La Creatividad, esa pastilla

«Uno no crea o escribe para decir lo que sabe sino para llegar a saber lo que quiere decir…». Un texto de Joe Toledo.

 

Dicen los poetas que las cosas que nos afectan no admiten escribirse en prosa.  La prosa tiende a eludir la responsabilidad interior. Así que cuando supe que tenía que escribir algo sobre el Proceso Creativo  entré en pánico, puesto que es un momento íntimo y, en algunos casos, tan cotidiano que se disfruta lo bastante como para no detenerse uno a pensar en lo que significa, ¡y yo no soy poeta! Cuando la gente puede disfrutar e identificarse con algo que se hace para vivir, para crear o para desahogarse, difícilmente se detiene a descifrar lo que implica.  No se puede describir con palabras o, al menos en mi caso, expresar en una pantalla en blanco.

Pasé en espiral los días dando vueltas en cómo empezar a generar la idea o, mínimamente, no estresarme, al grado de que, en vez de un texto, pensé de pronto en  inventar alguna pastilla para calmar la ansiedad o el estrés, o mejor, una pastilla que ayude a generar esa idea, y caí en cuenta que lo que necesitaba era dejarme envolver por ese espacio blanco de la pantalla lleno de silencios. Tan llenos,  que el silencio era un poco la respuesta a lo que por días estuve buscando desprovista de musas y teniendo solo frente a mi, ese cursor parpadeante. ¡El cursor era la pastilla que me llevaría a la idea! El proceso creativo materializado.

Uno no crea o escribe para decir lo que sabe sino para llegar a saber lo que quiere decir, y en ese espacio en blanco puede poner la fe y sentir la posibilidad de volver a vivir,  aprender o desahogarse. Y volver a él para construir, para crear algo.

Me puse mi coraza  frente al ordenador y trasladé la experiencia ésta de escribir sobre el Proceso Creativo. Si fuera un poco más ilusa hasta habría esperado a que la musa se le antojara  llegar y presentarla en el texto, pero, parpadeante, el cursor en el espacio en blanco me hizo descubrir que cuando más las necesitas ésta no aparece. Escribir es un acto vertiginoso que no necesariamente se desarrolla con velocidad, se desarrolla en una dirección que normalmente no está preestablecida.  Las musas nunca son tan eficientes por mucho que te pongas y las busques, y ninguna vendrá en tu ayuda porque las invoques o te pongas a rezar.

Para crear cualquier cosa ayuda ser paciente. Si hay algo inexplicable, es la gracia. Tener gracia para hacer algo, fabricarlo, generar una idea y escribir lo que quieres. La gracia en el sentido teológico de la palabra, porque el talento es un verdadero misterio y, entonces, en el proceso creativo, lo que uno más veces hace es equivocarse.
La ineptitud, la dificultad o la insuficiencia en algún momento aparecerán. Lo auténtico dentro del Proceso Creativo no es el que traslada al papel lo que ya ha comprendido, llámese imagen, boceto, dibujo o idea, sino el que va buscando la configuración de lo que quiere entender.

Es altamente improbable crear algo que sea perdurable. Perdurable quiere decir que dentro de 500 años existirá. De modo que uno, siempre, a la hora de crear, se acerca a los tanteos, a los manotazos, sopesando en la medida de sus fuerzas una idea. Saber aterrizarla encierra un peligro y uno tiene que estar muy atento con independencia del género, artículo o proyecto que se esté abordando.   La experiencia de creación es la de sentirse disparado en una dirección imprevisible porque las emociones son muchas.

La alegría de componer es muy grande, el agobio de no saber también es muy grande. La paciencia puede llegar a ser grande. Se aprende a esperar. No hay cosas que surjan con facilidad en su versión definitiva, pero este es el repertorio, o el abanico de emociones, que recorren la creatividad para lograrlo con un poco de sensibilidad; y antes de que terminara el plazo me salvé de tomar pastillas inhibidoras de ansiedad que, como de rayo, me bajaran el pánico textual a la página en blanco.  Si no fuera así, habría corrido a recostarme en un diván tratando de inventar valium en jalea para comérmela en galletas incluido slogan y publicidad para ahorrarme el trance de escribir sobre cómo llega uno a crear casi cualquier cosa.  Ahora sé que, en la medida de lo posible, hay que escribir por segunda vez como si fuera la primera. (Las pastillas que ayuden a generar la idea o las galletas cubiertas de jalea de valium se pueden usar en ambos momentos). A mi, que no soy poeta, no me importa que el cursor sea previsible y que, altanero, se imponga.

Para crear algo hay que combatir los espacios en blanco, el tedio y esos senderos de obscuridad que impiden el paso a la creatividad, incluso, creo que para poder explicarlo mejor crearon la prosa.~