Iglesias que son estadios | blog Mundial Brasil 2014

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Previo al partido Alemania y Portugal, en algún lugar de Alemania

La primera gran preocupación de los alemanes en este Mundial 2014 era el horario: los partidos nocturnos. Desde el 2006 el fenómeno del “public viewing” se multiplicó, y cada vez más el seguidor alemán sale de su casa para ver el futbol en lugares públicos y/o al aire libre. ¿Cómo hubiera sido entonces este 2014 con partidos a las diez de la

noche, hora señalada para el consabido “toque de queda” del ruido en calles y hogares alemanes? La Oficina del Orden (Ordnungsamt) hubiera tenido mucho quehacer; la decisión fue unánime, se abrió un paréntesis y se dio luz verde al balón. Pitazo inicial.

Resuelto el tema del horario (que en este primer encuentro alemán resultó idóneo para un lunes laboral: seis de la tarde), los lugares son el tema principal. Las plazas se convirtieron en lugar común, ¿qué otras posibilidades hay para ver los juegos de la Nationalmannschaft, esa que según Lineker siempre gana (y para qué preocuparnos, por ahora, de ello)? Los estadios son por supuesto lugar ideal, incluyendo uno en Mannheim, que es de hockey sobre hielo; un cine en Essen da cabida a espectadores con palomitas y banderas en mano; en el autódromo de Nürburgring el amor de los alemanes por los autos se equipara al de su futbol, y ahí lo ven en gran pantalla; las murallas de un castillo del siglo xvi en Freiberg, Sajonia, se presta para la proyección del penal cobrado por Müller; un museo en Colonia da cabida al remate de cabeza de Hummels; el verano coquetea por aquí y en una piscina de Nauen, Brandenburgo, con espacio para 15000 bañistas lo saben, y corean el segundo gol de Müller; y ni hablar de la cerveza, esa que se puede tomar en plena calle a cualquier hora del día: la cervecería Waldschlößchen de Dresde regala una por cada gol alemán que se puede mirar en las pantallas instaladas por toda la ciudad: al medio tiempo ya lleva uno, seguras, tres. ¿Qué más se puede pedir? Una iglesia.

Si hace (ya casi) quinientos años el alemán Lutero clavó sus tesis a la puerta de una iglesia para iniciar su protesta, hoy una iglesia protestante abre sus puertas y da lugar a los feligreses de esa tan peculiar religión para ver cómo Müller (que viene de moler en alemán, y de Müller en el partido de hoy) clava el cuarto gol (Tor en alemán, que, dicho sea, también es portón y portería). La iglesia evangélica Emmaus en Berlín tiene una pantalla como altar (redundancia en tiempos mundialistas), y el órgano, dicen, hace las veces de cronista. La fuga, otrora de Bach, es ya de la media alemana. La ceremonia es, sin duda, ecuménica: católicos, evangélicos y ateos se rinden ante el esférico dios: en ese círculo se encuentra la cuadratura germana.

Cuatro goles. Un cuarto (1/4), por cierto, es Viertel en alemán, pero también barrio, y hoy lunes el barrio portugués, Portugiesenviertel, de Hamburgo es acaso el mejor lugar para ver el partido entre teutones y lusos. A lo largo de la calle Ditmar-Koel, no muy lejos del puerto y del paso del Elba, nada mejor que una tradicional televisión en algún restorán de siempre para ver a todo color el blanco y negro, rojo y dorado de estos once pupilos de “Jogi” Löw (sí, como el oso de caricatura). Unas cuantas mesas, sillas y asiduos clientes, es decir, parroquianos, hacen mejor que nadie estas misas paganas plagadas de gritos y no pocas plegarias. Schlaaand! es el grito, 4-0 el marcador y Alemania el ganador. Amén.~