Sin el Tigre, tres zarpazos colombianos | blog Mundial Brasil 2014
Transcurrieron 5828 días, la voz aguardada se contuvo en las justas de Asia, Europa y África, 16 años de espera desde aquella derrota en Francia ‘98 contra la Inglaterra de Beckham. Así, el estadio Mineirao en Belo Hozironte, estalló con la insigne sonora colombiana, el himno acortó aún más los 4 mil kilómetros entre este inmueble y Bogotá, una ola amarilla pintó cada rincón de las más de 62 mil gradas. Colombia en su primer mundial del siglo XXI, llegaba a su juego número 14, con 14 goles a favor acumulados en sus cuatro participaciones anteriores. Es también el catorceavo día de junio de 2014, y a los cinco minutos de iniciado el juego, la etimología griega era descifrada por Pablo Armero, quien cruzó un disparo para hacer enrojecer desde la banca a su sobrio y discretísimo entrenador, el argentino José Pekerman. El gol de vestidor, presagió, intuyó y fraguó desde el amanecer del juego lo que fue el cuarto triunfo colombiano en copas mundiales, una nueva generación de futbolistas cafetaleros se presentaron al mundo, aún cuando la gran mayoría sean ya mediatizados por su presencia en clubes europeos. De ahí la orfandad que vivió Colombia desde el pasado 22 de enero, cuando la rodilla izquierda de Radamel Falcao se le fragmentara el ligamento cruzado anterior en un juego de la insípida Copa de Francia. De ahí devinieron la impaciencia del delantero figura, el Tigre, fue operado tres días después, pero ni poco más de cuatro meses, ni los arrumacos públicos del mismo Diego Armando Maradona, fueron suficientes para su recuperación. Con la cabeza gacha, Radamel, goleador de la eliminatoria sudamericana, figura en canchas de Argentina, Portugal, España y Francia anunciaba que el onírico deseo que tenía desde los 12 años de edad cuando miró en el televisor a su selección en Francia, de jugar un mundial, se desvanecía. Ante la ausencia en la cancha, Falcao torció desde la tribuna del Mineirao, infaltable a la cita contra el equipo griego, que ha ponderado el orgullo deportivo por encima de la inflamada situación socioeconómica que padece su país. Por ello, es el futbol la conciliación, el sincretismo por 90 minutos de modus vivendi tan disímbolos como el de Colombia y Grecia, los primeros a horas de acudir a sufragar por la continuidad o la opción de un nuevo presidente, y los segundos, en un proceso de restauración de la democracia que ellos mismos inventaron pero hace cientos de años, ahorita solo rueda el balón. Por todo eso las mantas portadas durante el juego, imposibles de acotar por la cámara oficial de FIFA, no solo extrovertían el amor franco al Tigre ausente en la cancha, sino que pedían a la otrora gloria noventera, Pìbe Valderrama como Presidente, en lugar de Santos y Zuluaga. En ese contexto, se desempeñaron ambos equipos, Colombia “de local”, y Grecia con Fannis Gekas que estrelló el brasuka en el poste. Llegó el minuto 57, un tiro de esquina, Abel Aguilar peina, prolonga y Teófilo Gutiérrez, quien hasta hace unos meses rolaba por La Noria (Xochimilco, México) en su estancia en Cruz Azul, marcaba el segundo. La misma tónica hasta el epílogo, empujados por el espíritu de Radamel encarnado en James Rodríguez su compañero en el Mónaco francés, de pronto el jogo bonito, túnel de Camilo Zúniga, taquito de Juan Cuadrado y la definición de James, daba el tercer zarpazo de un día de garra sudamericana, pero sin Tigre.
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