Mirar de frente en Tepito

«El trajín de los comerciantes de la calle de Tenochtitlán, en Tepito, no cesa, los dos pasillos de la calle, cerca del Eje Uno Oriente, famosa por la venta de Yumbina, películas pornográficas, juguetes sexuales, perfumes de contrabando y donde hace muchos años se vendía directamente mercancía de contrabando, antes, mucho antes del TLC, del tratado del libre comercio». Crónica de un día en Tepito.

 
7.01_TepitoCAE LA TARDE y los niños, casi todos menores de 10 años de edad, comienzan a correr entre el esqueleto de los puestos metálicos, con pericia los evaden, o se esconden entre ellos; sirve como casa de juguetes o como meta de cualquier competencia; es el momento del ocio, cuando casi todos los comerciantes comienzan a levantar sus mercancías que guardan en cajas, mientras la calle empieza a descubrir el color gris de la fachada de las casas, cuando se ven colgados los mecates y lazos de todos los colores y texturas, tejidos como telaraña, como si quisieran mostrar que los habitantes viven atrapados en el color sucio de la calle y solo dejan ver retazos de cielo azul, fragmentos de rayos de luz que van dejando jirones entre las mantas.

Manos febriles recogen, envuelven, doblan, empacan, guardan todo tipo de mercancías, perfumes, camisas, relojes, plumas, tenis, dildos, acomodan en cajas, en bolsas. Mientras suena y resuenan las estructuras metálicas de los puestos al ser desarmadas, o al quitarles la tabla que sirve como mesa, después de terminar la venta del día; las cajas de cartón, envueltas con cinta canela, poco a poco se van llenando de distintas mercancías.

El trajín de los comerciantes de la calle de Tenochtitlán, en Tepito, en la colonia Morelos no cesa, los dos pasillos de la calle, cerca del Eje Uno Oriente, famosa por la venta de Yumbina, películas pornográficas, juguetes sexuales, perfumes de contrabando y donde hace muchos años se vendía directamente mercancía de contrabando, antes, mucho antes del TLC, del tratado del libre comercio y que las calles de centro de la ciudad de México se inundara de objetos made in China, termina el día de venta, pocos, muy pocos compradores caminan entre los movimientos de la gente y de los diablitos que llevan a cuesta la mercancía, para ser embodegadas en las casas de interés social construidas después del temblor de 1985.

La calle México-Tenochtitlán inicia en el Eje 1 Norte Héroe de Granaditas y llega hasta el Eje 2 Norte Canal del Norte, recorre el centro del famoso y peligroso barrio de Tepito, cruza con ocho calles, entre las que se encuentran el callejón de Tenochtitlán, Fray Bartomolé de las Casas, Matamoros, Rivero, Matamoros, Peñón, Constancia, Granada y Gorostiza.

Hace años era la principal calle donde se vendían mercancías de contrabando, ropa de seda, relojes y aparatos electrónicos, juguetes, celulares, ipods, CDs y Dvds, piratas y originales, zapatos, piezas para el automóvil, mascotas, medicamentos, se dice que a precios accesibles, antes que se diversificarán en tianguis famosos como el de San Felipe de Jesús, en la delegación Gustavo A. Madero, el de Santa Cruz, en Iztapalapa, o el del Bordo Xochiaca, en ciudad Nezahualcóyotl.

El tramo de la calle que va de Eje 1 Norte hasta la calle de Rivero, cuatro cuadras, se dedica de lleno al comercio, por ahí no circulan carros, solo motonetas y una que otra bicicleta. En el cruce de Matamoros y Tenochtitlán está el mercado de chucherías, de ropa de procedencia extranjera, que venden a bajos precios, ahí los compradores regatean por una camisa toda arrugada, o un traje de segunda mano, algunos cuantos pares de calzados, aunque el interior del mercado venden zapatos tenis Nikes, Converse, para distintos deportes, o zapatos Caterpillar, de procedencia extranjera, pantalones Levis o Ambercombrie, o falsificaciones de Zara o LaCoste.

