La función social de los Apocalipsis
Una teoría de Bitty Navarro – ; sobre la proyección del thánatos en las teorías apocalípticas
CUANDO ALGO ES repetitivo, cuando un fenómeno reaparece a través de los siglos, cultura tras cultura, independientemente de credos, avances científicos, tecnológicos o sociopolíticos, cuando la presencia de una idea se hace notar una y otra vez a pesar de haberse probado como «falso», ese algo no puede descartarse como un absurdo, como algo inútil o producto de la locura de unos pocos. Tal es el caso del eterno retorno de los fines del mundo, las teorías apocalípticas, la aniquilación en masa de la especie humana que, según la cosmovisión, sociedad y época, se dará en un futuro incierto. Cultura tras cultura, época tras época, en diferentes creencias, formas y con consecuencias distintas, las teorías de fin del mundo aparecen y reaparecen. Y el mundo, como todos sabemos, no se acaba.
Ante la popularización de una teoría, por ejemplo, Y2K o las advertencias del reverendo Harold Camping [1], algunos reaccionan con incredulidad, se burlan, se mofan, ríen, pero hablan del tema una y otra vez. Otros reaccionan instintivamente, y con el instinto de supervivencia a todo motor, construyen búnkeres, compran comida enlatada, agua potable, medicamentos e inclusive armas. También están los que toman una postura de superioridad moral, apuntan el dedo hacia el otro y lo culpan por la destrucción que vendrá, son las transgresiones del otro –y no las suyas– las que causarán la inminente debacle. Finalmente, está la mayoría, los tibios, los que no sermonean, no construyen bunkers, pero tampoco ríen ni se mofan. No son incrédulos, pero tampoco son creyentes fieles. Sienten temor, no quieren que el mundo se acabe, pero saben que el mundo ha estado por terminarse varias veces y no ha terminado; no obstante, aunque muchos nunca lo dirían públicamente, el temor está ahí y en sus planes quizás está una reacción menos radical, quizás solo se quedarán en casa el día asignado para la debacle o procurarán no tomar un avión. Ese día, el designado al Apocalipsis que esté en boga, no los verás en la calle esperando recibir la gracia de alguna deidad, no los verás burlándose de los que sí están haciendo eso y tampoco estarán encerrados en una construcción subterránea de grado militar.
Pero, ¿por qué se repite esta narrativa? ¿Por qué, una y otra vez, le asignamos a nuestro entorno un catastrófico y trágico fin? Como ya dije, la repetición de una narrativa no puede atribuirse ni a la coincidencia, ni a la locura o fanatismo de un grupo, sino que tiene que analizarse como un fenómeno que expresa una constante en la psique colectiva. Mi teoría se centra en el thánatos y en la proyección de éste sobre los apocalipsis. El hombre, como nos explicó muy bien Freud, tiene un deseo de muerte, de destrucción. Para permitir que viva, tiene al eros que busca la vida, la creación. Si un humano permite que el thánatos predomine en su vida, se volverá autodestructivo, suicida o destructivo hacia los demás. Pero canalizar el thánatos es esencial, si bien mucho no tienen consciencia de su necesidad de destrucción y de su deseo de la muerte, sí desarrollan mecanismos para sobrevivir, para dejar que eros prevalezca mientras que thánatos se proyecta de una forma que no lo destruye ni a el, no a otros.
La narrativa del Apocalipsis, la necesidad de pensar que el mundo llegará a su fin, tiene un fuerte elemento de proyección. La narrativa que desarrollan otros se vuelve lugar para que proyectemos nuestro instinto destructor. Las teorías de Nostradamus pueden darnos miedo, pero también existe ese morboso deseo por ponerle fin a todo lo que nos rodea, e inclusive, a nosotros mismos. En lugar de salir a intentar explotar edificios, aviones o conseguir armas biológicas o nucleares para aniquilar ciudades enteras, el hombre proyecta ese deseo sobre la narrativa apocalíptica en boga.
Ahora bien, esto aplica para todos: los creyentes, los escépticos y los que se quedan en un tono de gris. Si bien la proyección de los creyentes se revela de forma obvia y directa, la de los escépticos no. Los escépticos dudan del Apocalipsis en cuestión, se burlan de quiénes sí creen en él y adoptan una postura de distanciamiento ante la colectividad. Esas actitudes también reflejan thánatos. Los creyentes canalizan su thánatos hacia una destrucción total, mientras que los escépticos lo canalizan intentando destruir la validez de la narrativa de los creyentes.
El caso del escéptico es más complejo, pues al no proyectar su thánatos hacia lo apocalíptico, hacia una destrucción masiva en un futuro incierto destruyen de forma directa, y no sólo al creyente o a la narrativa apocalíptica, sino que se autodestruyen creando un distanciamiento doloroso, y a veces, fatal.
