traducción de Ana Plata y Aurora Rico / fotografía Maxime Actis

 

PUERTO MADRYN, jueves 23 de diciembre del 2010 – He perdido la falda de Domitille

 

Era una falda color castaño con estampados claros a la que tenía especial cariño. Era una falda cruzada, ancha, de un largo casi perfecto porque me llegaba justo por debajo de las rodillas. Era una falda de algodón, ni demasiado suave, ni demasiado áspera, y que tenía la ventaja de secarse muy rápido cuando estaba mojada.

Una nube pasa sobre el sol de Zuydcoote y el viento sopla fuerte en el cielo patagón. He viajado toda la noche en el tren en clase turista, o sea la barata, vestida con esta falda y con una camiseta de tirantes roja. Por la mañana, al llegar a Bahía Blanca, anduve por la ciudad con esas mismas prendas y con mi mochila, tomé el autobús por 2,50 pesos hasta llegar a la Ruta 3, la que va hacía el sur y que termina en Ushuaia. Un hombre paró mientras hacía autostop y me llevó en su camioneta hasta Viedma. Hablaba mucho, a veces de cosas más bien interesantes, y decía que su país era hoy en día menos frágil que el mío. Me dejó en un control policial a la salida de Viedma, y le encargó a un policía que me ayudara a continuar mi viaje. Al policía parecía importarle un bledo, lo cual yo entendía un poco, mientras el viento soplaba con fuerza en el cielo patagón. Hice un cartel con un folio y con un rotulador gordo de color rojo indicando San Antonio del Oeste, y tomé un pantalón negro de mi mochila que me puse bajo la falda, además de la falda, porque el viento soplaba muy fuerte y hacía frío. Una familia de Río Gallegos, en un bonito Citroën nuevo, se detuvo para llevarme, gracias en parte a las indicaciones del policía que, a pesar de las apariencias, se tomaba en serio su misión. La familia también hablaba mucho, pero de cosas menos interesantes, como del precio de su bonito Citroën nuevo y de los bolivianos que los invadían, lo que era una estupidez por parte de los bolivianos porque ellos nunca llegarían a integrarse, ya que eran bolivianos y no argentinos. Argumenté con cierto ingenio que los argentinos habían sido otra cosa que argentinos antes de ser argentinos, hace poco más de 200 años, como por ejemplo mapuches, tehuelches, guaraníes, alemanes, italianos o galos. Nadie en la familia me respondió, y sentí que no compartían la justeza de mi opinión, por lo que pasamos a hablar de otras cosas, como del precio de los bonitos coches Citroën nuevos. Nos paramos en una gasolinera, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que era absurdo que tuviera puesta la falda además del pantalón, ya que no hacía viento en el coche. Por lo tanto, me quité la falda, la hice bola y la metí entre las bolsas de la bandeja del maletero. La familia del bonito Citroën nuevo se pasó San Antonio del Oeste, y fueron muy amables porque tomaron un desvío de 16 km solo por mí. En ese momento, salí del coche, tomé las bolsas y les dije chao gracias, ellos me dijeron «suerte, que te vaya bien», y se fueron. Y la falda de Domitille se quedó con ellos en su bonito Citroën nuevo, puesto que fue allí que la olvidé. No creo que vaya a ir hasta Río Gallegos a buscarla. Río Gallegos está demasiado lejos en el sur patagón, y Río Gallegos es demasiado grande como para que yo pueda esperar encontrar allí una falda en un Citroën, aunque éste sea nuevo y bonito.

Ahora ya no tengo la falda pero el viento sigue soplando muy fuerte en el cielo patagón.

PD: pero el karma cumplió con su deber bajo el cielo patagón. A la mañana siguiente, casi a la misma hora y en el mismo lugar, una pareja de Ushuaia se detiene mientras hago autostop. En el salpicadero del coche hay uno de esos perritos ridículos que mueven la cabeza cuando el coche circula. Le digo a la pareja que busco uno de esos perritos en vano desde hace años, lo que es verdad. El conductor toma el perrito del salpicadero y me lo da. Cuando me deja, me hace un autógrafo en el perrito con un bolígrafo bic.

