TRIBUNA VISITANTE: Makhoudia
Makhoudia, en Tribuna visitante, #blog de Helena González Sáez
La memoria de Makhoudia va unida al trabajo. Los recuerdos de su infancia lo sitúan entre sus hermanos y hermanas, con su familia, trabajando, desde muy niño, desde que puede recordar.
Hace treinta y dos años que llegó a Bilbao, en vuelo directo desde Las Palmas, procedente de Dakar, Senegal. Pero su ciudad de origen es Touba (felicidad en árabe): la ciudad santa de Senegal, el lugar de los muridíes, un grupo sufí cuya filosofía religiosa se mezcla con la cultura wolof. Siempre me ha llamado la atención la actitud ritualista y la observancia religiosa de Makhoudia, siempre acompañado de su rosario musulmán, reza cuatro veces al día y menciona a Dios a cada paso. Ahora lo entiendo bien: Makoudia ha nacido y crecido en una ciudad sagrada en cuyas calles está prohibido fumar o beber alcohol (un caso único en el mundo). Se ha educado a la sombra de una fenomenal mezquita y él mismo es muridí.
Todas las mañanas nos saluda igual, un saludo en el que Dios está presente. A veces tengo la impresión de que sus saludos también forman parte de sus rituales de oración y así, saludándonos, nos incluye también en ellas.
Makhoudia transmite paz. Según sus propias palabras su religión «es una religión de paz». Transmite bienestar. Un bienestar ligado a la espiritualidad que parece acompañarle constantemente. Como la repetición de un mantra o como una oración repetida. Algo que le proporciona una ecuanimidad positiva y un buen humor constante. Una positividad interminable, como el horizonte mismo. Algo que parece repetirse como un ritual, como las vueltas de su rosario. Algo que se mezcla con su aplomo hasta resultar indistinguible de él.
Hace treinta y dos años, Makhoudia dejó en Senegal a toda una gran familia, para probar una vida mejor. Le llevó tiempo y trabajo regularizar su situación, pero lo consiguió y cuatro años después de llegar, pudo volver a su ciudad y reunirse con los suyos. Desde hace un tiempo y cada año, los visita durante varias semanas y vuelve después a Bilbao.
Siempre trabaja y siempre ha trabajado, vendiendo en mercados. Ha viajado a Francia, Bélgica, Portugal e Italia. Y siempre regresa aquí. Aquí se encuentra bien, aunque hace unos años estaba mejor: «había más trabajo», cuenta.
Hace dos años y medio que Makhoudia está en Zubietxe, y hace meses que comparte el TAZ con nosotras. Le gusta mucho dibujar, él lo dice: «hacer esto me gusta mucho, mucho.» Mientras hablo con él, miramos juntos sus dibujos, y nos damos cuenta de que hay tres temas preponderantes que se repiten: casas altas de pisos, casas bajas, la mezquita de Touba, camiones y personas. Los dibujos de casas son decenas y decenas. Los dos estamos intrigados con esta sobreabundancia de casas, esta franca predilección por las casas multicolores.
El filósofo Gastón Bachelard quien nos enseñó que es nuestra imaginación la dueña de nuestros universos particulares, dedicó mucha parte de su vida a estudiar la imaginación poética: las figuras de la creación artística. Escribió La poética del espacio, una obra en la que explora la dialéctica que mantenemos con las figuras y metáforas del espacio. Makhoudia dibuja casas y esto dice Bachelard de la casa: «la casa, lugar de cobijo, de soledad y de encuentro, de ensueños y realidades, recuerdos y vivencias, es nuestro espacio, sus muros significan más que protección. Se vuelven parte de nosotros.(…) La casa, es el primer universo de la cotidianeidad, pero se proyecta como un auténtico “microcosmos”: una unidad de imagen y recuerdo. Su funcionalidad reside en que sirve como detonante del proceso de reminiscencia.»
El proceso de reminiscencia, el recuerdo que vuelve al origen, la repetición del recuerdo, las cuentas del rosario como camino que se repite para volver a empezar, se repiten los trazos y los motivos en los dibujos, como cuentas, como oraciones. El proceso de reminiscencia, el recuerdo que vuelve al origen, la memoria que sobrevive para seguir recordando. La casa, aquello formado de pensamientos, recuerdos y sueños; aquello a lo que se vuelve siempre, aquello que se crea constantemente; la casa que somos. Las casas de Makhoudia.
La memoria de Makhoudia va unida al trabajo. Los recuerdos de su infancia lo sitúan entre sus hermanos y hermanas, con su familia, trabajando, desde muy niño, desde que puede recordar. Recordar: volver a pasar por el corazón. Volver a lo reminiscente, a lo que queda y se repite, al origen, a lo que somos.~
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