Las profecías apocalípticas tienen éxito, como ya vimos, por el instinto de thánatos. Sin embargo, ¿qué función tiene esta proyección para una sociedad? Regresamos a la diferencia entre el creyente y el escéptico. Mientras que el primero proyecta su deseo de destrucción en una narrativa, el escéptico la ejerce en el momento intentando destruir o descalificar dicha narrativa. Aunque solemos apreciar el escepticismo como una cualidad en un humano, hay que tomar en cuenta que un escéptico fácilmente puede tornarse en un ser destructivo, pues enfoca su deseo de thánatos sobre las creencias y los ideales de otro. Por otro lado, el creyente es compelido a enfocar ese deseo sobre una narrativa que sucederá en un futuro incierto. Esto le permite reducir su efecto destructivo sobre el presente.
Ahora bien, no debemos pensar que el creyente es mejor o peor que el escéptico. Las profecías apocalípticas sí tienen un efecto destructor sobre el presente, y ese efecto es claro al ver pánicos masivos, gente que se encierra en búnkeres por miedo a la muerte o gente que sale a la calle en frenesí para clamar el fin de los tiempos. Este caos y el pánico que crean los apocalípsis también tienen un efecto destructor.
¿Se puede decir que las profecías apocalípticas tienen una función social positiva? No lo sé. Pero definitivamente tienen una función específica dentro de los mecanismos de convivencia social. Su función –se juzgue positiva o negativa– permite la canalización de un instinto destructor, y así, ayuda a reprimir deseos de agresión dirigidos hacia el otro.
Es importante cuestionar a una profecía apocalíptica, pero ahora que está muy en boga el ateísmo fanático, es necesario que surjan personas que balanceen el instinto destructor de quiénes descalifican toda narrativa con tintes metafísicos. Aquí intento hacer eso: si vamos a cuestionar a los apocalípsis, no podemos enfocarnos en si suceden o no, tenemos que verlos como parte de nuestra sociedad y buscar por qué tienen el lugar que tienen en el pensamiento y en la psique colectiva. Como dije antes, los escépticos que cuestionan las narrativas apocalípticas con argumentos poco profundos que suelen girar en torno a que no suceden o a su carga metafísica, puede llegar a ejercer mucha más destrucción que los creyentes en teorías apocalípticas.
Si vamos a deconstruir una narrativa, hay que hacerlo bien. Seguir embistiendo ciegamente contra todo lo que tenga el más mínimo tinte metafísico es una postura mediocre y retrógrada. Las teorías apocalípticas se vuelven a presentar una y otra vez en el espiral del tiempo histórico y esto no puede atribuírsele a la ignorancia o a la falta de crítica de un pueblo. Es necesario ver a los apocalípsis como la herramienta social que son y no solo como producto de metafísicas pasadas.
Los apocalípsis son una narrativa sobre la cuál una parte de la sociedad puede proyectar su deseo de destrucción, y así, aminorar su impacto destructivo actual. Los humanos somos lenguaje, creamos nuestra historia con la narración, y esas narraciones no son puros hechos, son en parte, ficciones y fantasías que en ese momento pueden ser necesarias para mantener ciertos instintos fuera de juego. No por nada dijo San Freud que la represión es necesaria para la existencia de la cultura, y canalizar el thánatos proyectándolo sobre narrativas apocalípticas, es un mecanismo de represión más sana que otros, y ante todo, es una represión necesaria.~
Referencias:
[1] Quiero anotar que tanto Y2K como las predicciones de Harold Camping son dos ejemplos particularmente interesantes, pues a diferencia de la mayoría de las teorías de fin del mundo, ambas daban fecha y hora exacta para el evento. Mientras que las profecías de apocalipsis suelen dar predicciones ambiguas, interpretables de varias formas, tanto Y2K como Camping dieron fecha y hora precisas. Considero que dicho cambio es un síntoma de una sociedad que no reacciona si no tiene «datos duros». La sociedad de la información, o del exceso de información, ha formado a individuos que requieren ser inundados de datos hasta en algo tan ambiguo como una profecía apocalíptica.
Por lo visto, el sistema que nos rige en el Planeta es tan opresivo que nos lleva incluso al desfiladero del aniquilamiento. Por lo demás, sobran herramientas para hacernos desaparecer. Incluso, ya se afirma que estarían manipulando estado del SOL para crear cataclismos en la Tierra. Sin duda que Thánatos ha llegado a tener un control casi absoluto de los seres humanos. En qué hora Freud se olvidó de hablar de un MEDIADOR entre Eros y Thánatos. -¿No será que seres extraterrestres estén al acecho para ofrecernos sus servicios? O bien, simplemente nos iremos todos a las tinieblas, sin ni siquiera haber tenido tiempo para protestar.
Gastón,
Muchas gracias por leer mi texto y por comentar.
