El castillo de If: El misterio de la novela multiusos

Un texto de Édgar Adrián Mora

 

CÁSTULO ACEVES (Guadalajara, 1980) ensaya en Novecientos noventa y nueve (Paraíso Perdido, 2018) una trama detectivesca en donde el mundo del crimen y el de la literatura se relacionan de manera cercanísima. Se confunden hasta casi insinuar que el crimen perfecto existe sólo a través de su relato. En Guadalajara, en vísperas de la Feria Internacional del Libro que se lleva a cabo cada año en la ciudad, una serie de crímenes en contra de personajes ligados a las Letras y a la academia pone al detective de la policía local, Nepomuceno Castilla, al frente de la investigación. Después de incrementarse los números de asesinatos, y de acuerdo a las pesquisas del sabueso, todo apunta a que los homicidios están relacionados con una sociedad secreta denominada los Novecientos noventa y nueve del título. Estos defienden la memoria de un poeta muerto en contra de las injurias, críticas negativas y demás desaires que su obra pudiera recibir.

Aceves consigue en este relato realizar una mezcla de varias cosas. Por un lado, el tono paródico a partir del cual se describe la vida cotidiana de los escritores y, en general, de aquellos que se dedican a la creación; ese tono paródico está anunciado desde que el volumen abre con un epígrafe de El miedo a los anímales de Enrique Serna, obra cumbre en los menesteres de desnudar el traje del emperador del mundo del arte. Por otro lado, el autor realiza un transparente homenaje a uno de los autores que, al parecer, le resultan queridos y cercanos: Roberto Bolaño; el título alude a su obra última y póstuma 2666, más allá de que aparezcan referencias a obras como Los investigadores terribles, sucedáneo de Los detectives salvajes. En términos formales y en lo que refiere al tratamiento de la trama, el abordaje desde la novela negra consigue cristalizar al construirse un relato que contiene vueltas de tuerca y suspenso a partir de la necesidad de descubrir la identidad del asesino (o grupo de asesinos); los elementos del noir se hacen presentes y, al mismo tiempo, se adaptan de manera un tanto irónica al contexto en el cual se desarrolla la historia: el asesino, el detective, la complicada vida privada de éste, la femme fatale, la corrupción institucional, etcétera.

En forma similar a lo que intenta Pablo de Santis en obras como La traducción, el relato policial se mezcla con la descripción de las formas y complicidades del mundo académico y literario. Esa mezcla resulta interesante, en cuanto cuestiona de manera directa uno de los supuestos que rodean al mundo de los creadores: que el arte tiene que ver con la bondad y, por tanto, los artistas serían incapaces de cometer crímenes violentos. Esa percepción es puesta en duda: violencia y arte se contraponen casi como la noción de barbarie y civilización. Al recorrer las páginas de esta obra nos damos cuenta de que los seres humanos que utilizan el arte como forma de expresión son tan capaces de realizar actos deleznables como cualquier otro. Ocurre en las novelas y ocurre en la vida real.

Aceves consigue que esas cuestiones sean reveladas después de la lectura de la novela y que no intgerrumpan el flujo de las acciones. Estamos ante una historia que, como buen policíaco, se construye de la concatenación vertiginosa de hechos que conducen a un desenlace sorpresivo o violento y, en el cual, el investigador tiene un protagonismo que adula a su intelecto y a su capacidad de acción. Es una historia que pudo contarse, quizá, sin la alusión a  Bolaño-Belano y su obra; pero a la cual los guiños, homenajes y parodias no afectan. Se agradece también la ubicación de la trama en un contexto cercano, en una ciudad que puede ser identificada, recorrida y significada por los lectores que hayan tenido la oportunidad de recorrerla; ese es uno de sus grandes méritos, el de convertir a la ciudad local en escenario de una fabulación que puede ser concebida como cercana y posible a partir del reconocimiento de sus referentes.

Novecientos noventa y nueve es, en conclusión, una historia que satisface la búsqueda de diversos tipos de autores: aquellos que quieren leer una buena novela policíaca; quienes se solazan en la ridiculización y mirada crítica de los usos y costumbres de quienes se dedican al arte; e, incluso, puede agradar a los admiradores y detractores de Roberto Bolaño. Un divertimento singular por donde se le observe.~