Proyectos de futuro
UNA DE LAS aficiones del mundo contemporáneo consiste en ocupar nuestro tiempo libre en actividades deportivas. Hasta hace, quizá, un par de siglos, no se contemplaba esa idea entre la llamada clase media, quitando, quizá las clases de equitación o de esgrima. Para las clases bajas quedaba el boxeo y otro tipo de peleas.
Sin embargo, con la industrialización y la estabilización de la clase media y de los derechos de los trabajadores, la jornada laboral de 8 horas y la aparición de tiempo libre, se fueron desarrollando actividades que suponían el ejercicio de nuestro cuerpo tal y como lo hacían los antiguos griegos.
Fue el barón Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, el que influyó decisivamente en la «democratización» del deporte, haciéndolo accesible a una incipiente clase social que adoraba ocupar su ocio con actividades al aire libre.
Poco a poco hemos ido cayendo en el influjo del Deporte con mayúsculas, quien más y quien menos hemos practicado fútbol o baloncesto, hemos asistido a un gimnasio, a clases de aerobic o hemos aprendido a nadar siendo niños.
Muchos son los países que cuentan con escuelas infantiles de deportivas, escuelas que aglutinan chiquillos desde los 4 hasta los 18 años en una amalgama de actividades que ayuda a completar su educación como personas.
Pero, ¿qué porcentaje de niños y niñas deportistas hace de su deporte su profesión? ¿Un 10%? ¿Un 5%? ¿Menos? Apenas la proporción de un minúsculo grano de arena de una playa inmensa.
Y esos pequeños proyectos de futuro, en muchas ocasiones, vienen potenciados por una educación en la familia basada en un afán de superación que los hace intentar ser más altos, más fuertes y mejores.
Como antigua niña que practicó gimnasia rítmica y balonmano (deportes muy alejados el uno del otro, lo sé y lo asumo) recuerdo haber visto a padres y madres que proyectaban sus deseos y sueños sobre niñas que sólo deseaban pasar un rato feliz y compartir su tiempo con otras niñas de su edad.
¿Dónde está el límite entre una mera actividad para pasar el tiempo y el fomento del deporte como profesión? Donde vivo (permitidme que omita el dato) hay dos hermanos que, en dos categorías muy diferentes, han logrado alcanzar el estrellato internacional en el deporte. Ambos ya mayores de edad han tenido hasta hace bien poco a su padre como entrenador inicial, el cual ha intentado y ha logrado hacer de ellos deportistas de élite.
Sin embargo, en contrapartida, es de sobra conocido por todos los habitantes de la ciudad que estos dos hombres han sido niños sin infancia, sin fiestas, sin más horario que estudiar y entrenar, entrenar y entrenar. De hecho, puedo decir que, al volver a casa el día de Año Nuevo tras comer con mis padres, vimos a uno de estos deportistas entrenar como si no hubiera mañana. Por desgracia, también es conocido que el castigo por no seguir las indicaciones del padre-entrenador iba más allá de una simple regañina.
Y aquí es dónde quiero llegar con mi reflexión: ¿estamos legitimados, como padres, para convertir a nuestros hijos en deportistas de élite sobre cualquier otra cosa? ¿Debemos privarlos de salir con amigos, acudir a fiestas, disfrutar del verano, por el mero hecho de proyectar en ellos nuestros anhelos y nuestros deseos? ¿Es lícito que un padre intervenga de esa manera en la vida de un menor?
Me vienen a la memoria nombres como los de Mary Pierce, tenista francesa que admitió haber recibido palizas de su padre por perder; los de las hermanas Williams, también tenistas, cuyo padre ha fomentado la rivalidad entre hermanas hasta hacerlas casi odiarse la una de la otra.
Y no sólo por el afán de superioridad de los niños los padres se muestran ciegos ante su vida, también por el hecho de que destaquen por encima de otros niños, de que jueguen más minutos en el campo de juego, de que sean más veloces que los demás, más punteros, más sobresalientes, los padres toman actitudes que reflejan una mala educación: insultan a entrenadores, a árbitros, a otros padres, a contrarios y dan la peor imagen que se pueda ver del deporte, personas malhumoradas que no disfrutan del mismo, que van más allá de la mera práctica deportiva, del juego, del aspecto lúdico de ese deporte, emponzoñan con su actitud algo que puede llegar a ser maravilloso. Por no hablar de esos entrenadores que restringen todos sus movimientos, cual sargento del ejército que te manda a calabozo por no tener bien hecha la cama. No hay más que ver algún reportaje sobre la gimnasia deportiva de China o Rusia, veréis qué entrenamiento se somete a los menores, menores influenciables que no tienen un discernimiento sobre lo que está bien o está mal, de dónde está el límite del deporte como diversión y del deporte profesional. Mirad qué edad tienen las gimnastas que compiten en los Juegos Olímpicos, a su edad yo empezaba a salir con chicos y mi única preocupación era tener algo de dinero extra para ir un fin de semana al cine.
Pero no nos engañemos, estas actitudes se pueden ver en otros ámbitos: música, estudios, etc. Cuántos compañeros de la licenciatura de Derecho quedaron atrás porque no estudiaban lo que querían ellos, sino lo que quisieron sus padres. Una de esas compañeras dejó la carrera el último año para ser diseñadora de joyas y tiene mucho éxito profesional. No hagamos de algo lúdico y divertido una obligación, no lo hagamos un tedioso y absurdo.
No es necesario ser el mejor jugador del fútbol del mundo, no es necesario ser el tenista nº 1, para disfrutar del deporte, sólo hacen falta ganas de pasar un rato agradable, sólo o en compañía de amigos, sólo necesitas unas zapatillas, una camiseta y un pantalón para salir a correr, añádele una pelota de baloncesto, una canasta en un parque y un par de amigos y ya jugaremos una pachanga, tiraremos unas canastas y nos lo pasaremos bien. Por mi parte, seguiré disfrutando de paseos en bici, de alguna hora de natación a la semana y de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, con la sensación de que los que allí están han sido pequeñas personas felices.
Cuando el deporte deja de ser divertido para ser una obligación, es cuando debemos preguntarnos ¿esto es lo que queremos para su futuro?~
Me ha gustado mucho la pregunta que planteas. Es un tema que siempre ha llamado mi atención y, como bien dices, cuando el deporte deja de ser divertido para convertirse en una obligación es cuando debemos empezar a preocuparnos.
Enhorabuena por el artículo.