La culpa la tiene Disney
«No importa el grado de estudios que se tenga, la condición social, la creencia religiosa o la edad, porque quiérase o no muchos hemos sido formados bajo el esquema de Walt Disney dentro de sus series animadas o en sus películas. Es esta formación la que hace que todos seamos iguales»…
NO IMPORTA EL grado de estudios que se tenga, la condición social, la creencia religiosa o la edad, porque quiérase o no muchos hemos sido formados bajo el esquema de Walt Disney dentro de sus series animadas o en sus películas. Es esta formación la que hace que todos seamos iguales, igualmente predecibles dentro de la manera como nos conducimos en la existencia para ser también igualmente manipulables. Son muchas las reflexiones que se pueden llevar a cabo al analizar las obras que heredó el amigo de los niños, como la que está en el libro Para leer al Pato Donald, que habla grosso modo de la formación del pensamiento capitalista-consumista en los individuos, el nivel aspiracionista de los hombres en su relación con el consumo y la relación de la cultura consumista por excelencia respecto del mundo (sí, es un libro que parte del pensamiento de Marx). Todo ello implantando en el pensamiento infantil, es decir, en la tan absorbente esponja que es la mente de un niño.
Quizá con razón dicen algunas personas que los niños de ahora serán los hombres del mañana. A mí en lo particular me gusta pensar que los niños de ahora son las acciones inmediatas, el presente mismo, pero ese es otro tema. Lo importante de esto es que esta supra-entidad creada por Walt Disney y su enorme castillo de ilusión y alegría en realidad tiende terribles lazos con los que nos manipulan. Así la manipulación se configura, se gesta y se recrea en la mente del niño con toda la carga ideológica que afecta en la vida. Bajo este contexto resulta imposible olvidar a las juventudes del nacional-socialismo y su formación tan agresiva donde se les educaba como la raza superior. O aún menos olvidar lo que pasa en México, donde cada día es más fácil ver que un niño juega a ser sicario y en sus juegos amordaza, tortura y asesina a su compañero de juego. Inocencia perdida, si es que alguna vez la inocencia ha estado presente en los niños que habitan en un mundo feliz.
¿Cómo es posible educar a los niños de esa manera? Fácil. La otra vez veía con mi hijo El Rey León y noté dos cosas. Primero, no importa cuál sea la relación aspiracionista de una persona, el que es Rey siempre lo va a ser y su sola presencia es suficiente para que todo tenga un orden equilibrado, próspero y justo porque así está escrito en los cielos. Por si fuera poco, la vida de los subalternos está para darle sentido a la vida del gran señor porque cada uno es una parte del gran engranaje del ciclo de la vida, y donde la muerte del pueblo es justa en tanto que permite la existencia del orden, es decir, del Rey pues gracias a él se conserva lo que es propio de cada cual. Segundo, Skar, el hermano incómodo, está acompañado de los seres carroñeros y despiadados. Ese grupo de rechazados hace un ejército y domina a la aristocracia. Cuando esto pasa la media luna aparece en la escena y colores sombríos resaltan en el cementerio de los elefantes (ironía de un sistema político que siempre se mantiene, incluso después de las revoluciones). Cuando Skar y su grupo tienen el poder, todo es tragedia, todo es tristeza, los subalternos están en peligro. Por eso es importante el regreso de Simba, quien intenta negar su pasado mediante el hakuna matata… una forma de ser… sin preocuparse. Como este ejemplo hay varios casos.
La manipulación no sólo está el terreno de lo político, también tiene presencia en el terreno del plano sentimental. Es lo que me gusta llamar la maldición de la Princesa y el Sapo, también podría ser un síndrome dado su carácter pandémico. Muchas veces mis amigas me buscan al borde de la lágrima por culpa del «patán ese» que las engañó, o trató mal, o dejó plantadas por ir con sus amigotes, o un largo etcétera. Creo yo que todo se lo debemos a las películas de princesas, pero especialmente por la que besa al sapo para buscar al príncipe, ya que nos hacen creer que la metamorfosis es posible. Pero cuidado, que el que camina como sapo, hace como sapo y parece sapo, con un cien por ciento de fiabilidad será sapo (así lo dicta la fenomenología de más alto rango). Es decir, no importa cuántas veces besen al chico rudo del que quieren hacer todo un príncipe, el sapo siempre será sapo, por más besos que le den. La realidad es diferente a lo que Disney nos presenta pues ahí la princesa besa al sapo, no para encontrar a cualquier hombre, sino a un príncipe que tuvo una maldición dada por alguna bruja. Evidentemente los hombres no estamos excluidos. No hay que pensar que sólo las mujeres son parte del síndrome de Disney. Recuerdo bien una película que veía una y otra vez: Robin Hood. El mensaje es el mismo. Si quieres andar con la chica bella, sé un joven rebelde y fácilmente conseguirás a esa chica, sólo no olvides una cosa, tienes que ser rebelde a la altura del aristócrata que percibe el sufrimiento del pueblo y que luchará ante todo para preservar el buen sistema, el del Rey justo (¿les suena familiar?).
Somos predecibles en todos los aspectos de la vida porque desde que fuimos niños lo que veíamos nos fue configurando en la manera de concebirnos en el mundo. Y gracias a la repetición que hay en la estructura de las series animadas o en las películas de Disney (que también tiene presencia en las telenovelas) es como reforzamos una, otra y otra vez lo que debemos ser según el mundo de la ilusión y la magia. Más grave aún, muchas personas se esfuerzan por preservar esas películas haciendo que los niños sigan viendo lo que los llenó de ilusión y de magia en la niñez. Y me parece además que todo lo hacen pensando que lo realizado en el pasado era santo, inocente y bien intencionado. Por eso es que somos tan predecibles, pues somos las piezas en una partida de ajedrez donde los dos contrincantes llevan a cabo jugadas de manual y donde a cada movimiento ya se sabe la reacción del adversario.
¿Cómo se puede escapar de un mundo donde todo el tiempo somos manipulados, incluso en lo que consideramos más sano e inofensivo como son las caricaturas y películas para niños? Desafortunadamente no sé la respuesta a la pregunta, pero es probable que así como al pez que le dicen que está en el agua se sabe en el agua, así también nosotros podemos saber cómo y por qué hacemos ciertas cosas, y entonces, de alguna manera, logremos ser tan impredecibles para un sistema que desde Platón busca la uniformidad del pensamiento, de la acción y del ser.~
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