Saludos. 🙂
pienso que un discurso muy cargado de tecnicismos suele desproporcionar la dimensión del análisis. en el caso del texto que elaboras, me parece que tienes razón en la forma en que planteas la disyuntiva “destructora”, o el thánatos que bien explicas. la cuestión es que no es generalizable. mientras entendemos como procesos ineludibles del movimiento celestial, los cambios fisicos del planeta, y por ende, que afectan a las sociedades humanas han encontrado en el cataclismo una sencilla explicación supratemporal de rupturas necesarias.
existen diversas formas en las culturas del mundo que comparten en el fondo, un fatal desgarre de la historia con fenómenos indomables y en cierto punto, no comprensibles para la simplísima cultura dominante, impuesta en los últimos tiempos (me refiero a la era en que vivimos) a gran parte de la humanidad; donde la banalización de la existencia se impone a la condición de sabiduría y entereza de una sociedad cabal. esa narrativa deja de ser ordinaria y correspondiente a las necesidades que señalas, pues el dominio y enquistamiento de las fuerzas económicas sobre la administración política, y conducta social, resultan en una sociedad culturalmente anquilosada y presta a la manipulación, absorbida de su energía potencial y de criterios propios.
entonces los llamados apocalípticos se fraguan en mitos y mentiras dispuestas para, a través del miedo, desatar la compulsa de la incertidumbre y el consumo a merced de la desgracia. jugosos negocios y miserables manipulaciones jaquean bajo cuentas, los réditos del vacío que sostiene esta sociedad enferma.
más allá del instinto destructor, veo una humanidad desmembrada, una sociedad débil y dispuesta al exterminio. no trato bajo los términos que trabajas, no me atrevo a pervertir la intención del texto que publicas. lo que si me parece destacable es que mientras se complazca la sociedad en teorías que justifican la inmoral forma de vida, su carácter enfermo seguirá escurriéndose de injusticias y dolores, atrofias dolientes que no tienen otra explicación que la torpe promoción de un pacto que nunca sucedió. el paradigma es muy sencillo: vida comunitaria y colectiva -en equilibrio- ante egoísmo individualista -a ultranza-; antropocentrismo ante biocentrismo. el respeto supremo de la otredad, como eslabón del respeto a sí mismx, o su desprecio.no creo que
caigan meteoritos; supongo que tampoco podré ver el juicio fijnal cristiano o judío; me niego a suponer que somos marionetas de una fuerza sobrehumana; somos en sí, la expresión manifiesta del principio y fin del mundo. la escuela antropológica del ser, la explicación ontológica del estar vivos.
y mientras el thánatos se apodera -a través de la ambición provocada por el capital, o mejor dicho, del dinero-, de la conducta y sentido de la existencia humana, su eros le despierta placeres y apunta potenciales que, a base de esperanza y memoria, enjuagan la perspectiva y descomprimen la fatalidad. a este mundo pertenecemos, luchar por la buenaventura y prosperidad de sus hijxs que somos, y lxs que vienen, permite pensar en los ciclos, no como fatalidades inexorables, sino como sucesos afables que nos coloca secundarios, en el ordenamiento estelar. baste con ser humildes y saber de cierto quienes somos, donde estamos.. y a dónde vamos.
no olvidemos chiapas. gracias por el texto.
Mapakzke:
Primeramente, gracias por comentar y compartir tu análisis situaciones en base a mi texto.
No obstante, como bien dices, no se puede generalizar. El uso de tecnicismos en un texto puede lograr que algo sin trasfondo logre parecer producto del genio, pero también puede utilizarse prudentemente, para apoyar a las ideas que se exponen.
Luego, no creo que mi análisis es una generalización, pues presento tres tipos de reacciones a los Apocalípsis, y no una.
Ahora bien, el análisis se enfoca en una la función, más no intenta ser una genealogía de la idea del Apocalípsis. La creación de narrativas para explicar lo que nos rodea es una práctica, como bien dices, milenaria, sin embargo, creo que hay que busca no sólo los motivos racionales (la búsqueda de una explicación a lo que nos rodea), sino también los instintos que llevan a que se dé esa búsqueda, y claro, las funciones que tienen.
Finalmente, mencionas que la creación de teorías que justifican las «actitudes morales» es nocivo para el tejido social. Esto se contradice con tus comentarios iniciales, que indican la necesidad del humano de explicar lo que le rodea. Más que justificaciones de conductas inmorales, las teorías son explicaciones o intentos de descifrar nuestras conductas. Míralo como una creación de narrativas, pero sin el elemento metafísico o supranatural. Es, en esencia, el mecanismo milenario en un contexto post-metafísica.
De nuevo te reitero mi agradecimiento por leer mi artículo, comentar y compartir tus ideas.
¡Saludos! 🙂