Mientras que de la calle Matamoros a la calle Fray Bartolomé de las Casas, es el centro de la piratería, ahí se aglomera el mayor número de vendedores y compradores, mientras varios adolescentes toman de una caja discos, los van metiendo en bolsas de celofán y los apilan, otros van doblando la serigrafía barata y mal impresa; los compradores con avidez preguntan acerca de películas o discos que aún no aparecen en el mercado, o acaban de salir; otros más informan a los clientes de la calidad de la grabación; «calidad dvd», es la copia de una grabación directamente de la sala de cine, «clon», es una copia mejorada, con colores más chillantes y con un audio mejor; hasta la que es «copia de la original», con menú, con extras: Perdidos entre la piratería se encuentran dos puestos de ropa estilo militar, chamarras, botas y equipo especial, así como un puesto de herramientas de trabajo, llaves, pilas, matracas, picos y palas, que desentonan con  la febril compra de reproducciones ilegales.

Hacia el norte circulan autos y no hay diferencia notoria con otros barrios de la ciudad de México, solo la sensación de peligro constante. En el cruce de Tenochtitlan y Constancia se ubica la plaza y la iglesia de la Concepción, en donde se localiza una placa en la que se lee: «Tequipehuacan, lugar donde comenzó la esclavitud, aquí fue hecho prisionero Cuauhtemotzin la tarde del 13 de agosto de 1521», por la que se considera que el origen de Tepito es prehispánico, que era un mercado que competía con el de Tlaltelolco.

En un breve tramo de la calle Tenochtitlán hasta el callejón del mismo nombre, hay ropa de marca y playeras de distintas marcas, relojes de pulso, plumas y perfumes. Algunos tenis y zapatos. Ahí el tránsito se hace pesado, pues hay vendedores que ponen en medio de la calle su estructura metálica, además están los criadores de perros que con el animal en la mano, se lo muestran a los posibles clientes.

Cuando comienza a oscurecer, solo quedan los habitantes de la zona, de las vecindades que aún no son derruidas, lo que resta de la famosa vecindad La Fortaleza, expropiado el terreno, destruidos los cuartos se convirtió en una escuela preparatoria, los pobladores de las unidades habitacionales de cuatro niveles, con un espacio de 52 metros cuadrados, construidas por el Instituto de Vivienda del DF, posterior a la destrucción de las vecindades ruinosas, que fueron afectadas por el temblor de 1985, todas pintadas de rojo ladrillo, con ventanales blancos y entre ellos, como decoración, pantalones de distintos colores, aunque predomina el azul de mezclilla, playeras y ropa interior. Muchas de ellas ―dicen― son bodegas o picaderos, donde venden droga, y si es el caso se pueden consumir cocaína, marihuana y solventes, las puertas cerradas siempre tienen a un grupo de jóvenes, todos ellos con camisetas blancas y los brazos con tatuajes.

La calle comienza a tener otra fisonomía, al caer la noche, con los puestos desarmados, solo quedan las mantas amarillas que protegen del sol o, en algunos tramos, de lona, en época de lluvia. Horas antes la calle estaba llena de gente, solo se puede caminar como culebra, uno tras otro, algunas parejas agarrando de la cintura a la mujer, protegiéndolas de las manos dadivosas de caricias; y si un posible comprador se detiene en una de las estructuras metálicas, el avance se hace lento, unos preguntan el precio, otros ofrecen y muestran los distintos productos; hábiles para la venta, intentan convencer de la originalidad del perfume, de la ropa, de la efectividad de las sustancias ilegales, siempre con la cantaleta  de que hay que comparar el precio en una tienda establecida y el que ellos ofrecen.

Los habitantes salen de sus casas. Algunos se reúnen para jugar al dominó, otros a las cartas; las mujeres a platicar, de pie y algunas recargadas en los puestos. Mientras los niños corren o empujan un carrito, o le dan duro a los pedales de bicicletas. Todo con el dulce olor a yerba quemada. Algunos grupos de jóvenes y adultos se reúnen en un lote baldío de la calle Tenochtitlán 27, a jugar futbol, en un improvisado campo de juego, con porterías pequeñas, casi todos desnudos de la cintura para arriba y con el cabello cortado casi a rape, los pantalones de mezclilla flojos, o de colores, con zapatos tenis de marca dudosa, gritan, corren tras el balón.

No es posible parar para mirar con detenimiento, ni mirar de frente a quien en encuentres en tu camino, pues te lanzan miradas desconfiadas, agresivas, tal como lo dice Carlos Fuentes, mirar de frente a un mexicano es provocar una pelea, una reclamación de ¿qué me ves, guey? O solo levantar el rostro a los extraños con un quihubole, por ello mirar de reojo, no sea como dice una pinta de una pared «Y en cada uno de mis actos afirmó a Dios».~