Perdí la falda de Domitille pero recibí a Miguelito, el perrito de Ushuaia, de la otra punta del mundo, que mueve la cabeza cuando los coches circulan.

 

 

Metri, jueves 4 de enero del 2011 – 1 de enero

 

Es sábado 1 de enero, a comienzos de la tarde, estoy triste y tengo mucho calor, quiero bañarme en el mar, Cristina me aconseja la playa de Lenca que vemos a lo lejos por la ventana del comedor, me voy a la playa de Lenca, ando por la carretera, tengo mucho calor y me persiguen los tábanos, llevo puesto un vestido y el sol me quema los gemelos, me pongo mi MP3 para dejar de escuchar el zumbido de los tábanos a mi alrededor, pongo la música francesa que me gusta y que me hace sentir bien porque hace que me olvide de mi tristeza, ando por la carretera hasta el pueblo de Lenca, me cruzo a decenas y decenas de chilenos por el camino que fueron a celebrar el Año Nuevo en la playa, no llevan camiseta, están al lado de sus coches con los maleteros abiertos, asan carne en las parrillas escuchando cumbia, salsa, Britney Spears y ACDC, tienen tiendas de campaña e hijos que corren en el agua y abuelas sentadas a la sombra de los maleteros de los coches y amigos que beben cerveza, escucho todo eso a través de la música francesa de mi MP3, pienso que aquello parece un festival francés con todas esas tiendas de campaña, las cervezas, los coches, las camionetas, la música, los maleteros abiertos, la gente fiestera, continúo caminando hacia la playa de Lenca, llego a la orilla, me detengo y miro, pero no, hay demasiados coches, demasiada música y demasiada gente, quiero tranquilidad, me vuelvo a ir, estoy delante del río Lenca y quiero pasar al otro lado donde parece que se está más tranquilo, miro el río y pienso que no parece muy profundo y que, de todos modos, el próximo puente está demasiado lejos río arriba, cruzo a pie el río Lenca que desemboca en el Océano Pacífico cien metros más abajo, me quito las sandalias para cruzarlo, me subo el vestido para cruzarlo, me pongo mi MP3 en los tirantes de la parte de arriba de mi bañador para cruzarlo, sigo escuchando la música francesa mientras lo cruzo, casi me caigo varias veces, las piedras están resbaladizas por las algas, cuando lo cruzo, me parece que el río tiene más fuerza, es más ancho y más profundo de lo previsto, a pesar de todo, llego al otro lado del río Lenca, dejo mi MP3 en los tirantes de la parte de arriba de mi bañador, me quito los auriculares y los guardo con mi MP3 en los tirantes de la parte de arriba de mi bañador, ahora camino por un pequeño sendero a la sombra de las coníferas, sigo caminando y llego al lugar exacto donde el río Lenca desemboca en el Océano Pacífico, me parece bonito y perpendicular, la playa hace un ángulo recto en este lugar, me parece muy geométrico, me paro ahí, la playa no es ni de arena ni de piedras, sino de césped, un césped hecho de brezos con pequeñas hojas verdes oscuras un poco gruesas y pequeñas flores rojas y rosas, me parece muy bonita esta playa con pradera, dejo mis cosas, tengo mucho calor, me quito el vestido, estoy en bañador, salto al agua en el lugar exacto donde el río Lenca desemboca en el Océano Pacífico, pienso que está guay bañarse ahí, el agua es muy agradable y dulce y salada a la vez, me baño durante un buen rato, me siento menos triste, salgo al sol, me siento sobre la playa con pradera, me seco lentamente, tengo calor, mato algunos tábanos, miro las abejas pecorear las pequeñas flores rojas y rosas, miro los halcones y las águilas dar vueltas en el alto cielo, miro las gaviotas y los alcatraces de pico negro y alas rojas piar en grupo al borde de las olas, miro a los chilenos al otro lado del río sin camiseta asando su carne en la parrilla, miro la marea que comienza a bajar, miro el cultivo de mejillones allí, miro el mar calmo y los Andes verdes, miro el glaciar que se ve a lo lejos, me parece una locura ver el océano Pacífico, el bosque, los Andes, un río y un glaciar al mismo tiempo, me seco al sol, leo mi libro japonés que habla de la datura y de niños abandonados en taquillas, quiero fumar un cigarro, cuando tomo un cigarro de mi mochila veo el estuche del MP3 vacío y me pregunto por qué está vacío, busco la respuesta, no la encuentro, rebusco en mi mochila, mi MP3 no está, busco a mi alrededor, sobre la hierba, mi MP3 no está, me paro y pienso, meto la mano en los tirantes de la parte de arriba de mi bañador, mi MP3 no está pero ahora empiezo a entenderlo, me levanto y voy a ver en el lugar exacto donde el río Lenca desemboca en el Océano Pacífico, veo el agua clara brillar en ese lugar, veo en ese mismo lugar otro objeto que brilla como el agua del mar y del río juntos, veo bajo el agua en ese mismo lugar unos destellos negros y azul metalizado que brillan, los cascos se ven también, serpentean bajo el agua, sobre los guijarros al lado del MP3 negro y azul metalizado, me parece una visión muy bonita todas esas cosas que brillan sobre y bajo las olas, observo un momento antes de zambullirme.

