El humor en tiempos de Carlos Ballarta | El rincon del celuloide
‘El rincón del celuloide’, #columna sobre cine, con Daniel Arellano en los mandos
HACER REÍR A una persona no es tan sencillo como uno podría pensar, sobre todo si esta es un (no tan) joven de 27 años que a duras puede llegar al final de la quincena sin padecer hambre. Si a eso le sumamos el hecho de que está peleado prácticamente con todos los sectores políticos y religiosos de su propia comunidad y se enfrenta a un abismo generacional que no le permite comprender las nuevas modas e ideologías posmodernas de los menores de veinte años, la labor de hacerle esbozar una sonrisa se convierte en una tarea titánica que ni siquiera los más avezados “standuperos” podrían lograr. No hace falta ser un genio para saber que estoy por supuesto hablando de mí, alguien a quien sin mucho esfuerzo se le puede catalogar como “amargado” en este mundo donde el humor es encapsulado en gifs de cinco segundos que muestran un accidente torpe de un asiático o de un americano que tuvo un mal día y ahora desde otro continente lo miran con alevosía.
Y es que si bien en algún momento llegué a reír hasta desfallecer con las irreverencias de la MTV (que en paz descanse) o compartir burlas y carcajadas de los clásicos programas de Eugenio Derbez, o por qué no, las cíclicas ocurrencias de Roberto Gómez Bolaños en “El Chavo”, no son más que parte de otra época que se quedaron en otra persona que un día mutó y se convirtió en lo que soy ahora. Y aunque la mayoría de las veces la gente piense que olvidé lo que es divertirme o que vivo con cara de anciano en fase terminal, de hecho, me gusta mucho la comedia y, en el caso particular del cine, ocupa un lugar muy especial en mi corazón.
Este es el género al que menos le exijo, porque no pido de una película que sé está destinada a sacar sonrisas que cargue con una trama complicadísima, o que se preste a grandes momentos de reflexión filosófica digna de las más prestigiosas tesis de Oxford (no digo que no se pueda hacer), pero la más grande exigencia que le doy al género y eso con mis reservas, es que sea humor que salga de lo convencional, que sea ingenioso o al menos que se pueda pensar un poco más. En palabras sencillas, cuando veo una comedia, lo que yo busco es que sea menos Polo Polo y un poco más Les Luthiers. Y, aunque ahora mismo podría hacer una lista interminable de películas ingeniosas, sarcásticas, ácidas, irreverentes o de humor negro de las que se podría hacer un análisis para llenar sin mucha dificultad tres cuartillas de una columna a la que nadie le importa, prefiero entrar a otros terrenos.
Hace unos días se publicó en un portal de la BBC, la lista de las cien mejores comedias de todos los tiempos, realizada por un concilio de especialistas y críticos de varias partes del mundo (incluido México), luego de revisar el resultado y leer algunas de las reseñas de los propios críticos, no puedo sino estar más que de acuerdo con ellos y especialmente con los últimos veinticinco lugares, a pesar por supuesto, de que yo jamás podría tener el tiempo o la salud mental para haber visto todas esas películas; sin embargo algo que de inmediato llamó mi atención es que de esas 25 películas cuatro de ellas son de un mismo artista y aunque personajes como Woody Allen estuvieron en ella más de una vez, solamente hubo un cineasta que se repitió tanto en los primeros lugares, tal vez no es un logro tan significativo como podríamos pensar porque no ocupó los puestos más altos, pero si a esto le agregamos que esas cuatro películas son ya octogenarias y que, salvo una, todas son completamente mudas, la verdad es que es algo que se tiene que reconocer, por eso todo este bardo previo es nada más para hacer una remembranza del artista en cuestión, uno de los más grandes cómicos que ha tenido la humanidad y al mismo tiempo un genio cineasta cuyas películas hasta el día de hoy, siguen teniendo la frescura de los días en el que el cine era el invento ultramoderno de la época, Charles Spencer Chaplin, a quien todos conocemos mejor como Charlie Chaplin.
Las películas de Charlotte, que destacaron en la lista de la BBC son: The gold rush, City Lights, The great dictator y Modern Times, todas, por supuesto, conviviendo con los grandes pesos pesados de la comedia. Y es que a más de cien años de que este hombre comenzara toda una escuela cuyo fundamento era principalmente entretener, sus películas siguen vigentes. Bastan sólo cinco minutos de The kid, para darse cuenta de lo que significa hacer no solo una buena película, sino toda una cátedra sobre cinematografía y narrativa. Tal vez, ustedes, amantes de Franco Escamilla, me podrían decir que no es lo mismo hacer una película muda de diez minutos que pararse a improvisar chistes durante hora y media, pero ese es precisamente el punto al que quiero llegar con esta remembranza casi apología de Chaplin.
