El castillo de If: Cada cabeza es un mundo
Un texto de Édgar Adrián Mora
CHRISTOPHER BOONE ES un chico de 15 años que vive con Síndrome de Asperger, una de las manifestaciones del autismo. Le gustan mucho las matemáticas y la física, de adulto quiere ser astronauta. Le gusta el color rojo pero no el amarillo, tampoco entiende los chistes ni los juegos de palabras, no soporta el contacto físico con las demás personas (ni siquiera con sus padres) y nunca dice mentiras. Una noche ve al perro de su vecina atravesado por un bielgo y muerto en el jardín de la casa aledaña. A Christopher le gustan los perros, por lo que tomará como una misión particular descubrir al asesino del inocente animal. A lo largo de sus pesquisas descubrirá una serie de secretos que lo confrontarán con sus posibilidades de heroísmo y con la naturaleza humana. Es lo que cuenta Mark Haddon (Northampton, Inglaterra, 1963) en El curioso incidente del perro a medianoche (Salamandra, 2004).
Este libro llegó a mis manos por casualidad, un colega matemático me lo recomendó en el trabajo. Comencé a leerlo sin demasiadas expectativas pero, a medida que avanzaba en el texto, éste se hacía más entrañable e interesante. Desde el uso de un narrador protagonista (a la manera del narrador de Flores para Algernon de Daniel Keyes, en el tono, no en la configuración sintáctica y ortográfica) que, desde su propia visión del mundo y sus herramientas construye la historia, nos podemos dar cuenta de que es un texto fuera de lo común. Haddon logra crear un universo y dotarlo de sentido en una obra de mediana extensión. Lo más encomiable de ese logro es que ese universo es el mismo que habitamos el resto de los seres humanos.
Ver a través de los ojos de Christopher nos remite a una inocencia y, al mismo tiempo, a un uso de la lógica que a medida que crecemos comienzan a desaparecer en aras de una adaptación a los usos del resto de los seres humanos. La mentira es uno de los temas más importantes de toda la historia, y el detonante del clímax de la trama. El protagonista vive en un mundo en donde la mentira está desterrada pero cuya regla no es aplicada por los demás. Todos mienten, en mayor o menor medida.
Uno de los elementos que más me gustó fue el personaje de Siobhan, una de las preceptoras de la escuela de educación especial a la cual Christopher asiste. Es, probablemente, la única persona que entiende a cabalidad la manera en cómo funciona el mundo del protagonista, le habla de una manera que él puede entender, le anima a realizar las actividades que él se siente capaz de realizar, pero, al mismo tiempo, establece los límites que permiten que esa relación no salga de los muros de la escuela. Es una docente ideal para ese mundo, el narrador insinúa en determinado momento la manera en cómo algunos de los demás docentes lo tratan y, para quienes laboramos en un ambiente educativo, nos saltan al instantes las analogías con los colegas y, quizá, con nosotros mismos.
La novela es, también, una novela policíaca. Christopher es un admirador de los métodos y las historias de Sherlock Holmes, de hecho es a partir de esa afición que decide tomar por su cuenta las pesquisas para investigar la muerte del perro al cual alude el título. Las secuencias lógicas que se plantea a lo largo de la trama remiten a las explicaciones que el famoso detective realiza generalmente al final de cada caso resuelto. Christopher consigue resolver el misterio que se plantea al inicio del primer capítulo (el número 2, en tanto decide ordenar la historia de acuerdo a la secuencia de los números primos), pero también descubre otras situaciones que sacuden el equilibrio que su padre intenta construir para él desde su propio egoísmo.
Es evidente en la estructura de la historia, la manera en cómo Haddon recurre a los estadios del camino del héroe planteado por Joseph Campbell: la prueba, el encuentro, la llamada a la aventura, el viaje, el retorno se van desarrollando ante los ojos de un lector que no puede renunciar a conocer el desenlace, no de la investigación del crimen, sino del destino que el protagonista tendrá.
Es a partir de historias como estas que uno se replantea frases tales como “Cada cabeza es un mundo”; el mundo que Haddon construye a partir de la cabeza de Christopher es uno fascinante.~
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