Hace 5 días que mi MP3 está sumergido en un vaso de arroz seco en una estantería de la cocina de la familia Navarro, en la pantalla del MP3 ya no están las bonitas burbujas blancas que aún se podían apreciar hace cinco días, pero no se enciende y, por ello, ya no tengo música francesa.

Feliz año nuevo.

 

 

El Bolsón, jueves 13 de enero del 2011 – Sin pata ni cabeza.

 

Domingo 8 de enero, mediodía. Primera etapa. Una parada de autobús improbable entre Puelche, donde me ha dejado el primer ferry, y Tagua-Tagua, donde tomaré el segundo ferry. Me gustaría tomar fotos con las palabras, pero las cosas no funcionan así.

Constatación. En español se dice OÍR para ENTRENDRE, se dice ENTENDER para COMPRENDRE, pero no se dice COMPRENDRE para OUIR. Increíble, ¿verdad?

En el Circo Espacial, situado sobre la cornisa de Puerto Montt, tienen tan poco público que ofrecen una entrada gratuita por cada entrada comprada.

Una carretera desigual de tierra y piedras, el río 300 m más abajo, el ruido del agua que corre, unas 4 o 5 casas en los 10 km cuadrados, un pico nevado en frente. No me he cruzado a nadie en los veinte minutos que llevo aquí, ya he matado cuatro tábanos y me he comido una manzana. Estos momentos son graciosos, estos sitios de los que no sabes cómo vas a salir porque no hay nada de nada, pero sabes que de todos modos, de una manera o de otra, terminarás por salir, porque no puede ser de otra manera.

Dicho. «El que la sigue la consigue.» En francés. « Celui qui la poursuit la met dans son lit ».

De todos modos no vas a morir aquí.

Constatación. Puede ser que sea porque soy una chica, porque sea de Francia, porque viaje sola, pero a la gente le gusta mucho ocuparse de mí, decirme que tenga cuidado, hacerme de comer y contarme su vida sentimental. Diego tiene ganas de dejar a su novia, le gustaría mucho casarse con una de esas turistas francesas a las que lleva a bañarse a los baños de lodo caliente en lo alto del volcán.

RAZONES POR LAS QUE ESTAR TRISTE DURANTE UN VIAJE.

El chaval salmonero que paró cuando hacía autostop y me llevó de Puelche hasta aquí, me ha dicho que en caso de «complicación» podía ir a su casa. Desde aquí veo el techo de su casa al borde del río. También me ha dicho que quizás hubiera un autobús que va a Río Puelo sobre las 13:00 o las 14:00… no estaba seguro. Espero a que ocurra algo.

1/ QUIÉN DICE QUE el exotismo está siempre allí donde tú no estás. Una cascada, una jungla, un delfín, un león marino, siempre es bonito, pero siempre los miras desde tu cuerpo y tu cara. A veces, te sientes estafado.

Yo creo que quien posee el Lenguaje tiene el Poder. Si manejas el Lenguaje, nada terrible te pasará.

