La vida, las personas y la muerte

ES UN SENTIMIENTO muy personal, quizás no sea ni este el lugar donde escribirlo. Quizás no haya ningún lugar donde deba ser escrito. Pero no puedo evitarlo.

Ante los males del mundo, crecientes y fagocitadotes, cada persona debe enfrentarse a sus problemas prácticamente solo. La ayuda cada vez es más difícil, los movimientos para radicalizar el mundo en todas direcciones son tan grandes, que es imposible evadirse de sus consecuencias. Y el luchador, el vividor, debe realizar su labor de resistencia intrínsecamente solo, aunque esté rodeado de otros luchadores. Queda entonces, únicamente, el consuelo de pelear por las creencias de cada uno. Una lucha que, para ser ética, debe de ser moderada, justa y sopesada. No irracional, o egoísta, en el sentido de olvidar que las luchas de los demás también pueden ser respetables.

Pero me estoy desviando. Decía que, ante el mundo, queda la persona. Ante la realidad, quedan los sueños de cada uno. Quizás nunca se cumplan, pero ahí están. Quizás la muerte, el dolor y el sufrimiento dominen nuestras vidas, pero lejos de traer desesperanza, debemos encontrar las fuerzas en nuestro interior para luchar por los sueños propios.

Cada persona es única, cada sueño también, al igual que cada esperanza, sentimiento, sensación o relación. Imaginemos una persona como una joya, brillante, viva, radiante. Con multitud de facetas (en unos casos más, en otros menos), cada una emitiendo sus brillantes reflejos reaccionando ante cada nuevo rayo de luz.

Cada persona distinta a otra. Unas más semejantes, afines, como brillantes, y otras radicalmente diferentes, como rubís, zafiros, ópalos, amatistas. Pero todas hermosas, y con un mundo infinito en su interior.

Todos tenemos en nuestro interior un universo personal sin límites. Tan vasto como el mismo cosmos, tan rico como las más bellas epopeyas, tan grandioso como los sentimientos que albergamos dentro. Esa riqueza interior, compuesta por deseos, anhelos, esperanzas y, porqué no, miedos también, es, a veces, todo lo que tiene una persona. Todo lo que es.

Y si eso nos parece una gran suerte, un inmenso placer y una fuente de alegría, imaginemos ahora que esas joyas se pueden unir de las más diversas formas. De dos en dos, en grandes cantidades, o brillando solitarias. La existencia loca que nos ha tocado vivir crea las más increíbles combinaciones, las más inverosímiles y las más hermosas.

Las personas, de la misma forma, se agrupan y se asocian, se aman, uniendo sus personas, sus vidas y sus universos interiores, en un baile continuo de creación y renacimiento infinito tan sumamente intenso y enriquecedor que hace que las vidas destellen de infinitas formas, deslumbrantes.

Esos universos personales, que dejan su huella en nuestros seres queridos en nuestros conocidos, en la misma esencia de la vida, son únicos e irrepetibles. Y nos hacen esencialmente eternos, porque el tiempo puede llevarse la vida, pero nunca la existencia y desde luego nunca, lo que hacemos sentir a los demás.

Son esos sentimientos, esas sensaciones que compartimos, o que vivimos para nosotros, las que nos hacen sentirnos vivos. Al igual que lo que regalamos a otras personas, y lo que esas personas nos regalan, una amistad, un pensamiento, una conversación, una caricia, son, cada una de ellas, una fuente de vida, una fuente de riqueza personal y por lo tanto, enriquecen la existencia humana. No sólo la nuestra.

Ante tanta belleza, ante tanta grandeza en todas las personas y en sus formas individuales o colectivas de ver el mundo y de relacionarse entre sí. Y ante la riqueza personal de cada uno, la vida adquiere un nuevo sentido. Y el dolor, o el sufrimiento, incluso la muerte, dejan de ser el final del camino, para convertirse en un paso más en esta vida.

Cuando estemos solos, si tenemos la suerte o la desgracia de quedar los últimos, siempre nos quedarán los recuerdos de lo que fue. Del increíble tapiz que todos los seres humanos tejimos en el universo. En este Universo de universos personales. Y cuando no quede nadie, y hasta los recuerdos se hayan ido, el brillo de lo que fue, de lo que fuimos, cada uno de nosotros y como grupo, habrá quedado marcado en el tapiz de la existencia.

Así que vivamos. Seamos fieles a nosotros mismos, pero respetando a los demás. Recordemos que cada persona es una vida, un universo que crece junto a nosotros, y que si nos damos la oportunidad, nos enriquecerá también a nosotros. Y nuestras vidas.~