Sueño y despertar, o de la imposibilidad contemporánea de la flor azul
«Todo aquello que nos parece real se ha convertido en mera apariencia».
En el país de la técnica la visión de la realidad inmediata
se ha convertido en una flor imposible.
Walter Benjamin
QUIZA UNA REFERENCIA casi obligada al pensar en los sueños sea el surrealismo, ya sea como institución, movimiento, arte, concepto, modus vivendi, crítica o moda. Pero valdría la pena preguntarse, ¿por qué, luego de casi un siglo, volver sobre uno de los movimientos más impetuosos dentro del arte y la sociedad?, ¿qué dice de nosotros, o más bien, qué nos dice a nosotros, los tempranos hijos del siglo veintiuno, un movimiento tan alejado en el tiempo?
Si acaso hay forma de contestar lo anterior, de apuntar una reflexión sobre los sueños y el surrealismo –asunto que al menos en lo que sigue quiero intentar–, creo que habría que buscar algunas pistas en las motivaciones de la época, en los escritos de sus mayores representantes, incluso en las reflexiones que en su momento suscitaron en otros personajes y pensadores. Vaya, que habría que hacer casi una tesis doctoral al respecto –tesis que quizá ya se ha hecho y yo desconozco–, pero aquí me conformo con apuntar algunas ideas que me resultan interesantes.
II
Walter Benjamin, filósofo judío-alemán, fue uno de los más interesados y entusiastas en el tema. Entre los años 1925 y 1928, y luego de pasar una breve temporada en París y descubrir el primer Manifiesto de Breton y los escritos de Louis Aragon –los cuales le causaron un gran impacto–, escribió varios textos al respecto. Hay uno de ellos en particular, Onirokitsch, Glosa sobre el surrealismo (Traumkitsch, Glosse zum Sürrealismus, 1925), donde ya desde el título conjuga, por un lado, su interés por el imaginario onírico surrealista y, por otro, su preocupación por la cultura de masas. El texto comienza de la siguiente manera:
«Ya no se sueña con la flor azul. Quien hoy despierte como Enrique de Ofterdingen debe haberse quedado dormido. La historia del sueño aún está por escribirse, y abrir una perspectiva en ella significaría asestar un golpe decisivo a la superstición de su encadenamiento a la naturaleza mediante la iluminación histórica. El sueño participa de la historia. […] El sueño ya no abre una azul lejanía. Se ha vuelto gris. La gris capa de polvo sobre las cosas es su mejor componente. Los sueños son ahora un camino directo a la banalidad. De una vez para siempre, la técnica revoca la imagen externa de las cosas, como billetes de banco que han perdido vigencia.»
Así, los sueños son el punto de partida, pero ellos se han transformado y ya no presentan el azul romántico, sino el gris de la sociedad de principios de siglo XX.¿Dónde ha quedado la flor azul?, ¿quién se atreve todavía a soñar con ella, como un Enrique de Ofterdingen trasnochado?, ¿por qué establecer una relación entre sueño e historia?, ¿qué papel lleva en ello la técnica, que no acepta la imagen externa de las cosas en tanto billetes sin valor?
III
Los surrealistas no sólo experimentaron con los sueños, sino también con la escritura automática, las drogas y el alcohol; pues con ello buscaban entender o al menos vislumbrar el mecanismo del inconsciente y sus implicaciones en el mundo de la vigilia. Porque lo más importante para ellos era conformar un nuevo modo de experiencia que pudiera trascender los límites lógicos de eso que llamamos realidad. Así, en particular con el sueño –y luego de descubrir los escritos de Freud–, estaban interesados en la experimentación y reflexión sobre la vigilia, la memoria y el pensamiento, pues esperaban encontrar algo que estableciera una continuidad entre todos estos procesos de pensamiento, pero sin que mediara la fuerza ordenadora de la razón.
IV
Indicaré algunas cuestiones importantes que Benjamin encuentra en su modo de leer el surrealismo.
A pesar de que él siempre defendió el carácter crítico del surrealismo, su interés no surge precisamente de la experimentación onírica, sino de lo cuestionable que ésta resultó para él, pues en ella nunca se superaba la frontera entre sueño y despertar, sino que se entendía como un continuum. Porque a diferencia de Breton, Tzara o Aragon, él dará un paso adelante y reflexionará sobre el tema del despertar, en el entendido de que sólo mediante éste se podría hacer una crítica a la cultura de masas de principios del siglo XX, que era concebida como un sueño colectivo del que es preciso despertar para entender sus mecanismos.
¿Por qué es importante despertar? Por una premisa que tiene que ver con la idea de sueño colectivo –idea que Benjamin construye a partir de sus lecturas de Freud–; sueño que se podría entender en términos de fantasmagoría –una apariencia de realidad que engaña los sentidos por medio de la manipulación técnica–, es decir, de todo aquello que la realidad tiene de aparente. Así, es preciso que el hombre despierte de este mundo de la mera apariencia para que pueda llegar a la conciencia de su propia realidad. Con lo cual, Benjamin trata de disolver la concepción mitológica del sueño en el espacio de la historia; lo que sólo puede llegar a realizarse mediante el despertar de un saber. Pues así como soñar es una forma de experiencia históricamente construida, el despertar colectivo es sinónimo de la toma de conciencia revolucionaria.
V
Aunque Benjamin apeló a la dialéctica del sueño, con la intención de llegar al punto consciente del despertar, de «asestarle un duro golpe a la superstición», es justo decir que lejos estamos ya de esas buenas intenciones. Y no es que haya algo negativo en el sueño, sino que lo que preocupa es que se ha vuelto gris, ha terminado por mostrar la imagen banal de las cosas, es decir, aquello que corresponde a la pobreza de la experiencia. Sin embargo, a pesar de esto, de ser una capa de polvo sobre las cosas –o quizá por ello– el sueño alivia. La experiencia se empobrece, pero el sueño mitiga esta pobreza. Si el sueño se ha convertido en esa capa gris de polvo, será preciso sacudirla para develar el mecanismo social y transformarlo.
Porque también: «En el país de la técnica la visión de la realidad inmediata se ha convertido en una flor imposible». Es así que la flor azul es imposible en nuestro tiempo porque con ella se apela a otro tiempo, quizá aquel del romanticismo –pensemos que la referencia viene de Novalis–, y donde la belleza y la apariencia de las cosas estaba en ellas mismas, pero ahora se encuentran opacadas por la gruesa capa de polvo en la que se ha convertido la realidad.
Lo que querría decir que todo aquello que nos parece real se ha convertido en mera apariencia, y por ello para Benjamin es preciso recurrir a la técnica; se trata de hacer un diagnóstico de los cambios producidos en la estructura de la percepción y de la experiencia por el acelerado desarrollo de la técnica. Es así, que gracias a esto último, el hombre es capaz de revelar aquello que se encuentra escondido bajo la gruesa capa de polvo que esconde la realidad. Pues una vez que los aparatos modernos de visión –cámaras, telescopios, microscopios, etc.– permiten descubrir realidades que no son perceptibles a simple vista, entonces van construyendo una realidad que enriquece la experiencia moderna. Pero no olvidemos que se trata de un mecanismo dialéctico que en cualquier momento puede voltearse contra nosotros y mostrar de nueva cuenta la mera apariencia de las cosas.~
Referencias:
Ibarlucía, Ricardo. Onirokitsch. Walter Benjamín y el Surrealismo, Buenos Aires, Bordes Manantial, 1998.
Walter, Benjamin. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México, Ítaca, 2003.
Walter, Benjamin. Discursos interrumpidos, México, Planeta-Agostini, 1994.
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