Menuda mañana, ese momento en el que pasas de lo conocido a lo desconocido. Para mí fue la salida de Metri, lo conozco, pago los 300 pesos al final del trayecto en autobús sin tener la necesidad de preguntar el precio al conductor porque lo conozco, la Arena la conozco, bebo un té frente al mar ahí donde fuimos a comer empanadas de queso, de marisco, de carne, la semana pasada con los Navarro + Ale y Anita, lo conozco, el ferry llega, lo conozco. El ferry se va de Arena y avanza por el agua, duración de la travesía 45 minutos, veo aparecer lentamente un gran volcán completamente blanco entre dos montañas, ya no lo conozco, sé que voy a llegar a Puelche y que, después, tendré que encontrar la forma de llegar a Río Puelo, conozco los nombres pero no las imágenes.

Hace dos noches acampé al borde del Lago de las Rocas con Juan Francisco, tercer mejor gimnasta acrobático de Chile, clasificado entre los 10 mejores gimnastas del mundo. El chaval monta su tienda de campaña haciendo saltos hacia atrás de vez en cuando.

El Lago Tagua-Tagua es muy fotogénico, el Parque Lago Puelo es muy fotogénico, la cascada de Llanada Grande es muy fotogénica, tanto como Sissi la emperatriz y los castillos de Baviera. El color del agua, del cielo y de las montañas son perfectamente fotogénicos, cada cosa tiene exactamente el color que debería tener, Chile en sí mismo es extremadamente fotogénico, en Chile estás constantemente rodeado por la fotogeneidad de las cosas y de los sitios.

Supones que una vez allí no vas a tener problemas pero no sabes nada de cómo serán los lugares, las personas ni los coches que te llevarán. Es una historia aún no escrita y que llega a grandes pasos. Ya has pasado al otro lado. El ferry avanza sobre el agua, estoy aquí, ahora me fumo un cigarro.

2/ QUIÉN DICE QUE el viaje es frotis humano. Y que a veces no huele bien. Y que a veces te gustaría que dejaran tu interior tranquilo.

Dicho. «Cocodrilo que duerme se vuelve cartera.» En francés. «Crocodile qui dort finira portefeuille».

En el Circo Espacial, situado sobre la cornisa de Puerto Montt, son tan pobres que los cómicos y los acróbatas hacen a menudo dos números cada uno, al menos, y cada vez con trajes aún más ridículos que los anteriores.

Domingo 8 de enero, 14:35. Nada. O más bien sí, algunas peripecias. Una bicicleta ha pasado y después ha vuelto a pasar. Un 4×4 rojo que me ha hecho un gesto para pedir disculpas con la mano y ha pasado muy rápido, levantando una gran nube de polvo blanco y seco. He matado algunos tábanos más y he decidido comenzar mi nuevo libro. He comido un panecillo con queso, un tomate con sal y una barra de cereales. La soledad.

Buscad el intruso. La palta, la murta, la guinda, la arveja, la frutilla, la cereza, la berenjena, la cebolla, la aceituna, la manzana, la lechuga, la frambuesa, la papa, la naranja, la acelga, la zanahoria, la almendra, la ciruela, la parrilla.

Domingo 8 de enero, 14:50. Otro 4×4, de nuevo rojo, que tampoco se ha parado. Ídem con la nube de polvo. Preguntas sobre el mecanismo del ingenio y de la asociación de ideas. ¿Por qué durante todo el trayecto de esta mañana en ferry he tenido en la cabeza la canción de Château de Non-Retour? ¿Por qué desde hace tres días pienso a menudo sobre qué podría ser una comida «blanca, blanda, pero sabrosa», en la línea de las comidas temáticas que hacen Simon y Caroline?

3/ QUIÉN DICE QUE porque uno está fuera, no está en casa. Y Marsella sigue siendo Marsella, los franceses siguen siendo franceses e incluso los vascos siguen siendo vascos. Uno siempre puede ilusionarse.

