80P1VM/07: Vida de estudiante

#post_80P1VM/7 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla


 

ME PREGUNTÓ CUÁNTOS años iba a cumplir y luego se rió como imbécil. Como esos niños que se ríen cuando alguien se ha roto una pierna, o el corazón, mientras todos los demás miramos acojonados.

Eso me pasa por querer volver a la vida de estudiante, recuerdo que pensé. No me metí a una maestría o a un doctorado; no fui a un centro para ser el super ejecutivo; o para dejar de serlo y volverme yogui porque ya no puedo con el estrés, que en mi circulo los hay en estos dos extremos. No. Me fui a algo peor, mejorar el ingles con veinteañeros que también lo quieren mejorar pero recién salidos de la escuela. Y me dolió. No que me contestará “Ay, que viejo”, sino cómo lo dijo. No fue un “uy” de sorpresa, ni un “uy” de admiración. Fue un “ay” de dolor…

Sí, estoy a punto de los cuarenta. Se supone que justo en la mitad de la vida según la esperanza del vida del país donde vivo. Los expertos en creatividad dicen que el pico de máxima creatividad es en los 30, al igual que la cima de la fortaleza física, y al día uno después del 30 la cosa comienza a ir para abajo. Peor aún, Grace Slick, una de las mejores rockeras, pionera, y participante en Woodstock, dijo alguna vez que no se puede rockear a los 50. El rock es para los jóvenes, dijo después de retirarse a pintar con menos de cuarenta años. Así que estoy en el declive creativo y físico y sin la capacidad de transgredir y rockear, a punto de cumplir los cuarenta donde los chicos de veinte y pico se ríen de mi edad. Miré la ventana del pub donde estábamos y llovía. Bien podría ser tu padre, imbécil, así que respétame, pensé.

Hace años que veo películas, luego comencé a leer, luego a escribir, ahora hago collages y cuadernos de viaje. Y le echamos un par de huevos al asunto para dejar el trabajo y ser chicos Eramus, como nos dice un amigo. Lo cierto es que somos chavorucos Eramus. Afuera seguía lloviendo, no de esas trombas de la selva o de la Ciudad de México, sino ese chirimiri, el chipi chipi habitual de la zona. It is spiting, repetí en mi cabeza. Regresé la cara a la del jovenzuelo, tomé mi cerveza, di un trago largo, refrescante. Me recreé en el sabor de la IPA. Él bebía un vaso de agua. Sonreí y asentí. “Sí, cuarenta, ¿te los puedes creer?”, le dije. Luego sonreí. Fue una gran sonrisa sin abrir la boca, sin risa, como cuando mi madre sonreía y todos en la familia sabíamos que mientras la formaba lentamente iba pensando un largo, claro, denso “Chinga tu madre”. Yo, por aquello de aprender el idioma pensé “Piss off, mother fucker”. Luego puse el vaso de cerveza en medio de la mesa, no en mi lugar, no en el suyo, a la mitad.

En Bristol la Guinnes es muy mala, pero todos celebramos St. Patrick Day. Las cervezas locales son, en su mayoría, IPA, y están buenas, algo flojitas pero con buen sabor. Aún no hacemos una rutina para hacer algo de voluntariado o un trabajo en una oficina, y estamos buscando un cuarto para los siguientes meses, porque ya se nos acaba el paraíso que no sabemos cómo conseguimos vía AirBnB. El placer de volver a la vida de estudiante, me dije a mí mismo. Arancha se está aplicando a estudiar y se toma los exámenes como si fueran de postgrado, y estamos comenzamos a pensar en el resto del viaje, donde viene cogiendo fuerza algo de un tren a lo largo de Siberia.

El niñato tomó MI vaso de cerveza con tibieza, dudando, luego me miró y la sujetó con más firmeza. Yo lo dije que no con la cabeza, tomé el vaso y di otro trago largo, larguísimo, luego solté un chasquido con la lengua. “Sí, voy para los cuarenta”, le repetí mientras lo miraba a través del vaso de pinta vacío.~