El castillo de If: La tramoya de la imaginación
Un texto de Édgar Adrián Mora
UNO DE LO autores por quienes tengo un cariño y una admiración especial es Neil Gaiman (Portchester, Inglaterra, 1960), sobre todo a partir de las posibilidades de concebir historias que abrió para mí la lectura de la serie de narrativa gráfica The Sandman (Vértigo, 1988-1996). Esa fue la entrada a un mundo amplísimo de historias que acudía a diversas tradiciones mitológicas, históricas o a ese terreno difuso y maravilloso que es el mundo de los sueños.
Es por esta razón que me emocionó bastante la lectura de La vista desde las últimas filas (Malpaso, 2017), una serie de textos que por igual recopila conferencias, artículos para diversos medios periodísticos, introducciones para libros y antologías, ensayos sobre cuestiones asociadas a la creación, los libros, la narratográfica o la autobiografía. Gaiman despliega con singular sencillez parte de su historia como creador, así como anécdotas acerca de su ingreso al mundo editorial, la manera en cómo se integró al medio del cómic, o sus relaciones con el mundo del cine. En sus textos se despliega la pluma de un contador de historias que por igual utiliza el cuento, la novela, la narratográfica, la crónica, la lírica rocanrolera, el guion cinematográfico y los medios que requiera para contar la trama que ha tejido en su cabeza.
La primera parte del libro me parece la más entrañable. Tenemos en esas primeras páginas una defensa férrea de la biblioteca y, en general, del mundo del libro a partir de la manera en cómo la letra impresa modificó de manera radical su forma de ver el mundo y de estar en este. Escuchamos la voz de un narrador que nos pasea por su propia adolescencia mientras persigue títulos, autores y experiencias varias; la de un lector voraz que tiene que elegir entre comprar un libro u otro. Es imposible, para quien se ha enfrentado a ese tipo de dilemas, no sentirse identificado con ese adolescente construido con los recuerdos de uno de los escritores más exitosos de la actualidad.
Así es como tenemos un recorrido por la vida de Gaiman y por los oficios que ha ejercido, más allá de la narrativa. Su vida como periodista y los avatares que tal tarea le implicó. Aparecen nombres que nos parecen familiares, porque los hemos leído, pero Gaiman nos narra qué implica tener largas charlas con ellos, tomar una copa, discutir por algún desacuerdo o colaborar a kilómetros de distancia para que algún trabajo en colaboración sea posible. Así vemos desfilar los nombres y las voces de Alan Moore, Dave McKean, Terry Pratchett, Douglas Adams, Harlan Ellison, Eddie Campbell y un sinfín más de nombres que hoy son leyenda en sus respectivos campos.
Acudimos también a echar una ojeada a los títulos que se encuentran en los estantes de lecturas del autor, a los escritores a quienes reconoce alguna deuda o influencia: Rudyard Kipling, Allan Poe, Lovecraft, Wells, Chesterton, Jim Steinmayer, Lewis, Tolkien… Autores de literatura fantástica y de ciencia ficción que pulieron los talentos que han hecho de Gaiman un superdotado de la literatura que se identifica con esas delimitaciones. Sus reflexiones acerca de los cuentos de hadas y de la manera en cómo la mejor fantasía se construye cuando se decide contar la verdad arrojan luz sobre el gran recibimiento que han tenido sus obras.
Hay también relatos sobre la música y la manera en cómo esta se enreda con su propia vida. Aparecen Tori Amos, Lou Reed y su amada Amanda Palmer (The Dresden Dolls, Evelyn Evelyn), con quien comparte la vida en la actualidad. Cuestiones personales, íntimas, se mezclan con opiniones públicas y, quizás, polémicas, como su participación como público “de segunda” en la entrega de los premios Oscar en donde la versión cinematográfica de Coraline (Henry Selick, 2009) se encontraba nominada en el rubro de cinta de animación.
Es imposible no sentirse inspirado después de leer un libro como este. Más allá de “Cread arte del bueno”, un discurso que dio ante la clase de graduados en la University of the Arts de Filadelfia en 2012 y que es uno de los videos más reproducidos en internet; sobresale la sensibilidad de un artista que reconoce la grandeza de otros y cuya ausencia le pesa y, al mismo tiempo, le anima para continuar en la misma tarea que le ha dado significado a su vida. Es el caso de “A Slip of the Keyboard: Terry Pratchett” en donde anuncia la muerte cercana del creador de Mundodisco y los estragos que el Alzhéimer estaba haciendo en su tarea creativa y en su vida en general; la conclusión de tal texto, no obstante, anima a la esperanza y a la necesidad de continuar: “Me muero de rabia ante la inminente pérdida de un amigo. Y pienso: “¿Qué haría Terry con esta rabia?”. Y alcanzo la pluma, y empiezo a escribir”. Este libro está escrito con rabia, con ternura y con un enorme talento.~
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