En el Circo Espacial, situado sobre la cornisa de Puerto Montt, son tan pobres que te venden cualquier cosa antes del espectáculo, después del espectáculo, durante la pausa del espectáculo y, de hecho, incluso durante el espectáculo.

Constatación. Cuando camino sola por las tierras chilenas, la gente me dice espontáneamente «hello», «welcome», «sorry». Cuando camino por las tierras chilenas al lado de chilenos, la gente piensa espontáneamente que soy chilena y, eventualmente, me preguntan si soy argentina cuando me escuchan hablar, debido a mi ligero acento francés.

«Si te vas a España, quizás encontrarás / Un caballero valeroso, a quien le encantaba viajar / Era rey de Extremadura, y los niños de sus pueblos / Cantaban a sus muñecas / Las pruebas del Castillo, del Castillo sin Regreso.»

 

 

El Bolsón, jueves 20 de enero del 2011 – La joven vende sus pasteles en el mercado.

 

A partir de ahora la joven tiene acceso a un horno en una cocina de verdad y ha decidido, ella también, hacer algo creativo y lucrativo en esa pequeña ciudad en la que todo el mundo hace algo creativo y lucrativo. Ha comprado huevos, harina, leche y frutas, y ahora hace pasteles.

«¿De qué son tus pasteles?»

«De chocolate, de manzana, tartas de moras y de dulce de leche.»

«¡Ah!»

Ahora descansa un poco mientras bebe mate, pero mañana irá a vender sus pasteles al mercado, sí, sí, la joven vende sus pasteles en el mercado.

Durante la noche la joven se despierta y ve que llueve.

«¡Ooooooh!»

Pero no pasa nada porque la noche es agradable y la lluvia pasa, y a las 13:00 la joven está en el mercado. Sin embargo, todavía no vende sus pasteles, todavía no, participa con sus amigos argentinos en una manifestación en la que las personas dicen que ya no están de acuerdo con que la policía mate a jóvenes como la joven, cuando estos están bajo custodia. Entonces la joven da palmadas al compás en medio de argentinos que gritan y argentinos que lloran.

Más tarde, la joven y sus amigos argentinos pasan por la carpa para saludar al resto de amigos argentinos, montar en el trapecio y tocar el saxofón, sí, sí, un poco de trapecio y de saxofón, para divertirse un rato.

Ahora son las 16:00 y la joven se da prisa, es la hora de la merienda, es el momento de ir a vender sus pasteles en el mercado.

La joven deambula entre los puestos de joyas, de mates de cerámica y de plantas medicinales, y sin dejar de repetir a todo el mundo:

«Hola, ¿budín de manzanas? ¿Tarta de moras?»

Ha colocado sus pasteles sobre los viejos platos oxidados de Facundo, no había nada mejor, y por encima, para protegerlos de las bacterias ambientales, ha puesto su propio fular y, después, el único trapo sucio de la cocina. La joven deambula por el mercado para vender sus pasteles, sus pasteles se venden bien. Los vende a muchos turistas argentinos, los vende a un artesano que hace cosas en cuero, los vende a otro artesano que fabrica cuadernos con flores secas que pega por encima y también los vende a niñas que tiran de la manga de su madre cuando la ven pasar, y los vende a las parejas de la zona tumbadas sobre el césped y los vende a mucha gente que le pregunta:

«Perdón, pero… ¿de dónde sos?»

«De Francia.»

«¿Ah? Mirá vos.»

La joven se cruza con Manuel y su guitarra tanguera entre dos puestos y le ofrece amablemente una parte de tarta y, a cambio, él le ofrece amablemente un CD de sus canciones. Sí, sí, ambos están repletos de intenciones amables.

La joven se cruza con Hernán un poco más lejos, él hace una pausa entre dos sesiones de hang y de canto difónico. La joven quiere regalarle un trozo de tarta pero él quiere darle 5 pesos, bueno, está bien.

La joven se cruza con dos jóvenes con los que ya se había cruzado antes y se detiene unos minutos con ellos bajo un árbol, ya que estos le ofrecen mate, claro.

