Arabia Saudita nos puso entre la espada y la pared

Por Andrés Margolles

El Estadio Icónico de Lusail es el Estadio del Mundial. Con capacidad para casi 90.000 personas, acá es donde se jugará la Final. Esta tarde debuta. Debuta el estadio, debuta Argentina. Será una buena prueba, porque desde las barracas del sur vienen miles de argentinos haciendo temblar los buses, vibrar el metro, al grito de “Yo soy argentino, fumo porro, tomo vino”.

Lusail está al norte de Doha, en la municipalidad de Al Daayen. Lusail no existe. Han decidido construir el Estadio y dicen que en el futuro se construirá una ciudad a su alrededor. Por ahora, el estadio luce flamante, como un cuenco de oro, rodeado de la fiesta que montan los argentinos a su alrededor. La capital de Arabia Saudita está a menos de 500 kilómetros de aquí, la de la Argentina está a 14.000, pero acá afuera la mayoría van de celeste y blanco.

El primero que aparece es el Dibu Martínez, acompañado de Armani y Rulli. El estadio se viene abajo, va tomando color celeste y blanco al grito de “hoy hay que ganar”. Cuando sale la Argentina a calentar, liderada por Messi, le ponen el “Maradó, Maradó” de Rodrigo, ahora el que no salta es un inglés.

La Scaloneta nos la sabemos de memoria, juega Tagliafico en el lateral izquierdo, y el encargado de dialogar con Messi será el Papu Gómez, a falta del lesionado Lo Celso. Enfrente, la Arabia del francés Hervé Renard confía en el gol que le pueda aportar Feras Albrikan y en el recorrido del lateral izquierdo Al-Shahrani.

Cuando suenan los himnos descubrimos que hay más saudíes que argentinos, parece que ellos han venido en auto. El aliento es ensordecedor, tan solo superado por la presentación del icono de Messi en las pantallas, allí los argentinos contamos con el apoyo de los hindúes, que también van pintados de celeste y blanco.

Un minuto tarda en llegar la primera clara, muy clara. Di María la mete en el área, y la pelota le queda a Messi de frente, para que la ponga en la ratonera. El arquero Al-Owais vuela para meter una buena mano abajo, y evitar el primero. En la primera que le llega al Papu Gómez se va hasta el fondo y consigue el primer córner. Lo tira Messi, entran varios a cabecear, pero despeja el arquero saudí con un puñetazo. La baja De Paul y hace una hermosa pared con Messi que termina en falta y tiro libre.

Pero al esloveno Vincic lo llama el holandés Van Boekel desde el VAR. En la cancha no hemos visto nada. En las pantallas vemos que Saud Abdulhamid lo agarra a Paredes, muy lejos de donde el arquero ha despejado con los puños. Cobra penal. Lionel Andrés Messi no perdona, despacito, a la derecha del arquero, sin renunciamientos. 1 a 0 de regalo.

El estadio está en silencio. Ni los argentinos se atreven a celebrar. Como en “Metegol” no hay más que escuchar el estadio. Sí, vamos ganando, pero algo raro hay en el ambiente, demasiado premio para tan poco esfuerzo. Incluso Arabia se adelanta, y llega hasta las manos del Dibu Martínez.

Argentina busca un ritmo cansino, tomándose al pie de la letra las palabras de Scaloni de que el Mundial es muy largo y no siempre hay que atacar. Y como Arabia lleva sus centrales hasta la mitad de la cancha, el Papu Gómez, que es el mejor de Argentina, lo deja solo a Messi para que defina con toda su clase. Gol y offside claro de Messi.

Otra vez el Papu recibe entre líneas, ahora le pone un pase milimétrico, precioso, a Lautaro Martínez, que define picándola por arriba del arquero. Un golazo. Ahora sí se celebra por todo lo alto. Pero Arabia no saca del medio, dice la máquina del VAR que hay offside de Lautaro. Nos cuesta creerlo. Las máquinas no entienden de conceptos.

A los 30 minutos, más de lo mismo, recibe Messi con tiempo y espacio para habilitar a Lautaro, pero se la da tarde, en offside. El goleador argentino define con clase, pero no vale, es el cuarto que metemos, pero Argentina sigue ganando solo por 1 a 0. Merecemos largamente el segundo, hasta el Cuti Romero llega al área y su centro no lo aprovecha nadie. De Paul manda a las nubes una pelota que le queda hermosa en la frontal del área.

Arabia pierde a Salman Alfaraj lesionado, y la ovación que le brinda su gente se agiganta cuando Mohamed Kanno le hace un caño delicioso al Cuti que andaba por cualquier parte. Termina el primer tiempo. Los saudíes celebran perder por la mínima, desde las tribunas les dan una gran despedida a los vestuarios.

Arabia arranca el segundo tiempo como el primero, adelanta los centrales en línea como si fuese un equipo de Menotti. De repente, esa presión da sus frutos, recuperan rápido para Saleh Al-Shehri, Otamendi duda, Romero no lo puede cortar, Al-Shehri define cruzado y el Dibu Martínez no llega. Es el empate. 1 a 1. Nosotros nos quedamos helados como contra Islandia, pero el estadio es una caldera, una marea verde ardiendo.