Alguien una vez me dijo, “¿Qué les ven a las películas de Chaplin?, sólo se la pasa golpeado a todo el mundo y haciéndola de borracho”. Por supuesto, no perdí mi tiempo en intentar convencer a este impío de que hay mucho más que eso en su comedia, simplemente sintonicé el viejo y confiable Youtube y reproduje uno de los muchos metrajes que tiene que para ofrecer la plataforma, reté al sujeto en cuestión (apostando una bebida alcohólica) a no reír en los diez minutos que duraba el video; la cerveza estuvo bien fría y había convertido a otro creyente. Igual que a aquel amigo, los reto a todos ustedes a que vean cualquiera de sus obras más clásicas y no terminar carcajeados con las andanzas del vagabundo, ese que escaló una montaña en medio de una tormenta de nieve buscando la quimera de oro y terminó comiéndose su propio zapato, ese personaje que suplantó a un militar sociópata y lanzó el discurso más emotivo y conmovedor que tiene el cine, aquel hombre sin dinero que se hizo amigo de un ebrio al que acompañó en sus parrandas y que al día siguiente olvidaba todo. No por nada cien años después se sigue parodiando, se sigue explotando su imagen, hasta hay una especie de “moda” entre los artistas de disfrazarse de Chaplin y sacarse fotos porque, todos quieren ser Charlotte, todos quisieran impregnarse de un poco de lo que hizo grande a este hombre.
Pero el cine de Chaplin tiene la magia de no quedarse en la comedia básica, el cineasta buscaba siempre alternativas para hacer reír y, de paso, contar grandes historias que cautivaran al público. Historias dignas de una reflexión de acuerdo al contexto histórico, películas que con gran sutileza hacían mofa del brusco momento que atravesaba el mundo, sátiras de la clase obrera, ridiculización de los políticos y reflexiones sobre el alcoholismo, la familia, la violencia y miles de temas que fascinaban y al mismo tiempo obsesionaban al artista. Tomo como ejemplo una película que no estuvo en la lista de la BBC, pero sin duda es mi favorita de este señor, The kid; en ella vemos unas primeras escenas donde un recién nacido es despojado de una madre que está indecisa en abandonar a su bebé para que tenga una vida digna o criarlo en la miseria; pero antes de que la mujer pueda hacer algo por su hijo, unos hombres se llevan accidentalmente al niño y lo dejan abandonado en un callejón, lugar donde el Vagabundo, el héroe de casi todas las películas de Chaplin, lo rescata de la calle, nuestro protagonista cría y educa al niño bajo las reglas de la clase baja, pasan varios años y ambos se vuelven parte del otro, en los minutos siguientes, ambos protagonizan escenas de comedia, que aún el día de hoy uno se pregunta cómo demonios grabaron eso, sin embargo, la película no olvida el drama con el que se abrió este obra, en un punto de esta construcción narrativa, el Vagabundo es separado de su hijo adoptivo dando lugar a una de las escenas más conmovedoras y mejor actuadas de la historia del celuloide, todo por supuesto logrado sin que ninguno de los actores, ni los protagonistas ni los villanos, dijeran una sola palabra, nada más allá de pequeñas frases que se van soltando en carteles que sirven para dar contexto a las escenas venideras. ¿Quién de los artistas modernos que tienen la osadía de llamarse comediantes puede encontrar el equilibrio entre la comedia y la crítica?
Creo fielmente que el humor moderno está estancado, no va más allá de ver en internet un video editado con música ruidosa realizando retos tontos que millones de personas repiten como si no tuvieran el más mínimo gramo de criterio, no va más allá de mirar programas donde hierven las referencias sexuales y las groserías a diestra y siniestra, no va más allá en hacer chistes escatológicos y violentos que ya perdieron todo grado de dignidad en Padre de familia o (aunque me cueste trabajo decirlo) en Los Simpsons; y lamentablemente el cine está peor, porque la industria intenta vendernos historias clichés de los ya clichés. En México la mejor comedia de los últimos años todavía utiliza humor a la Chespirito, la gente se ríe torpemente de los accidentes y no me malinterpreten, sería hipócrita decir que es malo el humor negro, pero hasta ese tipo de humor, debería tener algo más de carácter para hacer reír. Los comediantes de hoy están cortados con la misma tijera, se paran en un escenario a gritarle a la gente sobre temas cotidianos y pareciera que todos tienen la misma carencia del lenguaje, pues les es imposible decir una oración sin lanzar un chorizo de improperios y es que contar un chiste mil veces hace que deje de tener gracia.
Pero tampoco es como si no existiera nada que valga la pena, todos los días salen grandes películas que combinan géneros con la comedia, como alguna vez lo hizo Chaplin. Get out, por ejemplo, es una gran obra de comedia ácida y no deja de tener una historia llena de suspenso y para darle un giro de tuerca todavía más grande, es un crítica más que vigente hacia el racismo que se vive en Estados Unidos. Y el humor inteligente no es exclusivo del país vecino del norte, Virulo es un genio de la música que critica al endeble sistema socialista de Cuba, su país de origen; Les Luthiers en Argentina son prolíficos comediantes que durante 50 años han encontrado la mixtura perfecta entre la música y el humor, tocando temas como la filosofía, la política, la historia y la religión, siempre innovando, siempre aportando otro poco más a las fórmulas para hacer reír. Sería injusto tal vez, comparar el sentido del humor moderno con el del siglo pasado en la época de Chaplin, pero vale la pena preguntarse ¿Los chistes de Franco Escamilla seguirán vigentes dentro de diez, veinte, cincuenta años? ¿Las películas de Charlotte se seguirán exhibiendo dentro de cien? Sólo una de esas preguntas se pueden responder con un “si” y ahí, está la gran diferencia de hacer reír. Pero por favor, no tome a mal mis palabras ni crea que quiero hacer que cambie de hábitos de la noche a la mañana, recuerde que soy un no tan joven de 27 años que no está seguro de poder llegar al fin de quincena sin pasar hambre y tiene todo el derecho, de reírse de mí.~
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