La joven se cruza con todos los rastafaris de Mañana Me Chanto, que van a tocar un poco más tarde, le dicen, aquí mismo, un poco más tarde, pero tienen hambre ya que es la hora de la merienda, así que le compran muchos trozos de tarta y parecen muy muy contentos con sus porciones de tarta, claro que sí.

La joven escucha a las niñas disfrazadas de payaso de Sin Vergonha que empiezan su espectáculo allí, en medio del parque, nariz roja, clarinete, acordeón y canción francesa. La joven se detiene para ir a verlas, sí, sí, la joven se sienta entre Facundo y Jeremías, que también están allí, claro, así que la joven les ofrece un trozo de tarta a cada uno y miran juntos el espectáculo. Al terminar el espectáculo las niñas payaso pasan su sombrero por en medio de la gente, cómo no, y Facundo mete dentro una piedra azul, grande y hermosa, que ha encontrado, y la joven mete dentro algunos trozos de tarta, lo que hace reír a las personas alrededor. Sí, sí, esas que se conforman con meter billetes en el sombrero.

El espectáculo ha terminado, Facundo se va a echar la siesta en el césped, Jeremías se vuelve a la carpa a ensayar, Mañana Me Chanto toca los primeros acordes de su música reggae un poco más lejos, la joven retoma su camino pero no por mucho tiempo, nada de eso, pues un joven que está sobre una alfombra debajo de un árbol le propone un masaje de pies a cambio de un trozo de tarta, a lo que la joven responde:

«oui oui oui oui»

Cuando la joven se levanta de nuevo, media hora más tarde, ya no está en estado de vender nada y, de todas formas, solamente le queda un trozo de tarta, así que no pasa nada.

La joven se queda sobre la alfombra hablando con su masajista que se llama Pablo y que le cuenta que le gustaría ligarse a su amigo Facundo, que duerme la siesta en el césped justo al lado. La joven asiente y le desea buena suerte, la joven contempla las montañas cercanas, sumergidas entre las nubes con la luz tan hermosa del atardecer, y respira.

La joven se levanta, al fin, y decide volver a casa y dormir un poco antes del espectáculo de la noche, porque claro, esa noche, al igual que el resto de noches, la joven va a ver un espectáculo con sus amigos argentinos. Se vuelve a cruzar con Mañana Me Chanto, que ya han terminado de tocar y que siempre parecen tan contentos, incluso sin sus trozos de tarta. La joven los ve contentos y eso le pone contenta, ella les aprecia mucho, se cruza con la mirada del batería que le sonríe, así que la joven le ofrece el último trozo de tarta.

Después de esto, la joven vuelve a casa dando saltitos, con su viejo plato oxidado debajo el brazo.

Hoy, el día entero ha sido muy bonito.

 

 

El Bolsón, jueves 27 de enero del 2011 – La paciencia de los árboles, la desmesura de las cosas

 

Hoy es domingo 23 de enero del 2011,

son alrededor de las 9 de la mañana, hora local, todavía no hemos dormido,

estoy tumbada sobre el humus de este sotobosque de pitras, la cabeza de Iván está apoyada sobre mi vientre,

y mis ojos mirando allí arriba, los trocitos de cielo azul que dejan entrever las ramas musgosas y perfiladas de esos árboles centenarios.

Es ahí donde todo empieza.

Estoy tumbada en el suelo sobre el humus y las hojas muertas de este sotobosque que nos pertenece, la luz llega hasta nuestros cuerpos como un rocío fino a través de los árboles, todo se ve dorado, tamizado, con destellos rojizos suaves, todo silencioso, misterioso, luminoso y de una ternura infinita.

 

 

Estoy tumbada ahí, en ese lugar.

Al lado está Camila acurrucada, dormida debajo de un tronco inmenso, bajo un rayo de sol.

Al lado está Mathilde, tumbada cuidadosamente sobre un tronco que ha crecido en diagonal, con los ojos cerrados y una sonrisa en el rostro.

Ella mide con la piel de su espalda pegada al tronco toda la inmensidad de la paciencia de los árboles.

De su constancia y de su paciencia.

Al lado está Alejo sobre el musgo, jugando con las hojas muertas entre sus dedos.

El perrito murciélago corre entre todos nosotros, es el único que hace ruido en el lugar.

