Sopladora de monotonias | El rincon del celuloide
‘El rincón del celuloide’, #columna sobre cine, con Daniel Arellano en los mandos
No soy nada
Nunca seré nada,
No puedo querer ser nada,
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo…
TABAQUERÍA ES UN de Fernando Pessoa, cuya larga estructura habla, desde un sentido filosófico e introspectivo, de la existencia de una persona que se pone a reflexionar sobre su vida, lo que ha hecho hasta el momento, sus sueños, sus anhelos, sus fracasos y sus lastimeras y efímeras victorias; todo esto en el camino que recorre de su casa a la tabaquería para ir a comprar cigarros. ¿Cómo pudo Pessoa encapsular el trasfondo emocional de una persona y mostrarla de forma tan completa? ¿Cómo pudo poner tanto de aquel hombre en un simple poema? Esa es la maravilla de la poesía, el que sabe manejar la palabra controla el tiempo, el espacio y la materia, se vuelve alquimista de las emociones y se transforma en el portavoz de su propio mundo. Sin embargo, aquel poema también tiene una lógica, ese juego entre el hombre y el hacer cotidiano, una acción tan simple como ir a comprar cigarros desencadena una serie de pensamientos que cambian a la persona, al final de su poema, Pessoa nos da a entender que aquel hombre que fue por tabaco, no es el mismo que regresa fumando.
El meollo del asunto es la cotidianidad, esas pequeñas acciones que los Juanitos y Marías, como cualquiera de nosotros, hacen todos los días: ir a recoger a los niños a la escuela o preparar el desayuno, la vida no es como en el cine o en la literatura, No nos encontramos con extraterrestres o superhéroes ni somos protagonistas de una historia de amor imposible que rompe las barreras de los prejuicios, no viajamos en el tiempo ni realizamos hechizos de magia, no tenemos contacto con seres de otras dimensiones ni resolvemos misterios en nuestra barrio. Honestamente la vida de casi todos es mucho muy aburrida y es presa de la monotonía, son contadas las cosas emocionantes que nos pueden llegar a ocurrir y romper con la rutina. En muchos de los casos significa que una tragedia a nuestro alrededor ha sucedido; como la muerte de un ser querido, enamorarnos, un concierto, una fiesta o el nacimiento de nuestro hijo, son eventos que nos marcan pero de igual forma están encapsulados en lo que ocurre a diario, porque esto que nos sucede a nosotros, le pasa también a millones de personas en el mundo y —por mucho que queramos que las palabras de Carlos Cuauhtemoc Sánchez sean verdaderas— no somos especiales. Hay quien destaca, pero somos muchos más los que vivimos atrapados en la repetición. El cine, en cambio, tiene la cualidad de volver a sus personajes únicos e irrepetibles. Sólo vamos a tener a un “Alex Delarge” o a un “Martin Mcfly”, mientras, nosotros repetimos patrones, conductas y acciones, día tras día, segundo a segundo. Todo esto es lo que se conoce como “Cotidianidad”.
Y este tema nos remite a una película que, desde el día que la vi, quise de una u otra forma extender mis pensamientos y analizarla como se debe. No con el fin de hacer una tesis sobre la filosofía existencialista, ni mucho menos, simplemente para que los que no la conozcan, encuentren razones para acercarse a ella. La película en cuestión es un largometraje mexicano del año 2015 y del casi desconocido director Alejandro Iglesias Mendiozábal, Sopladora de hojas, de la que forzosamente tengo que hablar primero, antes de que pueda explicar por qué comienzo este escrito maldito haciendo una remembranza de un poema de Pessoa para luego abrirle las puertas al casi deprimente tema de la cotidianidad. La película nos presenta a tres personajes, tres amigos que tienen en común muchas cosas y son diferentes entre sí, son particulares en sus modos y en sus formas, pero están conectados debido al contexto en el que se desenvuelven, el día que regresan de un partido de futbol, se ponen de acuerdo para ir al funeral de un muchacho que murió en un accidente de motocicleta, un amigo tal vez, un compañero o simplemente un conocido al que le quieren rendir tributo. Cada quien se dirige a sus casas para cambiarse el uniforme sudado por la ropa correcta para la ocasión, uno de ellos se da cuenta frente a la puerta de su cochera que perdió sus llaves, deduce rápidamente que quizás están en el parque donde jugueteo un rato con sus amigos, entonces los tres regresan al lugar en cuestión donde momentos antes se encontraban platicando para iniciar la búsqueda de las llaves.
¿Y qué más? ¿Es todo? Sí, es todo, la película no es más que la sencilla historia de tres amigos buscando unas llaves perdidas en una pila de hojas, pero igual que en el poema de Pessoa, este simple hecho de la cotidianidad se convierte en una épica introspectiva, pues a la par de este suceso, van ocurriendo en los protagonistas hechos que los van marcando poco a poco. Comienzan a salir los oscuros secretos de cada uno de ellos, los amores imposibles y los vicios del inconsciente, de igual forma la fantasía se mezcla con la realidad y se proyectan en cada uno de ellos los sueños, anhelos, miedos y deseos. La película está dividida en capítulos, y cada uno de ellos tiene un título que prepara al espectador para imaginar que es lo que vendrá a continuación, pero esto no es más que un pequeño jugueteo de la narrativa que resulta un acierto: una pequeña colonia de la Ciudad de México; los diálogos son el lenguaje de los personajes cotidianos en esta gran ciudad, ninguno se pone a filosofar o lanzar remembranzas de su vida o lo que pudo haber sido, ninguno reflexiona sobre el significado de la amistad, la confianza, la familia el amor o la muerte y, sin embargo, las palabras que cada uno de ellos pronuncian están cargadas de toda una historia y son hechos y situaciones tan aisladas como la picadura de una abeja o una guerra de espadas con escobas. Al final, e igual que en poema del portugués, los que regresan a sus casas luego de un día buscando unas llaves, no son los mismos que venían de un partido de futbol, la cotidianidad los ha transformado igual que nos transforma a todos, todos los días.
¿Qué hace grande a esta película? La hace grande el simple hecho de que es muy pequeña, la producción, los actores, el director, las locaciones, la fotografía y hasta el guion está hecho con dos pesos, los que sean fanáticos del canal Once encontrarán un par de rostros familiares, pero eso es exactamente lo maravilloso, porque “Sopladora de hojas” cuenta la historia de cualquiera de nosotros, un Juanito o una María cualquiera que va a la escuela por sus hijos o tiene que preparar el desayuno. La cotidianidad está presente en cada una de las escenas de esta película, además de tocar temas como la postergación (algo muy usual en los jóvenes modernos), la amistad y la familia… es por eso que al terminarla de verla, de inmediato sentí que aquel que buscaba las llaves era yo, los que me ayudaban eran mis amigos y todos sus problemas, eran también problemas que yo he tenido, entonces me di cuenta (porque a veces soy muy lento) de que uno no necesita viajar en el tiempo o conocer seres de otros planos existenciales para entender que al final, incluso en lo cotidiano, se encuentra una gran historia.~
muy buena !!