Ahora sí, nos sentimos visitantes. La pelota nos rebota en los pies. La marea está dentro y fuera de la cancha, el Cuti la salva de cabeza, y la pelota le queda a Salem Al-Dawsari, por algo lleva la diez, parece que se acuerda de su estrambótico paso por el Villarreal, se arquea en el área, pasan todos los argentinos de largo, y saca un derechazo al segundo palo para que vuele el Dibu, y no llegue, la toca pero no llega. Es gol de Arabia. Es el 2 a 1. El estadio de Lusail tiembla, duelen los oídos. ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? Es el mejor momento en la historia de Arabia Saudita.

Queda mucho más de media hora, pero ya se juega como si faltara un minuto. Llega Messi franco para definir pero lo cruza de atrás Hassan Al-Tambakti, maravilloso corte, se festeja como si fuese un gol. Scaloni mete a Lisandro Martínez, a Enzo Fernández, y a Julián Álvarez, buscando un poco más de fútbol. Pero ya se juega más con el corazón que con la pelota, les rebota a todos, al final a Tagliafico y la salva el arquero saudí. Cuando centra Otamendi y Al-Shahrani llega tarde y lo toca, lo miramos al árbitro esloveno, necesitamos otro penalito, pero este no cuela.

Los jugadores saudíes van en volandas, el esloveno se acuerda que tiene tarjetas amarillas. Ahora es el goleador Albrikan el que llega justo antes que Tagliafico. Albrikan apenas camina, pero el que se va es Tagliafico, reemplazado por el Toro Acuña. Centra Julián y córner. Otro córner. Aprieta Argentina. Falta casi media hora pero queremos hacer el segundo antes que el primero. El enésimo córner lo cabecea Enzo Fernández por arriba.

Messi vuela un tiro libre a la luna, centra Acuña y para Al-Owais, centra Di María, cabecea Messi, y para Al-Owais. Ahora sí, Albrikan ya no puede más y la tiran afuera. De Paul no la devuelve. La silbatina del público local es avasallante. Centra Di María y se la sacan a Lautaro. Gambetea el Alfil y termina por el piso. Es la guerra.

Cada cambio árabe es una ovación, para Al-Shehri, para Albrikan. Ya estamos en el descuento. Argentina va y va. Y la pelota vuelve y vuelve. No nos sobra altura y los infinitos centros no hacen daño. Todavía le da tiempo a Al-Dawsari para hacer un par de firuletes junto al córner argentino. Messi los hace en el área saudita, demasiados, se le tiran a los pies hasta desde la tribuna. El arquero lo ha dejado groggy a Al-Shahrani al despejar el centro de Di María, otra ovación, esta vez en camilla.

Un último cabezazo de Julián Álvarez va a las manos imantadas de Mohammed Al-Owais. El árbitro nos deja tirar otro centro, y nada, y otro más, y nada. Por arriba no va a ser. Se acabó. El estadio es una locura. Los jugadores saudíes besan el césped, lloran de la emoción, han conseguido una victoria inimaginable, frente a su público, en el día más grande de la historia futbolística del país, en el día en que le ganaron 2 a 1 a la Argentina de Messi.

Los nuestros se van cabizbajos. Es cierto que se podría haber terminado el partido en el primer tiempo. Es cierto que nos tiraron dos veces y nos metieron dos goles. Es cierto que lo intentamos de todas las maneras. Es cierto que merecimos la victoria. Es cierto que jugamos de visitantes. Pero también es cierto que era Arabia Saudita, y en un Mundial. Nos tenemos que remontar al batacazo con Camerún en Italia ’90 para recordar un golpe similar. Aquella vez nos levantamos.

Mientras digerimos la derrota, nos enteramos de que la buena de Dinamarca tampoco ha podido con la aguerrida selección de Túnez. Fue Dinamarca 0, Túnez 0 en el primer partido sin goles del Mundial, gracias al mexicano César Ramos que no se dejó presionar por el VAR que lo llamó en el último minuto para que otorgue un penal a los europeos.

El segundo cero a cero se produce mientras regresamos cabizbajos en el mismo metro en el que antes vivábamos a la Argentina y ahora vemos a los saudíes hacer un trencito al grito de “Messi, ¿dónde estás?”. México 0, Polonia 0, gracias al inmortal Memo Ochoa que en su quinto Mundial le atajó un penal ni más ni menos que a Lewandowski. Un empate que nos viene bien, aunque lo que nos viene bien sería ganar.

En las barracas de Al Wukair, junto a decenas de argentinos en silencio sepulcral, vemos en una pantalla gigante como Francia golea a Australia. Por si no fuera poco con el día que hemos tenido, lo vemos a Kylian Mbappé volar como hace cuatro años en Kazán, y marcar un gol de cabeza. Olivier Giroud, seco en Rusia, firma un doblete y se suma a los goleadores del Mundial. Craig Goodwin había abierto la cuenta para los canguros, y Adrien Rabiot empatado para los franceses. Francia 4, Australia 1. La campeona del mundo, aún sin Pogba, Kanté, y Benzema, muestra sus galones.

Cerramos la jornada pensando más en la Argentina del ’90 que en la de ahora. Será una final contra México. Estarán de verde. Otra vez de verde. Al menos estos no tendrán la espada en la bandera. La espada de una victoria de Arabia Saudita que ya es historia grande de los mundiales.

Andrés Margolles

Al Daayen, Qatar, 22-11-2022