Aparte de eso, el silencio mecido por el crujido de las hojas en la calma del alba, los pájaros que se responden invisibles en las copas de los árboles, la lenta digestión de unos árboles gigantes que se alimentan tranquilamente de sus propias ramas caídas, descompuestas y convertidas en humus.

Hemos pasado una noche excepcional y ahora estamos en este bosque sagrado, en este santuario de sueños de bosque, de todos los sueños de bosque de todos los niños del mundo, de todos los sueños del mundo, de todos los bosques del mundo con los que se pueda soñar.

Es aquí, este es el bosque de los sueños de duendes, hadas, piedras mágicas, mandrágoras, melusinas y ardillas que hablan con los humanos.

Aquí estamos.

 

Ahí estamos.

 

Todos saboreamos nuestro cansancio en silencio, bajo la luz dorada que todo lo envuelve y, mirando el cielo, sé con una convicción perfecta que en este instante me encuentro en el lugar más tranquilo del mundo.

Pienso en todas esas personas que hacen retiros espirituales en un convento y en un ashram, en todos esos peregrinos y en todos esos priores, y me pregunto por qué.

Sin embargo, bastaría con que estuvieran aquí, en este momento, en este lugar, con estas personas y después de esta noche.

Contemplo el cielo y el sotobosque de todos los sueños del mundo en silencio, y soy plenamente consciente de hasta qué punto lo que estoy viviendo aquí es hermoso de una manera desmesurada.

Para llegar hasta aquí, primero que todo, hemos bailado toda la noche.

Hemos bajado de la montaña al amanecer, por senderos floridos y coloridos, y ese ha sido el momento perfecto para enseñarles a los argentinos la palabra «champêtre» (campestre).

Hemos recorrido las calles de El Bolsón mientras reíamos y nos dábamos empujones en los hombros, hemos encontrado una panadería y hemos comprado facturas recién hechas.

Nos hemos subido a un autobús que bordeaba los majestuosos Andes, impregnados de nubes, y era casi como si pudiéramos tocarlos con tan solo levantar la mano.

Hemos caminado por los campos, hemos atravesado vallas, hemos escalado árboles para darles manzanas a los cerdos, hemos extendido nuestras manos hacia otros árboles para recolectar montones de puñados de ciruelas silvestres, rojas como cerezas.

Hemos entrado en el sotobosque de Pitras, guiados por el propietario, hemos caminado por el laberinto dorado durante mucho tiempo mientras que nuestros pasos hacían crujir las gruesas ramas muertas, ligeras y recubiertas de musgo de los líquenes.

Hemos llegado aquí.

Y nos hemos tumbado.

Mido perfectamente la desmesura de este momento.

 

Todo esto es desmesurado.

Todo es desmesurado.

 

Todo es tan grandioso que hace que pierda mi propia noción de tamaño.

 

Tanta belleza y tanta paz y tanto amor para tan pocos humanos, es demasiado injusto.

Todo el mundo debería tener derecho a este momento una vez en la vida.

 

Todo el mundo debería tener derecho a su parte de belleza desmesurada.

Contemplo en silencio el cielo y la luz del alba perlar como un polvo fino entre las hojas doradas y los troncos inmensos, elegantes y musgosos.

Y soy feliz de una forma desmesurada.

 

 

 

Ana Plata Jiménez nació el 12 de septiembre de 1992 en la ciudad nazarí de la Alhambra, Granada (España). Graduada en Traducción e Interpretación, con especialidad en lengua francesa y traducción literaria. Realizó sus estudios tanto en la Universidad de Granada como en la Universidad de Rouen, en Normandia (Faculté de Sciences de l’homme). Amante de las culturas extranjeras y las lenguas románicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aurora Rico nació en Sax (Alicante), España. Cursó los estudios de Traducción e Interpretación de inglés y francés en la Universitat Jaume I de Castelló. Ha residido dos años en Francia, uno como estudiante Erasmus en la Université Stendhal – Grenoble 3 y otro como auxiliar de conversación. Actualmente realiza traducciones del inglés y del francés y ejerce como docente de francés en instituciones públicas.